(Frase predilecta del Espurio) El proceso de degradación de la justicia en Colombia, que se inició con la constitución de 1991 cuando nos llenamos de derechos y parece desaparecieron los deberes que, además, convirtió algunas acusaciones en noticias de primera plana de diversos medios que, por arte de birlibirloque, se enteran antes que los indiciados del auto cabeza de proceso y de las diversas pruebas y motivaciones, se ha exacerbado en estos últimos casi 8 años de gobierno del actual “Excelentísimo señor presidente emérito de los colombianos”.

La desazón continua, creciente y general que tiene el pueblo colombiano originada por los escándalos de corrupción de los magistrados de las altas cortes, nos ha llevado a maliciar desde el inicio de cualquier tipo de investigación que adelanten la perversidad inherente a los actos de este tipo de individuos, que han mancillado con su proceder la majestad y transparencia de un pilar de la democracia. Y cuando vemos que medios afectos al “Excelentísimo señor presidente emérito de los colombianos”, publican con el amarillismo que los caracterizan las informaciones que atacan a la oposición y silencian o desprecian aquellas que les son propicias, se acrecienta percepción de desconfianza extrema.

El despliegue que le han dado a la vuelta canela acaba de dar la sala penal de la corte suprema de justicia; cuando quien acusa termina siendo acusado, exonerando un individuo artero que sin lugar a dudas ha empleado todo tipo de argucias, haciendo honor a los postulados de sus padres ideológicos de emplear todas las formas de lucha y entre ellas la compra y la manipulación de testigos para atacar al motivo de su enfermedad espiritual que se manifiesta en odio visceral por quien persiguió y redujo a mínima expresión a sus camaradas narcoterroristas; es una muestra fehaciente e indiscutible del tenor maloliente de la decisión y de la intención dañina y mendaz de medios que fungen como campanas de resonancia.

Mirando los integrantes de esa sala penal, podemos concluir que cualquier decisión que tomen está signada por el interés político y económico antes que por el deseo que debe acompañar permanentemente a los jueces: Justicia. Allí están muchos malos del paseo y como eso es contagioso es muy predecible suponer, que la objetividad que debe acompañar a sus fallos está muy escasa; parece que las calidades profesionales de muchos de ellos dejan al descubierto que fueron nombrados en una escasez que hubo de profesionales del derecho que cumpliesen con unos requisitos mínimos de idoneidad, probidad y trayectoria.

Reformar la rama del poder judicial es un imperativo que debe afrontar desde el 7 de agosto de 2018 quien resulte elegido presidente y el congreso que se posesiona el 20 de julio lo debe acompañar en ese proceso urgente para preservar la democracia en Colombia. La manera de elección, las calidades, la procedencia, los impedimentos previos y subsiguientes al ejercicio de las magistraturas y, condición ineludible, de que sea el colofón de la vida profesional del magistrado, son determinantes que deben acompañar esta reforma.

“Como nunca antes” no se cumple en el escándalo de esta semana puesto que la oportunidad es muy similar a la del Hacker del 2014. La estupidez de la mamertada es proverbial pues no aprenden con los fracasos y repiten las tonterías.

El cuento del hacker no impidió que Zuluaga ganase la primera vuelta y que para la segunda sucediesen cosas tan extrañas como los apagones y saltos súbitos en las tendencias y, aunque la registraduría que es la que cuenta los votos dio por elegido al “Excelentísimo señor presidente emérito de los colombianos”, el pueblo colombiano siente que hubo un fraude de marca mayor que le dio el poder quien no ganó.

Quien sabe ahora que están barruntando pero lo que sí sabemos es que harán lo que sea para impedir el triunfo categórico que obtendremos en las elecciones de marzo y mayo de 2018 en donde quienes nunca compartimos los acuerdos de impunidad conseguiremos la gran mayoría de la voluntad popular y elegirán el camino de la reconstrucción social, tan aporreada por estos desastrosos últimos años de desgobierno.

Postre: Raros esos saqueos a los supermercados de los Narcoterroristas; parecen orquestados por sus dueños para evitar que encuentren otras cosas diferentes a los productos naturales de un negocio de este tipo. En Colombia no es costumbre este tipo de acciones y por ende su reiteración parece que obedece a una estrategia de ocultamiento. De otro lado esos narcoterroristas no contaron toda la verdad y en conclusión deben perder todas los inequitativos beneficios que les entregaron gratuitamente.

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Redacción Minuto30

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