La ambrosía era el néctar que los dioses saboreaban en el Olimpo. Al parecer, era deliciosa, y si algún mortal la probaba obtenía el don de la inmortalidad. Tántalo era un rey amado por los dioses, tanto era el cariño que le tenían, que hasta lo invitaban a participar de sus festejos en el Olimpo. Pero ellos no sabían que Tántalo ocultaba sentimientos oscuros y que también era un pillo sagaz, como ocurre hoy con políticos y dirigentes “queridos” e invitados de toda boda, pero con intereses ocultos.

En una ocasión Tántalo robó ambrosía del Olimpo, para repartirla entre sus amigos y concubinas, tal como lo haría un “buen” político del selecto círculo de los carruseles para mantenerse en el mismo. En otra ocasión, se encargó de divulgar entre los mortales secretos de los dioses y juró en falso ante el dios Hermes. No lejos de tantas realidades de hoy con miembros del poder que deben sostenerse a cualquier precio apoyados en la diplomacia y la traición.

En cierta ocasión recibió a los dioses en su morada a título de convidados, y, para poner a prueba su divinidad, les dio a comer los miembros de su hijo Pélope, como político sin escrúpulos. Zeus resucitó a la víctima, y Tántalo, condenado a sufrir hambre y sed eternamente en medio de la abundancia, fue sumergido hasta la barbilla en un lago, bajo árboles cargados de frutos, pero el agua huía cuando él quería beber y las ramas de los árboles se levantaban cuando quería coger una fruta.

Según expertos en mitología, el significado del suplicio de Tántalo, además de la severidad del castigo que merece el filicidio, consiste en que el hombre por sensatez, se priva de lo que tiene al alcance de la mano. El castigo de Tántalo también representa las frustraciones sufridas por aquellas aspiraciones insatisfechas, y el conflicto que existe entre la voluntad de la autonomía y el persistente complejo de culpa en el hombre.

Ejemplo de ello son muchos hábitos de los colombianos, contradictorios por factores culturales y educativos. La Encuesta Nacional de la Situación Nutricional confirma que la obesidad se incrementó en los jóvenes de 5 a 17 años, en un 26 por ciento, y en los adultos 11,3 por ciento. Fue mayor en personas con mejor poder adquisitivo y en la zona urbana. Mientras que la desnutrición fue más alta en zonas populares.

Esto confirma que los sectores pudientes a pesar de estar rodeados de nutritivos manjares no tienen posibilidad de alcanzarlos por una crasa ignorancia. Están ávidos de forma física y salud, pero la displicencia impiden lograrlas. Creen que la ambrosía está en el licor, comidas típicas y rápidas con exceso de frituras, grasa, embutidos y harinas. Es el moderno castigo de Tántalo a una sociedad engañada por la publicidad, los dirigentes codiciosos y especialmente por inapropiadas políticas públicas. La falta de criterio nos priva de comer saludablemente.

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Redacción Minuto30

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