El pasado 9 de febrero, el Club de la Prensa de Medellín, El Círculo de Periodistas y Comunicadores Sociales de Antioquia, Cipa; el  Círculo de Periodistas de Envigado, Cipe; la Asociación de Periodistas de Envigado, APE, entre otros, acompañados generosamente por los estamentos empresariales y sociales de Antioquia, celebramos con alegría y renovado compromiso, nuestro día clásico, el festivamente llamado: Día de Periodista.

Es conocido que el periodismo en Colombia nace con la publicación del Aviso del Terremoto y de la Gaceta de Santafé, en 1785, publicaciones estas que sólo se editaron una vez, pero que mostraron los conocimientos y las aptitudes rotundas de Manuel del Socorro Rodríguez, considerado el padre del periodismo colombiano. Seis años después, el mismo Manuel del Socorro funda un periódico, ya no limitado a una sola edición, y que se convierte en uno de los más importantes de la época en toda América Latina, primer periódico oficial de Bogotá, llamado entonces El Papel Periódico de la Ciudad de Santafé.

Desde la Colonia, pasando por la Independencia, el periodismo colombiano, fiel a la información veraz y a su responsabilidad social, denunciaba lo que sucedía con los ejércitos españoles y libertadores, así como con todas las injusticias que se vivían durante la existencia del Virreinato. Esta concepción del periodismo, en una época donde sólo podían hablar libremente quienes estaban a la cabeza del poder, condujo a varios personajes colombianos, entre ellos, Antonio Nariño, a ser desterrados del país.

En el año 2005, el periodista español Tomás Baviera, escribiendo acerca del libro Los elementos del periodismo, de los escritores y periodistas norteamericanos Bill Kovach y Tom Rosenstiel, razona así: “¿Para qué sirve el periodismo? Esta pregunta se hace más acuciante cuando se percibe una cierta pérdida de confianza por parte de los ciudadanos hacia los medios de comunicación. El interés público y el papel de vigilante del poder que han caracterizado tradicionalmente al periodismo parece que han dado paso al interés de la empresa y a la necesidad de lograr beneficios económicos.

Al tenor de lo anterior, nos recuerda la revista El Malpensante, en su edición N° 105 de febrero de 2010, página 12: “Hace años, en el curso de un almuerzo, Tomás Eloy Martínez le dijo a un miembro de El Malpensante, que un rasgo indeleble de los verdaderos periodistas es que alguna vez los hubieran despedido. El autor de Santa Evita no se refería, por supuesto, a los casos en que alguien es expulsado de una redacción por su incompetencia o su desidia. Lo que intentaba decir es que a veces la independencia crítica, el sentido ético y la vocación de informar lealmente al público resultan incompatibles con las ideas autoritarias de algunos medios, cuyo único norte parece ser la adulación del gobierno de turno y el mantenimiento del status quo. En esas circunstancias, decía Tomás Eloy, el despido, más que una ignominia, es un orgullo: literalmente, una medalla”.

A propósito de  los textos anteriores, preocupa hoy encontrar a un sector de la prensa, la radio y la televisión, dedicada casi que exclusivamente a los asuntos de policía, de crímenes, atracos, banalidades y fechorías de delincuentes de poca monta, complementado todo ello con modelos de barrio en poses abiertamente vulgares que poco o nada aportan a una comunidad presa de toda suerte de lacras sociales, y cumpliendo así un propósito maniqueo de intereses oscuros y capitales sucios, como lo es el de ocultar a la población la verdadera realidad del país; es una prensa, que por lo bajo, todo el mundo descalifica y que se solaza en una estúpida suerte de época dorada del “Yellow Kid”, origen de la llamada prensa amarilla, cuyo único objetivo es la riqueza a cualquier precio y el desinformar.

La lucha por una prensa de vanguardia tiene que mantenerse erguida en Colombia, no obstante que, luego del destierro sufrido por Antonio Nariño, ha sido larga la lista de profesionales caídos o botados vulgarmente de los medios, cuyos únicos delitos fueron el haber actuado con independencia crítica, sostenido el sentido ético de informar lealmente a la comunidad y el denunciar los vicios, la corrupción, y en general, los males de la patria.

El interés público, la verdad y el papel de vigilante del poder, como lo enunciara Tomás Baviera, ha de ser, sin discusión alguna, el faro que ilumine el quehacer de la prensa, en especial de nuestra prensa, ¡cómo no!, como su único y verdadero capital: su capital ético.

La defensa del periodismo libre, lo dijimos en las celebraciones del pasado 9 de febrero, debe ser una prioridad para la democracia. Es claro que la democracia sin la prensa libre, no existe; y viceversa: la prensa libre sólo existe en una democracia. Bajos estas premisas, todos debemos defender el periodismo. La prensa se debe a la democracia y la democracia necesita de la prensa, si quieren, ambas, fortalecerse día a día.

Así, tenemos claro que somos amigos de todos los estamentos sociales. Nos encanta y hacemos democracia, cuando contamos las virtudes del sector público y del privado; y nos duele, pero hacemos democracia, cuando denunciamos la corrupción y el saqueo, ya sea en el sector privado o en el público.

¡Todos a defender nuestra querida democracia; todos a defender al periodismo!

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Redacción Minuto30

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