Lugar común es decir que el día de la madre son todos los días del año. No se les quita la razón, aunque suena algo demagógico; al estilo de algunos políticos cutre que muestran la escasa moña de entrada. Las cosas grandes merecen un momento para celebrar: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;…”, dice el Eclesiastés, en un texto bellísimo, titulado El momento oportuno.

Celebrar a la madre, merece un momento oportuno, y su día clásico no puede pasar inadvertido, así la muchedumbre o la pandemia, o el paro, o el decreto, digan que es todo el año, u otro día. El día 9 de mayo, fecha señalada históricamente, con causa justa para celebrar a la madre, es el referente de bendición, de amor, de lealtad y respeto por la madre. Es el día en que nuestra esencia humana se vuelca hacia el ser que nos dio y nos da todo desde el vientre materno: ternura, afecto, alimentación, protección y educación.

Y en estas categorías, la madre actúa acorde y respetuosa de los códigos de la naturaleza. Estas categorías hacen de la madre un ser universal; ya sea visto desde el mundo animal, o desde el llamado Homo Sapiens, como lo define humildemente la enciclopedia Wikipedia, “una especie del orden de los primates perteneciente a la familia de los homínidos”.

Pero volviendo a la madre, a nuestra madre, a la madre del ser humano, específicamente: digamos que es un momento especial para celebrar a una mujer de atributos extraordinarios, que desde el vientre materno se nos hace intima, inigualable, hermosa, aunque el tiempo y el esfuerzo por cuidarnos y amarnos dibuje en su rostro y en su cuerpo, surcos de arrugas y heridas, de un trabajo diario, firme, fiel, 7-24 como dicen ahora, sólo por vernos felices, sin afujías, haciéndonos sentir amados.

Haciendo eco de estos atributos, el poeta peruano Rafael Carvajal Guzmán (1818-1881), escribe y pregunta:

“Sólo la madre amorosa,
de sus hijos cuidadosa,
yace en vela;
y a su afecto reverente
es, de la vida inocente,
centinela.

¿Qué del hombre sucediera,
si a su lado no tuviera
en la infancia,
de una madre el dulce anhelo,
sus caricias, su consuelo,
su constancia?”.

Imposible dejar pasar el mes de mayo, sin escribir sobre la madre en su fecha clásica. La madre es una figura bellamente afincada en el alma; llevada como un ícono en el corazón, recordada, venerada por siempre, y más aún en Antioquia donde los hogares, de simple e indiscutible esencia maternal, están formados y sostenidos alrededor de la cálida esencia y presencia de la madre.

Cómo es de hermoso ver que año tras año, la imagen de la madre se dibuja en todo su esplendor y en toda su ternura, en todos los confines del mundo, y que los creadores de belleza, los escritores, los poetas, los pintores, y en general los artistas, hermosean a diario su figura; llenan a páginas y lienzos con lo mejor de su magín, su sensibilidad y su arte. Por ejemplo, en La Odisea, el canto épico de Ulises, Omero nos presenta a Penélope, la madre de Telémaco, como una madre amorosa y excepcional, tejiendo y destejiendo su mortaja en espera de su amado esposo, antes que desposarse con otro rey, distinto al padre de su hijo.

Feliz día para todas las madres; feliz día para mi madre, que (aunque fallecida) sigue viva y hermosa, como cuando tenía 18 años y estaba enamorada de mi viejo, Alcides.

La opinión del autor de este espacio no compromete la línea editorial de Minuto30.com

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Redacción Minuto30

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