Preocupa lo sucedido en el Concejo de Medellín, la semana pasada. La politiquería está invadiendo nuestras instituciones democráticas, al punto de desestabilizar la gobernabilidad y permitiendo que quienes gobiernan hagan de las suyas, en detrimento de la comunidad; por esto y miles de razones, es bueno advertir que ya llegan las elecciones, y con ellas se hace rotundo y necesario el votar con responsabilidad. Así mismo, es bueno advertir que es obligatorio que los dignatarios, los que reciben la confianza del elector, no sean inferiores a esa confianza; no la traicionen.

Cuando uno se hace elegir alcalde, gobernador, concejal, diputado, representante o senador, adquiere un compromiso fundamental e indelegable con la comunidad y con todos y cada uno de sus electores: ejercer el control político y trabajar por el bienestar de la comunidad, sin miramientos de color alguno. Este asunto, simple y fundamental para un hombre público respetable, lo aprendí desde que tenía 19 años y no era más que un humilde asistente de diputado. Quiero decirles que mi jefe de entonces, ¡sí que lo ejercía con ganas!: bien documentado, con argumentación y fuerza, no dejaba títere con cabeza, si sospechaba que el propósito del gárrula era feriar, dilapidar, o apropiarse de los recursos públicos (en buena parte producto de los impuestos que pagamos los ciudadanos). Igualmente, no recuerdo el que haya abandonado la necesidad de una comunidad, por el solo asunto del color del trapo.

Ahora es otra la época, y más pobre la retórica (según el Drae, la retórica, lejos de lo que piensan los tontos, “es el arte del bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover”), pero el compromiso y el respeto que merece el elector, es el mismo.

Los problemas ciudadanos, no son pocos, y sus dimensiones, hay que decirlo, son escandalosas: el desempleo, en especial entre los jóvenes, es pavoroso; la miseria, la pobreza, el vicio, la corrupción y la falta de oportunidades (para jóvenes y adultos), no da espera. Los servicios de salud, educación, recreación, entre otros, son deficientes, casi están pegados de la sola publicidad; negocio para unos, pobreza para la comunidad. Sobra decir que, en buena parte, los males, problemas e insatisfacciones de la comunidad, se deben única y exclusivamente al hecho de que no estamos eligiendo al más capaz, al más honrado, al más apropiado de las necesidades de la comunidad; estamos votando por el politiquero del pueblo, que generalmente es lenguaraz y mentiroso.

Para entender nuestro tesoro invaluable del derecho al voto, recordemos que Colombia es una república, y que en ella vivimos un sistema democrático. Así pues, el ser una república, nos está diciendo que en Colombia tenemos un gobierno regido por el principio de división de poderes, y que, por ser democrático, el gobierno (presidente, gobernadores, alcaldes, concejales, etc.), es elegido por el pueblo, mediante un sistema electoral, basado en el voto unipersonal, cuidadoso y responsable.

En las próximas elecciones tenemos una tarea indelegable, para bien propio, de nuestra comunidad y de Colombia: votar a conciencia por el mejor candidato; por el honesto, el responsable, el estudioso de los problemas y las necesidades de la comunidad (que aunque escasos, que los hay, los hay): Votar por mentirosos o politiqueros, es votar por más pobreza, más corrupción y más delincuencia para una patria, que ya no soporta tanto mal juntos.

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Redacción Minuto30

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