Los demás te tratan justo como tú permitas.

Cuando te das tu lugar todo cae en su justa perspectiva. Escucho a tantas personas decir, por ejemplo, soy una infeliz en mi relación con mi pareja, pero siguen allí. Otros que se quejan de su jefe, que detestan su trabajo, pero no buscan otro. Estoy plenamente convencida que es de nosotros que depende nuestra vida y nuestras relaciones. De ti depende si te quedas en esa relación nociva o si te vas. De ti depende si te quedas en un trabajo que no te gusta o si buscas otro mejor. Sin embargo, no es tan fácil el proceso para lograrlo, pero se puede. Lo digo por experiencia propia. Cuando estamos enamoradas, pensamos que la otra persona va a cambiar, nos quedamos allí por los años juntos, por el que dirán, por no estar solos. En fin, existen mil razones para justificarnos.

Un tiempo atrás, fui a un psicólogo motivada por la relación que tenía donde era maltratada por mi pareja. El psicólogo me dijo algo que cambió mi vida. Me pidió que escribiera dos listados, uno que dijera las razones para amar a mi pareja y otro que dijera las razones para no amarlo. Me sorprendí de que al escribir el listado de razones para amarte no sabía con certeza que escribir. En cambio, cuando escribí el listado de las razones para no amarte escribí sin poder detenerme muchas páginas.

Fue entonces cuando me di cuenta de que, sobre todo, debo amarme a mi misma. Que también, debo escribir un listado de razones para amarme a mí misma. Que no debo esperar a que otros me den mi lugar, sino que me corresponde a mí misma dármelo. Una vez lo hice mi vida cambió. Fue un proceso transicional doloroso pero a la misma vez poderoso.

En esa época, un día estaba con mi sobrino Franco quien era pequeño todavía. Franco se antojó de una bolita color violeta y lloraba en la caja registradora para tenerla en sus bracitos. Quise plasmar ese momento y tomé una fotografía tamaño 2×2 de ambos con la bola. Cuando vi la foto quedé impresionada al ver mi mirada. Para ese tiempo, usaba muchas gafas para ocultar mi tristeza. Pues mi familia no sabía lo que vivía en mi intimidad. Esa mirada tan triste, con los ojos rojos de tanto llorar me dieron como una bofetada. Desperté. Me dije a mi misma que yo había nacido para ser feliz, no para sufrir. Que si estaba en una relación que no me daba felicidad tenía todo el derecho del mundo a irme. A ser feliz conmigo misma.

La gota que colmó la copa fue cuando hablé con mi tío Genaro. Me dijo algo que me impactó: Haz lo que te haga feliz a ti. Olvídate de lo que los demás puedan pensar ESCUCHA LO QUE TU CORAZÓN QUIERE. Mi corazón quería libertad, paz, amor. Fue entonces cuando tomé la decisión de terminar una relación de más de una década. Fíjate todas las señales color fosforescente que tenía a mi alrededor. Pero nos negamos a verlas, por miedo. Desde ese día decidí darme mi lugar en la vida en todos los aspectos. En el plano laboral y en el personal.

Los demás te tratan justo como tú permitas. Así que por favor no digas como decía yo, es que el me deja sola, es que el esto o lo otro. No, es él, es que yo lo permití. Vive tu vida en libertad aún con o sin pareja. No permitas que te hieran, que te traten mal ni siquiera en un restaurante. No es cuestión de vivir a la defensiva, es cuestión de amor propio.

Cuando te das tu lugar en la vida es que comienzas a vivir la vida que mereces.

La autora es abogada, conferencista y agente de bienes raíces internacional. Visita su sitio web: www.latinasempowerment.com

Aquí más Columnas de Opinion

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio