En los últimos 20 años, antes que Quintero llegara a la Alcaldía, Medellín venía experimentando un flagelo, llamado “Fenómeno de las ciudades estatua”, una condición social donde el desarrollo y el crecimiento se sumen en un estancamiento y los índices de pobreza, desigualdad y desempleo se disparan. Las causas del fenómeno de la estatua son diversas, generalmente provienen de una mala administración, en el caso Medellín obedecen a la conjugación de varios hechos que relataré en la presente columna.

Entre 1850 y 1950 Antioquia vio nacer grandes empresas, forjadas con base en una estrategia de asociación de capitales vinculados a pequeños y medianos proyectos industriales. Estos proyectos permitieron a compañías, en su mayoría de orígenes familiares, aprovechar las oportunidades que la economía colombiana del momento ofrecía y convertirse en grandes sociedades generadoras de empleo y transformación social, así nació el denominado Grupo Empresarial Antioqueño.

Para crecer, los empresarios asociados a dichos capitales, encontraron potencial en la construcción del tejido empresarial, la premisa de la época era: “sin una base económica y social favorable en la región, no existiría un desarrollo empresarial”. Entonces crearon alianzas con los gobiernos locales y empezaron apoyar el crecimiento de la ciudad.

Esto explica que hoy Medellín sea una ciudad referente a nivel internacional por su desarrollo institucional y empresarial, muestra de ello es que hoy la ciudad cuenta con un conglomerado público de más de 30 empresas e instituciones, que le prestan servicios a la ciudad, en todos los sectores de la economía, y en tamaño es el segundo conglomerado público más grande del país luego de Ecopetrol.

“El fenómeno de la estatua” inició en la Alcaldía de Fajardo, cuando los síntomas de una crisis de liderazgo en la ciudad se hicieron evidentes. El hecho de que los prohombres del GEA heredaran el control de las empresas en buenos empleados, cambió la motivación de los nuevos líderes que dedicaron su vida y obra a dejar de imaginar el futuro, tratar de comerse el presente y proteger los legados del pasado, sin percatarse que el mundo estaba cambiando.

Entonces, se dedicaron a la renta del capital de sus empresas, iniciaron un plan para incrementarlo, y en ese camino cayeron en el proteccionismo extremo. Esta situación llevó a que en la ciudad proliferarán y se enquistaran monopolios y carteles. Estas estructuras no solamente han afectada el tejido empresarial de la ciudad, sino que además han ido en búsqueda de los recursos públicos.

Muestra de la estrategia que han implementado estos grupos empresariales por cooptar la institucionalidad de nuestra ciudad es la creación de una alianza publico privada llamada Comité Universidad, Empresa, Estado, para lograr que el talento de los territorios se quede en sus empresas y se financie con el erario público. Otro hecho que demuestra la captura de lo público en Medellín es que las empresas del GEA se ganaron la ejecución del proyecto más importante de EPM (Hidroituango) y ahora están haciendo miles de jugaditas para ocultarle a la gente el inmenso daño que hicieron con la vergonzosa ejecución de esa obra que ya todos conocemos.

Hoy, por lo tanto, los recursos económicos de la ciudad se encuentran distribuidos inequitativamente, favoreciendo a aquellos que valoran la generación de utilidades, a costa inclusive de la ciudadanía y el medio ambiente. El actual alcalde llegó a despertar la estatua y a inspirar con la capacidad de construir el futuro. Estas acciones valientes tienen a los causantes de esta catástrofe social y económica desesperados, tanto politiqueros tradicionales, como empresarios y líderes gremiales con intereses dudosos, se han confabulado para intentar tapar malos manejos y errores cometidos contra Medellín, incluso han llegado a influenciar a periodistas para que se hagan los desentendidos y así mantener engañada a la gente.

Alcalde, para despertar a la estatua hay que hacer que las cuatro empresas y los diez políticos que están en deuda con la ciudad, paguen. Al mismo tiempo hay que empoderar a esa inmensa mayoría de empresarios honorables que hoy aún creen que, una sociedad no crece sino crece su empresa, pero que una empresa no crece sino crece su gente.

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Redacción Minuto30

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