Limitarse a existir es negarse la oportunidad de vivir y disfrutar la vida plenamente. Todo en el mundo está orquestado perfectamente bien, dentro de un plan divino, y todo lo que vemos es el resultado de lo que pensamos y sentimos.

Muchas personas, a pesar de haber vivido en medio de la miseria, siempre están felices, alegres y sonrientes, disfrutando plenamente de lo que tienen en el momento, sin importarles lo que no tienen. Hoy es el día perfecto para plantearnos un interrogante: ¿Por qué esas personas pueden disfrutar plenamente sus precarias formas de vida? ¿Por qué tienen esa gran capacidad de asombro para gozar con todo y compartir lo poco que poseen, sin aferrarse a nada?

Todas estas personas nos enseñan la importancia de volver a lo básico, lo natural y lo simple, al igual que un niño cuando brinca feliz en un pantano, sin importarle la suciedad.

Debemos aprender a disfrutar no sólo lo que ante nuestros ojos es lindo, limpio y agradable, sino también aquello que es feo, sucio y desagradable, entendiendo que la belleza no está en el exterior, sino en el interior, en la forma de pensar, ver y percibir el mundo.

Regocijémonos diariamente con un atardecer, un nuevo amanecer, la sonrisa de un niño, el abrazo de un amigo, e incluso con aquello que para el resto del mundo es feo y desagradable.

Reflexiona y haz un alto en el camino. Pregúntate por qué algunas personas pueden ser tan felices viviendo en medio de tanta inmundicia, mientras que otras lo tienen absolutamente todo y viven tristes y amargadas, creyendo ser felices y sobreviviendo sin disfrutar a plenitud su vida.

El estado de conciencia natural que es el amor, se transforma a medida que vamos creciendo, pues nuestra mente, totalmente abierta al conocimiento empieza a absorber y percibir el mundo de acuerdo con lo que estamos experimentando a través de los sentidos, entrando en un estado en el que creamos una realidad basada en prejuicios, señalamientos y críticas constantes, que lo único que hacen es convertirnos en seres infelices y atados al qué dirán.

Es así como venimos al mundo totalmente libres, llenos de ilusiones y sueños, dispuestos a experimentar todo, pero de un momento a otro empiezan a encadenarnos y a llenar nuestra mente de culpas, temores, prejuicios y condicionamientos que no nos permiten percibir el mundo como es realmente, sino como los demás quieren que lo veamos.

Imagínate que te levantas temprano un domingo para hacer deporte y al pasar por un parque observas a un hombre en pantaloneta recostado en el pasto, con la cabeza hacia atrás y la boca abierta. Puedes pensar que es un deportista que subió rápidamente la montaña y está cansado, un borracho dormido, un hombre a quien atracaron, o alguien que medita o descansa plácidamente. Cada uno de nosotros ve las cosas según lo que tiene en su mente y en su corazón. Debemos entender que el mundo en que vivimos está perfectamente bien, pero si nuestra mente está turbia lo percibiremos opaco, o como un mundo lleno de miedos y angustias. Es entonces cuando ese condicionamiento, que yo considero un virus letal y al cual hemos sido sometidos desde niños por nuestros padres, maestros y por la sociedad en general, puede afectar la mente y hacer que centremos nuestra felicidad en aquello que pasa en el exterior y no en el interior de nuestro ser.

Este virus ha sido propagado a lo largo de la historia de la humanidad, por los mismos hombres, para manipular, condicionar y conseguir el poder, por temor de perder su influencia sobre los demás, generando doctrinas y cadenas limitantes que perturban la mente humana y la llevan a estados emocionales antinaturales con efectos como la depresión, el odio, el rencor, la venganza y la frustración.

Los diversos virus que nos atacan a lo largo de nuestras vidas provienen de las creencias y pensamientos de nuestros padres, de nuestros maestros, de nuestros compañeros, de los medios de comunicación y de la misma sociedad, quienes en su afán por manifestarnos su amor y educarnos, nos hacen parte de las creencias que han recibido a lo largo de sus vidas.

La única manera de erradicar este virus es atacarlo desde su proceso de incubación, evitando que siga creciendo, atacando y convirtiendo nuestra vida en una eterna búsqueda de algo que nos llene ese gran vacío espiritual, sumiéndonos en un estado permanente de inconformidad debido al miedo albergado en nuestro ser.

Hoy debemos preocuparnos menos por lo que tenemos que hacer y tener, y pensar mucho más en lo que tenemos que ser, porque cuando nuestro ser está en armonía sólo el amor y la bondad brotan de él, y así todo lo que hagamos, al ser hecho con amor, será maravilloso. Esto con la finalidad de permitir que el antivirus entre en nuestras vidas, y de obtener los cambios necesarios para alcanzar paz y armonía interior.

Así, la manera para transformar tu pensamiento y dejar de lado el virus que has alimentado por años, está en abrir tu mente, contemplar y meditar, desaprender y volver a aprender.

Recuerda que lo único constante es el cambio y cada ser humano tiene una visión y un mapa de la realidad muy diferente, de manera que el mejor regalo que le podemos dar a un ser humano no es nuestra riqueza, sino enseñarle a encontrar su propia riqueza interior.

¿Por qué tienes que esperar la proximidad de la muerte para tomar conciencia y empezar a vivir? ¡Hoy es un gran día! ¡Abre las alas y déjate llevar sin oponer resistencia!

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Redacción Minuto30

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