En diez años cambia la vida. En el 2008 se realizaba en todo el país la marcha contra las FARC, una multitudinaria movilización que atrajo consigo a diferentes personas de todos los estratos sociales para gritar un NO rotundo en las calles. Esa movilización motivó a una de mis excompañeras, Paola, que hoy por hoy continúa siendo una líder en la batalla y defensa por los animales, a impulsar una marcha que, al igual que la hecha contra las FARC, se levantara en voces rechazando a los maltratadores de animales, la primera marcha nacional contra el maltrato animal. Así nos conocimos y así empezó este camino.

Rosita fue una Beagle de aquellas que sale en comerciales de televisión y que muchas personas compran por su belleza, pero que luego abandonan por su exceso de energía, ella fue encontrada en las calles de Medellín arrastrando sus patas traseras, por lo que al parecer fueron golpes indolentes contra ella que lesionaron su columna vertebral, dejándola inmóvil de su cintura hacia abajo y con pérdida de control de esfínteres, además, tenía cercenadas sus cuerdas vocales. Su destino: la muerte; su realidad: otra diferente.

Así nació la Fundación ORCA, y hoy 3 de agosto celebramos diez años de existencia en los cuales la constante ha sido la intención de cambiar la conciencia de todos los ciudadanos a favor de los animales (de todos los animales, no solo perros y gatos). A pesar de que Medellín cuenta con una bancada al interior del concejo municipal que defiende a los animales mediante políticas públicas en contra del maltrato y el abandono, desde ese entonces empezamos a ver, con dolor, la gran cantidad de animales en las calles y las redes sociales se inundaban de pedidos en su auxilio.

Unidos por lo que generó esa marcha y la realidad de Rosita, nuestra fundación enarboló sus banderas y decidimos apostar por una propuesta diferente: ser la voz de aquellos que no tienen voz, compartiendo esa responsabilidad a todos los ciudadanos que cohabitamos con los animales este planeta. Decidimos ser una red de apoyo donde todos aportáramos según nuestras posibilidades, empoderando a cada persona de la necesidad de cambiar, de crear conciencia, a convertirse en hermanos mayores de estos seres que todos debemos respetar.

Desde allí empezamos a caminar con muchos bemoles, que han estado acompasados por la angustia, la tristeza, la desesperanza, pero que luego quedan vencidos ante el regocijo y la alegría, cuando logramos cumplir con la meta de cambiar una vida. En la actualidad contamos con alrededor de 1500 familias que han “acunado” en su hogar, a través de la adopción, a más de dos mil perros y gatos. Por nuestras manos han pasado más de once mil animales en diferentes situaciones, desde esterilizaciones, rescates, tratamientos, apadrinamientos y las mismas adopciones. Nos hemos vinculado, de una u otra forma, con muchas almas que a través de su mirada nos transmiten toda la angustia y la incertidumbre de no entender las razones por las cuales han recibido el inmerecido trato indiferente, agresivo e incluso violento por parte de quienes los domesticaron, arrebatándoles su libertad y con ella su dignidad.

Voluntarios, padrinos, adoptantes, hogares de paso, benefactores, un sinnúmero de personas maravillosas que hemos conocido a lo largo de este proceso, sin los que no hubieran existido posibilidades para muchos animales y a quienes agradecemos infinitamente. Hoy, diez años después de iniciado este recorrido, vemos con satisfacción el surgimiento de muchas otras fundaciones, el aumento de los hogares con perritos o gatitos, el incremento de los hogares de paso y damos gracias a una sociedad que lo ha permitido.
Es imposible pasar por alto los recuerdos de pequeños peludos que se anclaron en nuestros corazones:
Milagros (canino). Agresiva como respuesta a sus miedos, con un cáncer de mama metastásico causado por la no esterilización. A pesar de su destino ser la eutanasia, los médicos tratantes nos permitieron darle la posibilidad de vivir sus últimos días en un hogar. Allí se reencontró con el amor, se volvió amorosa, engordó a pesar del dolor, disfrutó, estuvo incluso en una fiesta de cumpleaños perruno y el día que consideró que ya había cumplido su deber de perdonarnos, decidió marcharse tranquila, seguramente dándonos las gracias por haberle recordado que aún hay personas buenas.

Janis (canino). Arrojada vilmente al metro de Medellín que “afortunadamente pasó de lado” arrebatándole gran parte de tejido muscular y de piel. Su proceso de recuperación fue extenso y fatigante, pero finalmente encontró un hogar.

Ramirito (canino). Atropellado en el noroccidente de Medellín, debió permanecer inconsciente en la calle por varias horas pues nadie se apiadaba de él. Llegó con trauma craneoencefálico y duró en coma casi tres días, tenía fracturas de costillas y trauma en el hígado. Requirió varias cirugías y un proceso de cachorro para volver a aprender a caminar. Encontró un hogar.

Niña María (canino). Llegó viejita a nuestras manos abandonada por personas de un circo. Una displasia de cadera la fue dejando discapacitada y una falla cardiaca fue consumiendo su cuerpo y sus ganas de vivir, fue una de las despedidas más tristes que hemos tenido que afrontar pero murió rodeada de voluntarias de la Fundación que le recordaron que fue amada y que siempre la íbamos a recordar.

Tiramisú (felino). Su humano falleció y quedó a merced de un barrio donde lo maltrataban y abusaban de él. Positivo a sida felino y con una artrosis severa que le mermó su capacidad de deambular y movilizarse por sí mismo. Encontró hogar, pero al poco tiempo falleció. Estuvo en la Fundación algunos años pero se fue conociendo el amor de un hogar.

Franco (canino). Muy pequeñito fue arrojado a una cañada en un costal. Llegó con una desnutrición severa y solo nos acompañó dos semanas, en las cuales pudo compartir con nosotros y sentir el amor que le quitara sus miedos. Un moquillo, por no estar vacunado, nos lo arrebató.

Y así con ellos: Vicente, Tola, Clementina, Niño, Peluche, Tiger, Girasol, Mono (muchos de ellos), Lola, Maggoo, Maggie, Pedro José, Paco, Tutty, Darwin, Newton, Pepe, Juno, Mambrú, Luchi, Akira, y muchos más que jamás alcanzaría a nombrar.

Hemos tenido aciertos, hemos tenido errores, pero lo más importante es que hemos amado y enseñado a amar, hemos cambiado vidas y ellos nos las han cambiado a nosotros y seguimos aquí, luchando por la reivindicación de los derechos de los animales, esperando que cada vez más personas se unan y nos ayuden a cambiar la realidad de muchos peluditos que aún están en las calles esperando por el anhelado momento de una cátedra de respeto animal en Colombia y un compromiso real ciudadano y estatal por ellos.

Esta ha sido mi columna más larga, pero en homenaje a ellos vale la pena.

Fundación O.R.C.A
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Redacción Minuto30

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