¡Defender lo público! ¿Quién puede estar en desacuerdo? Desde luego cuando la política se hace desde este tipo de axiomas no puede haber un desacuerdo, de hecho, se traza una demagógica línea entre los defensores de lo público y los destructores de lo público, defender lo público, pero ¿de quién defenderlo? Toda defensa se predica del otro, de otro muchas veces indeterminado o en el que se ubica al contradictor político con facilidad; una práctica común en estos días en los que parece imposible hacer alguna lectura o propuesta separándose de esa dicotomía judeocristiana del bien, no parece posible oír una voz política que no predique ser el bueno y que, por tanto, defiende todo – lo público, por ejemplo – de otro que por no ser quien predica esa defensa es, sin duda, el malo.

La ciudad enfrenta una discusión importante por estos días en lo que tiene que ver con la venta de las acciones que EPM conserva de lo que en su momento fue UNE telecomunicaciones y hoy es Tigo – Milicom.

Conviene que discutamos, que es defender lo público en esta coyuntura, sobre todo, sin dejarnos seducir por el argumento fácil de los buenos contra los malos. Muchos esperamos que el debate del concejo sea técnico y en defensa de lo público en general y no de un activo estatal en especial.

Aunque se ha dicho que el neoliberalismo es una expresión renovada de ideas de la economía clásica y que por tanto implica la no intervención del Estado en la economía, 40 años de neoliberalismo han demostrado que la práctica es distinta al discurso, el Estado ha mantenido su intervención, pero no para garantizar derechos sino para garantizar la rentabilidad de los privados que intervienen en servicios públicos. Una dinámica de subsidios que se ampara en la vulnerabilidad de los ciudadanos pero que recaen en la rentabilidad de las empresas privadas, es un modelo de captura de lo público, que destruye lo público sin apropiárselo con privatizaciones sino capturándolo.

El modelo de gestión de la ciudad de las últimas décadas ha entremezclado intereses públicos y privados, favoreciendo esa captura neoliberal; es decir lo publico al servicio del privado. Una gestión que implica riesgos para el patrimonio público y beneficios – como dicen en la calle pulpitos – para los inversionistas privados. Ese fue el mal negocio que se hizo con la primera venta de las acciones de UNE, un negocio que pone el patrimonio público como garantía de las decisiones de los privados, el cacareado gobierno corporativo: los privados toman las decisiones y el patrimonio público responde.

La situación de EPM en UNE debe ser resuelta en favor del patrimonio público y la decisión del concejo debe compadecerse con la defensa de lo público, sin duda, pero la reflexión sobre la defensa de lo público tiene que pasar por discutir en donde resultan más útiles esos recursos públicos ¿Cumpliendo el plan de desarrollo que este concejo aprobó o respaldando las decisiones que los privados multinacionales?

Hay que defender, sin lugar a duda, lo público; la reflexión que espera la ciudad del concejo es más profunda que la que proviene de un axioma sin contenido. Dejar de ser el “socio bobo” de los privados multinacionales en TIGO es, en esta coyuntura, proteger los intereses públicos y dotar a la ciudad de liquidez para superar las desigualdades generadas por ese modelo de cooperación público- privada y que la pandemia desnudó. Ojalá la decisión sea defender lo público, el interés de todos.

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Redacción Minuto30

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