Dictadores en el siglo XXI

Si comparamos el momento actual con el de hace 100 años o más, en muchos aspectos, el mundo ha tenido avances que le han traído bienestar a la humanidad: se tratan y se curan enfermedades que antes no tenían esta consecuencia; se ha aumentado la expectativa de vida de los seres humanos; se han construido obras de infraestructura de gran envergadura que han facilitado el transporte de mercancías y mejorado las condiciones de vida de millones de personas; los medios masivos de transporte son cada vez más seguros y rápidos; ciertas tecnologías merecen admiración; es más fácil pronosticar algunas catástrofes naturales, entre otros muchos que redundan en beneficio de las sociedades.

En lo que tiene que ver con formas de estado y sistemas de gobierno, los tiempos modernos también nos han mostrado que dictaduras de izquierda o de derecha, estados comunistas, regímenes autocráticos, o en los que rigen sucesivas e indefinidas reelecciones del presidente, en lugar de traerle prosperidad y bienestar a sus pueblos, los ha arrastrado a la desgracia, a un mundo sin esperanza y en el mejor de los casos, a ver disminuidas las condiciones esenciales para vivir libremente en una sociedad, como por ejemplo, no poder expresar las preferencias políticas o aún religiosas, no poder acceder a un cargo o empleo si no se tiene determinada militancia política, persecuciones de todo tipo, incluso tener que exiliarse, cuando se puede, porque el régimen persigue y asfixia de tal manera que no queda otra alternativa.

Los ejemplos abundan: Corea del Norte, Venezuela, Bielorrusia, Siria, Cuba, Nicaragua, Cuba, algunos países africanos como Zimbabwe, Sudán, Chad y Angola. Una característica importante de este tipo de regímenes es que se trata de países pobres o con poca tradición democrática, es imposible encontrar en un país civilizado y del primer mundo esta clase de estados y de gobiernos. Por eso es que llama tanto la atención, que como muchos otros, bajo la apariencia de una democracia, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, frente al que ya no hay duda del dictador que es, se haya hecho elegir presidente de este país por cuarta vez. No hizo campaña política y los principales opositores políticos con opción de hacerle algún daño en las urnas, fueron inhabilitados, obvio, a instancias de Putin. Lleva 18 años en el poder, con la nueva elección se asegura otros seis más y nadie sabe cuántos más estará en el poder.

Se ha dado el lujo de perseguir, inhabilitar y hasta encarcelar a opositores políticos suyos; de asesinar ex espías rusos en territorio extranjero donde han pedido asilo, como en el Reino Unido y también en la misma Rusia; anexó a su país, mediante la fuerza y violando cuanta norma internacional existe al respecto, la república de Crimea y la ciudad de Sebastopol; ha apoyado decidida y abiertamente a Siria, cuyo gobernante es un dictador directamente responsable de más de doscientos mil muertos, casi todos inocentes, país que está en guerra civil desde hace siete años, porque el pueblo quiso que el sátrapa, Bashar al Asad, dejara el poder y permitiera elecciones libres; es amigo incondicional de Irán, que apoya grupos terroristas. Y aunque ha recibido sanciones, especialmente de tipo económico, nada parece disuadirlo y no se avista nada ni nadie que pueda detenerlo, como sucede en los demás países.

En muchos casos, el directamente responsable de que estos gobernantes surjan o se perpetúen en el poder es el pueblo, porque cansado de las mismas pilatunas de los políticos de siempre, opta por darle la oportunidad a otro que termina siendo peor que el mal que se quería corregir o erradicar; en otras ocasiones es el dictador en ciernes que se toma el poder a la fuerza.

A diferencia de tantos y tan satisfactorios avances y descubrimientos en favor de la humanidad, en materia de gobernar a las masas se ha retrocedido, las experiencias pasadas en muchos países para nada han servido, se sigue pensando que existen salvadores que llevarán a sus pueblos al paraíso, cuando la historia y el presente muestran que esta clase de regímenes llevan a sus gobernados, con toda seguridad, al infierno.