El 10 de mayo se conmemora el día del médico veterinario en Colombia, fecha de particular relevancia para quienes trabajamos por los animales y una fecha que debería invitarnos a evaluar el grado de importancia que le damos a una profesión que genera muchas satisfacciones toda vez que los animales cada día se convierten en seres importantes dentro del engranaje familiar a la par con el concepto jurídico de familia multiespecie.

La medicina veterinaria ha sido un oficio practicado empíricamente desde hace muchos años, paralelamente a la evolución de las civilizaciones. Existen evidencias dentro de los dibujos rupestres y otras manifestaciones culturales de la antiguedad en la India y en Egipto.

El Papiro Kahum, encontrado en Egipto con descripciones de la práctica ginecológica, se cuenta con algunos detalles relacionados con el diagnóstico inicial y tratamiento de algunos animales. De igual forma el Código de Hammurabi, muy famoso en nuestra historia, describía derechos y obligaciones de la profesión veterinaria, en el manejo y tratamiento de animales.
Civilizaciones como la egipcia que contaba con algunos animales como objeto de sus adoraciones, generaron dentro de su haber la búsqueda de acciones que garantizaran la calidad de vida de ellos, de igual forma, que en otros ámbitos se buscó prevenir el contagio de enfermedades desde los animales hacia los seres humanos.

Los animales han sido cosificados históricamente, infortunadamente han sido víctimas de vejámenes en aras del homocentrismo que busca el beneficio propio a expensas de los demás seres vivos y recursos naturales. En algunas sociedades y aún (lastimosamente) al día de hoy, el trabajo con los animales estaba encauzado a la detección de enfermedades, prevención de otras y la búsqueda de tratamientos específicos para humanos; En la antigua Grecia, las vivisecciones y otras prácticas cruentas fueron generalizadas en aras de aportar conocimiento y desarrollo para los humanos; esto se consolidó con la frase de Louis “La medicina cura al hombre, la veterinaria cura a la humanidad”.

En Colombia, la medicina veterinaria llegó a finales de los años mil ochoscientos; Claudio Vericel fundó la primera escuela oficial de Veterinaria con la UNAL en 1885, la misma que debió de ser suspendida en razón de la guerra de los mil días y su reapertura se realizó un 10 de Mayo de 1921, por lo cual se estableció dicha fecha para la celebración de la profesión.

A pesar de llevar tan poco tiempo en nuestro país, la relevancia de su impacto, ha hecho que se vayan organizando temas jurídicos que permitan la reglamentación necesaria para las buenas prácticas de la profesión. Así, se fundó el Consejo profesional de Medicina veterinaria y zootecnia, que se constituye en el órgano rector del ejercicio legal en Colombia y ante el cual deben estar adscritos todos los médicos para poder ejercer su labor.

De igual forma, ley 576 de 2000, se encargó de generar mayor responsabilidad en la práctica médica y ayudar a los veterinarios a establecer lineamientos que puedan ampararlos de mala praxis y otras situaciones que afecten el resultado de su labor; así, se creó el Tribunal Nacional de Ética veterinaria.

Como podemos ver, desde el ámbito legal y académico hay claridad respecto a las responsabilidades e importancia de la profesión, sin embargo en muchas ocasiones los profesionales se ven en encrucijadas complejas que hacen que esta labor sea catalogada en la medicina mental como una de las más riesgosas de trastornos de este tipo, dado que el grado de presión que reciben sus ejecutores es alto; por un lado está el paciente que siempre va a despertar una serie de pasiones y afectos para quienes exhiban algún grado de conmiseración; de otro lado está el cliente que como puede ser respetuoso y paciente, puede llegar a ser exigente y demandante. En Colombia no hemos logrado apreciar la bondad de esta profesión, sino que pretendemos en muchos casos la gratuitidad de todos sus servicios olvidando toda la validación requerida, la capacitación en sus años de formación, la responsabilidad que los acuña desde el orden jurídico frente a las atenciones brindadas y otras muchas más.

Si bien es cierto, la responsabilidad social hace parte del deber ser de cualquier tipo de profesión e incluso de cualquier individuo en el marco de una sociedad donde el principio de armonía y la consideración debería ser norma; Sin embargo, no tiene que ser una obligatoriedad asfixiante que olvide el grado de dignificación de la profesión que con altura nos atiende; aplaudo la capacidad que tienen muchos profesionales de asumir como propio algunos casos clínicos que llegan a atender.

Como en todo, hay profesionales buenos, y otros no tan buenos y lo peor, hay teguas que intentan realizar procedimientos sin ningún tipo de conocimiento, ética o conmiseración por estos nobles seres; cosa que hemos permitido irresponsablemente al no validar la legalidad de los centros de atención, la idoneidad del médico y al no respetar el valor que los animales como seres vivos deben ostentar.

Este mensaje en aras de generar un poco de conciencia en nosotros los clientes que asistimos a consultas en búsqueda de conocimiento y sanidad para nuestros animales. En torno a la responsabilidad que como acudientes debemos tener y en beneficio del respeto a los profesionales que nos atienden. En nuestras manos está la calidad de la atención que nuestros animales de compañía reciban.

Felicitaciones a los médicos veterinarios en su día, a los que entendieron la naturaleza de su labor, la importancia que denota en este medio y a los que aportan día a día por ese cambio cultural a favor de los animales en su reconocimiento como seres vivos.

Un saludo especial a los médicos veterinarios de Petservice que con tanto amor, atienden a los peluditos de la Fundación ORCA.

Fundación O.R.C.A
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Redacción Minuto30

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