El Servicio Secreto de Estados Unidos prohibió oficialmente que sus agentes confraternicen con personal extranjero y menos aún que prostitutas duerman en las habitaciones de escoltas presidenciales en servicio.
Como consecuencia del incidente, el Departamento de Justicia, el Pentágono y el Congreso ordenaron investigaciones exhaustivas, una veintena de funcionarios fueron despedidos y el prestigio del afamado Servicio Secreto atravesó un mal momento de caída libre.
Sin embargo, en la presente semana el caso dio un giro inesperado. [pullquote]Al menos un agente secreto amenazó con demandar al gobierno de Estados Unidos[/pullquote], y otros especialistas de seguridad desmintieron la versión oficial difundida desde Washington.
Varios supervisores sancionados arguyeron que las mujeres eran colombianas solteras comunes, quienes no cobraron por sexo, y que muchos de ellos son hombres no casados y por ende sin restricciones éticas para encuentros amorosos casuales.
En el mismo escándalo salió a flote que una decena de militares de la Marina y la Fuerza Aérea norteamericana podrían igual estar implicados en las conductas displicentes que opacaron la ya polémica participación de Obama en la cita hemisférica.