Sin pensarlo, la noche lluviosa del 28 de noviembre de 2016, se convirtió en una noche inolvidable para Miguel Ángel Ramírez y para su hijo Johan Ramírez, ambos dormían en una estrecha casita de tablas y zinc, ubicada en la vereda Pantalio, del municipio de La Unión Antioquia, a pocos metros de una montaña conocida hasta esa época como Cerro Gordo, fue allí donde el avión de la empresa Lamia, proveniente de Brasil se fue a tierra con 71 personas en su interior.

Miguel recuerda que, aunque sospechó que se trataba de un accidente aéreo porque minutos antes había escuchado el avión, no hicieron más comentarios al respecto y siguieron acotados, pero minutos después la noticia se dio a conocer.

Tras escuchar que se posiblemente se trataba de un accidente grande, ni Miguel ni su hijo, Johan, ahora conocido como el «niño ángel», dudaron en salir a ayudar, no sabían quiénes eran las víctimas ni qué había sucedido, pero ambos se pusieron las botas y por su conocimiento de la zona, condujeron a los socorristas para evacuar a los heridos, el primero en mostrar el camino fue Johan.

Johan, se convirtió en un referente, puesto que nadie sabía exactamente de dónde había llegado, lo único que la gente conocía era que fue él, en medio de la noche, las dificultades del terreno el que se convirtió en una luz en momento en los cuales el tiempo no era el mejor aliado, dadas las condiciones de los heridos.

Para Miguel, todas las cosas en la vida están escritas, muestra de ellos, fue lo ocurrido ese 28 de noviembre. El día en que perdió todos sus cultivos, pero ganó la satisfacción de haber ayudado a salvar vidas.

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Redacción Minuto30

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