Al fin y al cabo, se trata de la elección más importante de la historia reciente en el principal aliado del país y en la nación más influyente del mundo actual.

1:30 de la madrugada del miércoles. Ciudadanos de todo el mundo esperaban la tradicional declaración de los candidatos estadounidenses durante la noche electoral. Pero la intervención de la noche fue breve y diferente. Vino por Twitter, de la cuenta más polémica de los últimos tiempos: “Estamos a lo GRANDE, pero están tratando de ROBAR las elecciones. Nunca les dejaremos hacerlo. ¡No se pueden emitir votos después de que se cierran las urnas!».

Este trino del Presidente Trump fue una gran instantánea de lo negativo en su administración, donde no se parte de los hechos (pues se declaró ganador habiendo muchos millones de votos por contar y afirmó sin pruebas algo tan grave como un fraude electoral), donde se rompen paradigmas democráticos (al exigir que se frene el cómputo), se reacciona en caliente (tuvo que borrarlo para corregir un error de escritura)  y se replica una relación conflictiva con los medios tradicionales y no tradicionales, pues la propia red social alertó que sus mensajes podían ser «engañosos» y los ocultó parcialmente.

Aunque no sorprende esta actitud, teniendo en cuenta las constantes acusaciones anteriores de fraude en la campaña republicana y que era previsible un efecto espejismo originado en la gran cantidad de votos por correo, otros trinos y declaraciones han escalado la tensión durante estos días indicando que todo terminará en los tribunales y ojalá no, en las calles.

De esa manera, a la grave crisis sanitaria, económica y social que vienen padeciendo los EEUU, parece sumarse una grave crisis política. Está claro que más allá del conteo inicial, los dos candidatos se sienten ganadores. Sobre todo, que ambos electorados también están esperando se les declare victoriosos. Ya se observan en las calles protestas de lado y lado. Por tanto, el gobierno de los próximos cuatro años tendrá afectación en su legitimidad.

En este contexto, una Corte Suprema de mayoría conservadora que ha mostrado independencia, parece ser la única garantía.

Sin embargo, más allá de la contienda, estas elecciones han demostrado una gran dinámica de opinión donde se reconfigura la relación de los votantes con los grandes partidos, pues cada vez hay menos estados donde la victoria republicana o demócrata pueda darse por sentada.

También ponen de presente una preocupante fragilidad democrática en el país que nos tenía acostumbrados a ejercer de referente en esta materia, ya que pese a la masiva participación observada, existen serios cuestionamientos al diseño electoral, dificultades prácticas para legitimar las decisiones populares frente a toda clase de teorías conspirativas y especialmente temores fundados sobre la falta de garantías para que la transferencia del poder sea pacífica.

Ahora bien, vale la pena analizar los escenarios para Colombia. Al fin y al cabo, se trata de la elección más importante de la historia reciente en el principal aliado del país y en la nación más influyente del mundo actual.

Independientemente de quién reciba la bendición de la Corte Suprema, el futuro para Colombia a este respecto, se vislumbra complicado.

Lo anterior, más allá de nuestras coyunturas domésticas, porque aunque algunos políticos colombianos de todo el espectro ideológico han querido hacer ver que nuestra realidad interna significa mucho para la política estadounidense, tal vez sólo pueda decirse eso en época de elecciones.

Pues bien, si Trump consigue la relección, el Presidente colombiano tendrá un homólogo que ha intentado persistentemente disminuir la ayuda presupuestal del Congreso a este país. Negó su respaldo para el ingreso de Colombia a la OCDE y ha sido errático en su concepto sobre el acuerdo de La Habana, por el cual felicitó al gobierno colombiano calificando al proceso de paz de “fantástico”, pero que luego cuestionaría en campaña como una rendición al terrorismo. El apoyo de su administración lució cada vez más esquivo y menos fiable para nuestros intereses nacionales.

En efecto, Trump ha admitido abiertamente que maneja sus amistades a bandazos y la política exterior reciente de los EEUU ha estado marcada por un alto grado de personalismo presidencial, resultando en amenazas y halagos por partes iguales.

Sin embargo, sus políticas económicas y de relaciones exteriores permitirían contar con un aliado fuerte en circunstancias extremas. Sería un aliado poderoso pero inconstante.

Por otro lado, con Biden en el poder, Latinoamérica ciertamente tendría un lugar más prioritario en la política exterior de los EEUU. Biden fue un impulsor clave del Plan Colombia, del Tratado de Libre Comercio y ha dado muestras de considerar al país como la piedra angular de las relaciones entre los EEUU y América Latina.

Sin embargo, hay aspectos externos a la relación bilateral, que también interesan a Colombia, frente a los cuales Biden resulta un Presidente menos promisorio.

Bajo la administración del demócrata, EEUU puede perder más fácil la dirección o el control de varios asuntos de economía internacional, dejándolos cada vez más en manos del régimen comunista chino y propiciando por ende la inestabilidad y la incertidumbre internacional.

Además, aunque cese la guerra comercial contra China, Canadá y Corea del Sur, los cambios en materia de desglobalización y multilateralismo introducidos por la administración Trump parecen ser más duraderos, mantenidos por la contingencia sanitaria global.

De otra parte, el incremento en impuestos y en regulaciones para el sector empresarial en EEUU seguramente se traduciría en debilitamiento de la economía doméstica de ese país y por consiguiente, en golpes indirectos pero considerables para mercados como el colombiano, estrechamente relacionados con este en términos de comercio trasnacional, financiación e inversión.

Como tercer aspecto preocupante, en relación con el régimen dictatorial venezolano y sus desastrosos efectos sobre la región, las políticas de Biden pueden ser todavía más infructuosas que las sanciones económicas de Trump.

Incluso es probable que Biden como Obama, vuelva a apoyar la negociación a modo de única salida para lo que muchos insisten en interpretar como una simple crisis de legitimidad.

Esto, siendo lo más probable que la administración demócrata prefiera evitar confrontaciones con Rusia y Cuba, rehuyendo molestar de cualquier forma a los forajidos que mal gobiernan bajo esos auspicios. Como se ve, un aliado constante pero debilitado.

En suma, Colombia tendrá como principal aliado a un gobierno que apuesta fuertemente por el dinamismo, el pragmatismo y la agilidad o a uno que apuesta casi todo por la estabilidad, la conciliación y la reflexión. Aunque no podremos elegirlo y aunque sea difícil lograr un consenso, indiscutiblemente debemos prepararnos.

Colombia debe estar buscando un posicionamiento estratégico urgente para remar los próximos cuatro años en corrientes que con toda seguridad traen oportunidades, pero también muchos peligros ocultos.

Por eso, a la pregunta que tanto se ha hecho sobre qué candidato conviene más a Colombia, la respuesta no debería ser monolítica, ideologizada, reduccionista y ligera, sino que depende de lo que estemos hablando.

Es de esperar que Colombia aproveche toda la información y perspectiva que se tiene respecto de lo que sucede al norte del hemisferio y tome una posición más meditada, activa y propositiva en la gestión de los temas que nos interesan. Entre tanto, el mundo contiene la respiración.

@ortegasebastia1

 

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Redacción Minuto30

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