Más de una vez hemos escuchado que no tenemos democracia. Que nuestras instituciones no funcionan. Que prácticamente vivimos en una dictadura sin oportunidades. Que no hay garantías para cuestionar al poder. Que nos gobiernan los mismos de siempre y que es demasiado difícil salir adelante.

Y sí, quizás en ocasiones sobran los motivos para pensar así. No vivimos en un paraíso y ciertamente hay muchos aspectos por mejorar. Sin embargo, si algo ha quedado demostrado a lo largo de las últimas dos décadas es que Colombia, con sus profundas imperfecciones, es una democracia que funciona.

No digo esto como un discurso electoral ni como una frase cliché para ocultar los retos que todavía tenemos, sino como resultado de un análisis objetivo del devenir del País. Por ejemplo, afortunadamente ya superamos esa etapa donde más se demoraban los líderes políticos en anunciar candidaturas presidenciales que en ser asesinados.

Además, tanto la izquierda como la derecha han ejercido la oposición con garantías y a nivel local y nacional hemos tenido transiciones pacíficas de poder donde han intervenido todas las corrientes políticas, a tal punto que hoy en día el Gobierno y las tres principales ciudades del País son dirigidas por grupos alternativos.

El periodismo de investigación ya no implica una ruleta rusa para los profesionales que son capaces de publicar fuertes denuncias y claramente la calidad de vida de hoy es mucho mejor que la de hace dos o tres décadas.

De hecho, la solidez de nuestras instituciones ha permitido que independientemente de los cambios de gobierno se logre seguir adelante con proyectos comunes que benefician a la Nación. El impulso de la infraestructura terrestre, aeroportuaria y marítima del País durante los últimos 20 años ha incrementado notablemente la competitividad de nuestras empresas y el mejoramiento de las condiciones de seguridad ha sido el principal atractivo para que nuevos flujos de inversión lleguen al territorio nacional.

Colombia es hoy en día una de las economías más atractivas de la región y el crecimiento en los indicadores financieros también se ha traducido en mejores índices sociales. Si revisamos los números de pobreza y pobreza extrema, analfabetismo o muertes por desnutrición nos vamos a dar cuenta que en todos estamos mucho mejor que a comienzos de siglo, inclusive teniendo en cuenta el impacto que nos causó la pandemia.

Por eso, es vital que no demos la democracia por asegurada y la cuidemos activamente. El Presidente Reagan solía decir que la libertad nunca está a más de una generación de la extinción, lo cual es absolutamente cierto.

Las condiciones actuales representan un reto grandísimo para los gremios, los partidos, los medios y el mismo Estado. De la forma en que cada uno de los actores involucrados, comenzando por la propia ciudadanía, actúen para participar, controlar y deliberar en las actuaciones de la institucionalidad dependerá que a futuro podamos seguir narrando una historia positiva.

El poder es la herramienta para lograr las grandes transformaciones sociales, pero sin control alguno también se puede convertir en un verdadero peligro. Para que funcione debe estar limitado por unas reglas de juego que se respeten y por unos contrapesos que actúen a tiempo. Y eso solo se logra en un contexto democrático.

En últimas, si cuidamos nuestra democracia, cuidamos a Colombia. El País que le vamos a dejar a las nuevas generaciones dependerá en buena medida de lo que hagamos en estos momentos y de cómo actuemos a tiempo para participar cuando sea necesario. Tenemos que ser deliberantes, enérgicos y firmes. De lo contrario, si nosotros no nos preocupamos por lo nuestro, nadie más lo hará.

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Redacción Minuto30

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