Los carteles son asociaciones que algunos agentes del mercado hacen para acabar con sus competidores, dominar los precios y embaucar a los consumidores. Además de un problema ético, los carteles son un problema para la economía pues paulatinamente van destruyendo el valor de una economía apropiándose de todo y generando cada vez menos riqueza, pues la consecuencia de la cartelización es el monopolio y del monopolio la centralización de la riqueza, en pocas palabras la desigualdad económica: mientras mayor acumulación mayor será la pobreza.

En Antioquia todo el aparato productivo y el poder del Estado fue capturado por un cartel que, compuesto por grandes empresarios, un monopolio del que algunos niegan su existencia – como alguna vez se negó la existencia de la oficina de Envigado – pero que se constituye como escenario de monopolio para garantizar que el gobierno y la riqueza nunca se distribuya entre los demás antioqueños. Aunque enarbolan ser los protagonistas más importantes del desarrollo, han sido, los mayores acumuladores y por tanto los artífices de la pobreza y desigualdad que galopa por la ciudad y el departamento en medio de “grandes” obras. Un círculo vicioso, nada más que un cartel público-privado que enriquece a pocos con recursos públicos y administra el riesgo en contra del Estado garantizando una hegemonía política que reproduce la pobreza.

Desde luego las hegemonías también construyen aparatos para controlar la opinión y fabricar la verdad predominante para lograrlo ese monopolio ha financiado vía pauta pública y privada a medios – especialmente a El Colombiano – para generar ambientes de opinión; cuando ese monopolio decidió que la ciudad y el departamento eran un remanso de paz y progreso, mientras la destrucción era rampante o el acuerdo con las estructuras criminales garantizaban una aparente tranquilidad, sus medios y sus intelectuales lo dijeron sin sonrojarse. En el mismo sentido, hoy enfilan esas baterías ideológicas en contra del gobierno de Medellín que como excepción histórica no responde a los intereses económicos del monopolio.

Existe un hilo conductor de todos los esfuerzos del monopolio y los políticos que le han servido para destruir el actual gobierno de Medellín. Con el descalabro de Hidroituango se puso en evidencia la decadencia de ese modelo de gestión, porque con el propósito de garantizar las ganancias de sus empresas y la reputación de sus políticos esperan, que cese todo reclamo, ahora con la egida de que la reclamación puede traer más consecuencias negativas que beneficios.

Ahora, en un acto sin precedentes de desespero, ese cartel se manifiesta llamando a la sociedad a rechazar cualquier investigación fiscal frente al descalabro, pues, según ellos, esta puede significar un problema para la seguridad energética del país y anuncian apagones mientras esperan que la sociedad oculte la responsabilidad de sus decisiones.

Que las organizaciones mafiosas y las agremiaciones de tengan el mismo nombre no es solo una coincidencia; este Cartel que hoy amenaza a la ciudad y el país con apagones y quiebras si se sigue denunciando a los responsables del descalabro de hidroituango y que El Colombiano dedique diario su reporte central a decir que todo en Medellín va mal es una práctica que ya es costumbre en los barrios, cuando el bandido de la cuadra le pide plata para “que no lo roben” cuando todos saben que quien los puede robar es precisamente quien cobra la vacuna. Los antioqueños no podemos pagar esa extorsión, no va a triunfar su chantaje.

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Redacción Minuto30

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