Dilma Rouseff y sus desafíos a la sombra del liderazgo de Lula

La presidenta electa de Brasil, Dilma Rousseff, tendrá que mostrar mucha habilidad para llenar el vacío que deja el popular Luiz Inacio Lula da Silva y manejar el pujante protagonismo internacional, la complicada gobernabilidad interna y los enormes desafíos económicos y sociales de la que se ha convertido en octava economía del mundo.

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Lula le deja a su sucesora una situación que es el sueño dorado de cualquier presidente que llega al poder: amplia mayoría en el Parlamento, una expansión del PIB que superará 7% en 2010 y una población satisfecha con las mejoras del nivel de vida de los últimos ocho años, cuando 29 millones de brasileños salieron de la pobreza.

Pero el presidente también le deja a su delfina, una economista de perfil tecnócrata a la que no acompañan ni el carisma ni la popularidad de su padrino Lula, los gigantescos desafíos y fragilidades económicas y sociales de un país de 190 millones de habitantes donde el analfabetismo todavía ronda el 10% y la falta de saneamiento afecta a la mitad de la población.

«Lula hizo una primera transferencia de riqueza para la sociedad que generó un tremendo mercado interno y mejoró un poco las diferencias sociales, pero dejó grandes deudas en educación, infraestructura, seguridad pública, corrupción y grandes reformas en el carísimo sistema de pensiones e impuestos», resumió a la AFP Alexander Bush, autor del libro ‘Brasil, país del presente’.

Mano derecha de Lula en el gobierno, Rousseff, de 62 años, ganó las elecciones con la promesa de continuar las políticas económicas y sociales del actual Ejecutivo, y ya adelantó que su prioridad es sacar de la pobreza extrema a más de 20 millones de brasileños y hacer de Brasil un «país de clase media».

Los déficits de infraestructura son otro gran reto para un país que en 2014 acogerá la Copa del Mundo, en 2016 las Olimpíadas, y que quiere convertirse en un gran exportador petrolero explotando gigantescos yacimientos descubiertos a miles de kilómetros bajo el mar.

Rousseff, que defiende la política fiscal responsable pero también onerosas empresas públicas, necesitará de multimillonarias inversiones para hacer frente a esos retos, pero contará con un crecimiento económico más modesto que el de este año.

El crecimiento económico de 4,5% esperado a partir de 2011 es considerado «un buen punto de partida, pero no puede ser menos, para que pueda responderse a las grandes expectativas» en el país, dijo a la AFP Marco Antonio Teixeira, politólogo de la Fundación Getulio Vargas.

La dama de hierro que Lula impuso a su Partido de los Trabajadores (PT) para que fuera su sucesora asumirá la Presidencia el 1 de enero con una coalición de «partidos infieles y muy voraces por ocupar el poder, que pueden dificultarle la gobernabilidad», advirtió también Teixeira.

Al frente de una de las grandes economías emergentes que hoy participa a pleno derecho de los grandes foros mundiales, no le será fácil a Rousseff llenar el espacio de un presidente que paseaba por la escena internacional como una estrella del rock.

«Habrá una resaca tras la hiperactiva diplomacia presidencial de Lula, es decir, una transición a una diplomacia sin un presidente tan fuerte y popular», vaticinó a la AFP el analista de CAC Consultora, José Augusto de Castro Neves.

Lo más probable es que ella continúe la política exterior de Lula, aunque evitando las cuestiones más polémicas, ya que «no tiene el carisma ni la popularidad para aguantar las críticas que recibirá si elogia a los presidentes (Mahmoud) Ahmadinejad (Irán), (Hugo) Chávez (Venezuela) o (el ex mandatario Fidel) Castro (Cuba)», añadió Castro Neves.

Rousseff enfrentará asimismo la fuerte presión de los gigantes productores de materias primas para que concrete los acuerdos comerciales internacionales que el gobierno de Lula dejó en veremos, principalmente con Europa, y además las dificultades de lidiar con una supervalorizada moneda que le quita competitividad a su industria.

BRASILIA, 1 noviembre 2010 (AFP)