Como en el coliseo romano, la multitud apasionada grita, alardea, corea a mil voces cantos para alentar los gladiadores en la cancha, que durante noventa minutos se batirán entre patadas y pelotazos por asestar un tiro certero sobre el pórtico. La multitud espera la recompensa del gol, mientras transcurre un cúmulo de voces que rebotan de un lado a otro de las tribunas. Sin duda, el espectáculo no es solo en la cancha, sucede en las tribunas, donde cada uno tiene un lugar para el coro que aprueba o desaprueba los acontecimientos que se desarrollan tras la esférica. Así trascurre el futbol en el estadio.

El estadio al igual que el coliseo romano, no es solamente un recinto de multitudes en el que se disfruta de un espectáculo, es también un lugar del litigio social en el que se expresan los climas políticos de las sociedades en el mundo. El coliseo reunía las festividades políticas y militares de los césares, sus triunfos, sus victorias eran engalanadas con batallas que representaban entre el metal de las espadas y la sangre en la arena de los gladiadores, las innumerables epopeyas del imperio. A coro el populo decidía si el gladiador vencido y aun jadeante, merecía la piedad del césar.

Este tipo de litigio sobre la vida o muerte de un gladiador se decidía con una suerte de coro democrático, con la que el emperador indicaba con su dedo pulgar arriba si debía vivir con la piadosa solicitud del vulgo o pulgar abajo, ser rematado en la arena como castigo colectivo de los asistentes al espectáculo. El coliseo era también un tribunal de la diversión que sentenciaba colectivamente la vida de los gladiadores, cuyo acto se denominaba coram populo, que según su raíz latina significa: “delante del pueblo”, queriendo decir “públicamente”, a la vista de todos.

Afortunadamente, el mundo ha cambiado un poco, ya no existe el coliseo romano, mucho menos los césares y los gladiadores. Nadie muere en la arena, pasado por el metal filoso de una espada, la vida o muerte de un guerrero ya no se define colectivamente a coro en las tribunas del coliseo.

El stadium goza de un mejor prestigio, puesto que sus usos son para la diversión y el espectáculo, aunque en la historia reciente no siempre han sido espacios neutrales de la política y las ideologías totalitarias del siglo XX: basta recordar los ajusticiamientos producidos por la dictadura en el Estadio Nacional de Chile, los cadáveres enterrados de opositores al régimen de la junta militar Argentina que se siguen buscando en los alrededores del Monumental o los campos de concentración que se instalaron en el Estadio Nacional de Uruguay y Paraguay en el desarrollo de la Operación Condor.

El stadium tampoco está exento de una historia trágica, no por ello dejan de ser lugares que concentran el fenómeno de masas más significativo de la vida moderna, que incluso agrupa un mayor número de personas durante tiempos específicos, motivados por la pasión y emotividad que producen los hechos deportivos, artísticos, especialmente los musicales. Como ayer en el coliseo, hoy el estadio sigue siendo un medidor de convocatoria social y del ambiente político que expresa un importante grupo de la población dentro y fuera de él.

Coram populo moderno

La atención se concentra en los estadios: una bandera de Palestina extendida en las tribunas de los recintos futbolísticos más emblemáticos del mundo, han logrado desafiar el veto mediático y político con el cual se ha querido ocultar el genocidio del régimen de apartheid del Estado de Israel en Gaza. El gobierno alemán y británico no han podido detener la indignación de sus ciudadanos al prohibir cualquier manifestación a favor del pueblo palestino. En las calles y en los estadios Palestina luce su bandera en las tribunas.

Un acto de acoso en plenas cámaras a nivel mundial le costó a Luis Rubiales, el expresidente de la federación nacional de fútbol de España, su puesto. La opinión pública de su país y a nivel global, sentenciaron en su contra, por conducta inapropiada tras besar a la jugadora española Jenni Hermoso durante la ceremonia de premiación, luego de lograr la victoria de la selección femenina de España ante Inglaterra, en la final disputada en Sydney, Australia, el pasado 20 de agosto. De nuevo los estadios se convierten en tribunales morales masivos para sentenciar en contra del acoso sexual.

Luis Diaz, el jugador de fútbol colombiano en Liverpool, tras anotar un gol en partido de la Premier League en días recientes, levantó su camiseta de equipo para mostrar un mensaje de petición de libertad para su padre, secuestrado por el ELN en la Guajira. Un estadio y sus espectadores sirvieron de medio para fortalecer la solidaridad mundial por la libertad y contra el secuestro del familiar del futbolista.

Los estadios son también los medidores de aceptación de los políticos. Abucheados desde las tribunas expresidentes, alcaldes, gobernadores, parlamentarios, senadores no se escapan del rechazo social justificada o no a su gestión. El coram populo solo espera la ocasión de la aparición de la cohorte que acompaña al político, para descargar la fuerza de sus coros de indignación. Allí, en el acto, no hay medición moral ni cálculos sobre las afectaciones que puede tener contra inocentes, los abucheos y rechiflas, no hay césar que indique el fin de la escena. Tan solo abandonar la tribuna es la única opción de los señalados en el tribunal colectivo de la multitud.

Estamos viviendo un fenómeno novedoso de la política, los estadios toman el protagonismo de la plaza y la calle para la protesta. El espectáculo se parte en dos: en el juego sobre la cancha y en el abucheo, la protesta en la tribuna. El resultado ya no solo importa en el rival que se enfrenta en noventa minutos, también la disputa social tiene espacio para manifestar a coro la fuerza de los acontecimientos que indignan o satisfacen la población.

Ahora la política asiste con más fuerza al estadio, allí se juega un partido la sociedad: se disputa la pasión, la expectativa del resultado anhelado, pero también se alinea a coro una emoción que determina la capacidad de cohesión de una sociedad sobre sus destinos presentes y futuros. Estamos en una etapa de una masificación comunicativa, que culturalmente encuentra en el estadio un centro de acción colectiva que no podemos menospreciar. Es allí donde también habrá que ganar la atención del populo.

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Redacción Minuto30

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