No es necesario estar inmerso dentro de la causa animalista para darse cuenta del papel inferior que le hemos entregado a los animales, los cuales quedan sometidos a situaciones que atentan contra su dignidad o que desconocen su calidad de seres con sentimientos y con necesidades, tal como los percibimos (cuando nuestra propia subjetividad lo permite) y tal como ha sido avalado por los legisladores quienes a través de la Ley 1774, cambiaron la definición de animales por normatividad dejando de ser bienes apropiables o en otra forma de decirlo: cosas; para adquirir su reconocimiento como seres sintientes.

El diario devenir nos coloca en evidencia frente a los múltiples escenarios en los cuales la “supremacía” homínida, desconoce sin pudor la existencia de seres que cohabitan este planeta. Seres estos, a quienes hemos robado sus espacios, sus posibilidades de subsistencia e incluso, su propia dignidad; ellos han sido sometidos indiscriminadamente a ser simples objetos de uso para la satisfacción de cualquiera sea la necesidad que deseemos complacer.

Si transitamos por las calles haciendo conciencia de los detalles que intentamos omitir en nuestro subconsciente a manera de auto-protección y así no generar eventos que logren incomodarnos o hacer ruido a nuestro interior. ¿Qué podríamos observar?

En las avenidas, ¿Alguna vez te has topado con un vehículo que transporta animales? ¿Te has detenido a ver el rostro y la mirada de los cerdos, vacas, pollos y demás especies que se encuentran en dichos contenedores? Muchos transeúntes y conductores, hacen caso omiso volviéndolo una cotidianidad, pero ellos, los animales que allí se encuentran se exponen a un ambiente totalmente desconocido que los llena de temores e incertidumbres. Los pollos, ¿Cuántos de ellos viajan al interior de esas pequeñas rejillas que amontonan unas sobre otras? incontables, ¿cierto? unos se pisan, otros se lastiman, otros terminan agrediendo. Ellos deben de eliminar sus excretas, no tendrían donde más hacerlo, deben pararse sobre ellas, pues claramente el hacinamiento es tal que no permite otra alternativa. Pollos, pollitos y otras aves que viajan recibiendo todos los vapores a su paso, sin ningún tipo de conmiseración, ni de sus transportistas y menos de nosotros, los que pasamos por el lado y preferimos esquivar la mirada.

La imagen de los asaderos de pollo curiosamente, siempre cuentan con un pollo feliz en sus imágenes publicitarias; Algunos lugares cuentan con una mascota (hombre disfrazado) que reciben con alegría a sus comensales en demostración que eso que hemos visto en las calles, es solo un cuento que no viene a la realidad y nos afianza la permisividad a ignorarlo.

¿Los Cerdos? Los confinamientos estrechos en los cuales se les “deposita” para evitar que sus movimientos les permitan gastar energía y hacer perder la grasa “tan sabrosa” que se convierte en deleite de los platos típicos.
¿Sabían que los cerdos son supremamente intuitivos y curiosos? Es una de las especies más inteligentes del reino animal, capaces de destacarse en actividades humanas, como por ejemplo videojuegos, hacer representaciones abstractas y concentrarse en actividades aprendidas. De igual forma tienen una memoria a largo plazo excelente. ¿Qué sentirán confinados en los campos de “concentración” en los que viven, en los transportes que los llevan a los mataderos y viendo el exterminio al que sus compañeros son sometidos antes que llegue su momento?
¿Sabías que ellos al igual que nosotros, tienen en su interior neurotransmisores y hormonas que se liberan frente a ciertos eventos? Por tanto, ellos son capaces de sufrir de estrés, el cual genera la secreción de cortisol y adrenalina; Estas hormonas se encargan de colocar al cuerpo en un estado de alerta, de respuesta inmediata, de temor y de huida. Estas son las últimas que recorren el torrente sanguíneo de estos animales, previo al sacrificio. Eso, es lo que consumimos en las platos: tres cuartos, bien asados o a medio asar.

¿Han pasado por un balcón donde se oye un canto hermosísimo, pero inquietantemente estático? Si, no puede moverse, está en su prisión. Pájaros que le cantan al viento, a sus compañeros libres, a los árboles que ondean sus hojas con el susurrar de la brisa, mientras ellos anhelan estar allí.

Caballos y burros sometidos a cargas (Situación que al menos en Medellín ya fue erradicada pero que continua presente en municipios aledaños), no solamente en temas de acarreo y carga, sino también de festividades municipales con las reconocidas cabalgatas, burrotecas y otras actividades que olvidan el cansancio físico, la incomodidad y molestia de los equinos que en ellas son obligados a participar, mientras sus versados jinetes se dejan llevar por el alicoramiento, las pasiones, las riñas callejeras y el bullicio tan tormentoso para los equinos.

Las ventas de animales, sus encierros en jaulas más pequeñas que ellos mismos, sin posibilidad de moverse, durmiendo sobre sus propias deposiciones, acalorados, con hambre, con frío, con calor.

Leí en un artículo referente a Hidroituango, que manifestaba que la mortalidad de peces acaecida no generaba importancia, pues eran especies de poco gramaje, a pesar que eran incontables. A eso hemos llegado, no importa el individuo, no importa la vida, importa su “peso” económico. Y bueno, según los seguidores taurinos, para eso nació el toro de lidia, para ser mancillado, humillado y masacrado en un ruedo, frente al consentimiento del venerable público asistente.

Podría continuar ejemplificando cantidades de situaciones que afrentan contra la dignidad de los animales, sería un tema de no acabar. Que importante fuera el poder lograr la empatía suficiente para ponernos en sus zapatos y así entender la crueldad a la cual los sometemos por minutos de satisfacción y complacencia. ¿Vale la pena?

El crecimiento de la humanidad en materia ética ha llevado a un compromiso más enfático con los animales, donde muchas personas nos unimos en torno a su defensa y otras tantas sin necesidad de unirse a estos movimientos, entienden la importancia del respeto interespecie para lograr ambientes armónicos que permitan frenar de alguna forma, la hecatombe a la cual estamos llevando este mundo.

Se ha demostrado la huella de carbono que genera la ganadería, la deforestación; El daño ambiental que se propicia con actividades como la cacería es avasallante; la pérdida de hábitats y de posibilidades de alimentación que arrincona a las especies a extinciones seguras que no sólo nos deja sin riquezas en fauna, sino que afecta de igual forma la biodiversidad y la dinámica de los ecosistemas que necesita de cada una de las especies para su subsistencia gracias a ese equilibrio mágico que solo natura sabe ofrecer y que nosotros humanos, aprendimos a desconocer.

Entiendo que somos una cultura que los ha utilizado constantemente, pero la evolución nos lleva a devolver la mirada a esas jaulas que circulan en nuestras calles, a mirar a los ojos a esos animales que sin entenderlo dan su vida por nuestros caprichos y a buscar alternativas que permitan que podamos alcanzar el estado de armonía y respeto que anhelamos por la vida de una forma coherente, donde ninguna vida se valore por su gramaje menos que la otra.

Fundación O.R.C.A
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Redacción Minuto30

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