Benditas modas que nos trae la sociedad, esas que cuando llegan tenemos que ponernos a tono con ellas y cuando se van, cuando “pasan”,  hay que esconder las fotos porque no sabemos qué poderosa razón nos impulsó a usarlas.

Por: Ángela María Falla Munar*

En este momento histórico, en donde se reivindican la inclusión y la pluralidad por un gran porción de la sociedad, el lenguaje incluyente se utiliza como una moda, quienes hacen uso de ese “todas y todos” en muchos casos ignoran su verdadera esencia o sentido.

Hay que saber sobre sexismo que: “Es la discriminación hacia las personas de un sexo por considerarlo inferior a otro”[1]. Esta práctica cultural que atribuye valores diferentes a hombres y mujeres en razón de su sexo es utilizado en todas las esferas de la sociedad, la familia, el entorno laboral, el colegio, los medios de comunicación, etc., y se expresa como discriminación en todos los modos de comunicación, se efectúa por las distinciones jerarquizadas que ubican en una parte superior a lo masculino y minimizan o anulan lo femenino.

Revisemos el siguiente caso: en un salón donde se encuentran mujeres y hombres reunidos, un hombre hace el siguiente comentario: “claro como todas las mujeres son brutas para manejar”, una sonora carcajada masculina resuena en el recinto; una de las mujeres dice que respeten la presencia de ella y sus compañeras, pero el ofensor se justifica diciendo que es un chiste.

Esta escena se repite todo el tiempo y en todas partes, esos “chistes” son una forma de reforzar estereotipos y perpetuar la discriminación.

Así mismo, en la utilización de imágenes como un modo de comunicación también persiste el sexismo: los hombres figuran como “ejecutivos”, las mujeres son representadas como secretarias. Se destacan las mujeres que responden a estereotipos de belleza (altas, delgadas y ricas), haciendo uso del cuerpo de la mujer como objeto sexual. Se pone en competencia a las mujeres por la aprobación masculina, entre otras. No se quedan atrás las expresiones corporales, por ejemplo la utilización de gestos femeninos para ridiculizar a las mujeres o a los homosexuales.

“El uso no sexista del lenguaje forma parte de lo que se llama lenguaje incluyente, inclusivo o integrador, que en si mismo abarca muchos otros conceptos más allá de los sexismos, más complejos en su desarrollo y comprensión, como la religión, culturas, tópicos, inmigración o razas, entre otros aspectos.”[2]

En este orden de ideas se puede identificar tres elementos que impiden la utilización del lenguaje incluyente: pereza, insensibilidad y desconocimiento. ¿Pereza al escribir o economía del lenguaje?, ¿Insensibilidad en temas de igualdad, de equidad y no discriminación? y ¿Desconocimiento? Todas estas justificaciones se pueden vencer, hace parte de empezar a identificar el sexismo en nuestras prácticas y cambiar nuestras costumbres y cultura.

Se deben estar preguntando y ¿para qué? Serían muchos motivos que puedo utilizar, pero, simplemente voy a citar tres: visibilizar a las mujeres, visibilizar la diversidad y promover la equidad de género. La primera es la transformación en nuestra sociedad de nombrar lo silenciado por milenios, una deuda histórica con nosotras las mujeres. Al visibilizar la diversidad estamos promoviendo: el respeto, la solidaridad, el no discriminar y saber escuchar. El motivo número tres que se refiere a la equidad de género que ubicada en el tema del lenguaje pretende modificar los esquemas de percepción y construcción de la realidad, contribuyendo a que se integre la igualdad, no hay que ponderar más los sistemas de inequidades.

Aspiro a que esos tópicos que impiden su utilización sean vencidos, que más que el peinado alf, el globito o el blower, los zapatos de suela blanca, las converse o las botas machita o la lambada, el regueton o la macarena, ésta “moda” del lenguaje incluyente perdure por el profundo sentido transformador que este conlleva.

 

*Abogada Universidad Libre, Representante Legal Colectivo de Mujeres Jóvenes.

 

 


[1] Ugalde Benavente Yamileth, Morales Delgadillo Aurora, y otros. Diez Recomendaciones Para el Uso no Sexista del Lenguaje. CONAPRED. Segunda Edición. México 2009 Pag. 26.

[2] Argullo Garcia Xavier. Guía Rapida para un Lenguaje No Sexista. www.BlogResponsable.com

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Redacción Minuto30

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