A dos años de la entrada triunfal a la Casa Blanca del primer presidente negro de Estados Unidos, la filosofía política, los objetivos y la verdadera personalidad de Barack Obama son un misterio para el electorado, que podría infligirle el martes un revés en las urnas.

Win McNamee/Getty Images/AFP

Luego de su ascenso fulgurante, Obama se proclamó durante la campaña presidencial de 2008 como el paladín de la esperanza. Su eslogan «Sí, podemos» («Yes, we can») simbolizó la idea de que un movimiento desde las bases podría cambiar el arraigado estilo del juego político en Washington.

Como candidato, Obama aparecía más moderado que ideólogo, con la promesa de acercar al Estados Unidos «rojo» (del Partido Republicano) con el «azul» (del Demócrata).

Pero sus esfuerzos para cortejar a sus adversarios fracasó ante el bloqueo aplicado sistemáticamente por la oposición, mientras su imagen de moderado pagaba los platos rotos en medio de la crisis económica que lo obligó a un intervencionismo sin precedentes desde la Gran Depresión de la década de 1930.

Desde su ingreso a la Casa Blanca, en enero de 2009, la intervención del Estado para salvar la economía ha sido gigantesca, con tomas de control de sectores enteros de la industria automotriz y un plan de reactivación de 800.000 millones de dólares.

Luego, cuando Obama instauró su política social con la reforma del sistema de seguros médicos, fue fácil para los republicanos acusarlo de intervenir demasiado en el ámbito público en un país donde la sospecha contra el gobierno federal está profundamente arraigada. Igual crítica le endosaron debido a su reforma regulatoria del mercado financiero estadounidense.

El republicano Newt Gingrich, potencial candidato para las presidenciales de 2012, aseguró recientemente que la «máquina socialista y laica» de Obama socava los valores estadounidenses.

Frente a los conservadores que lo califican de «radical», muchos en sus filas lamentan que el cambio no haya sido más profundo.

Algunos deploran que el presidente siga sin avalar una derogación de la ley que exige a los militares ocultar su orientación sexual y ampara la expulsión de los homosexuales que se manifiesten como tales. Otros le reprochan que el centro de detención de la base naval de Guantánamo siga funcionando.

Y hay correligionarios que reclaman a Washington la publicación de las pruebas sobre supuestas torturas perpetradas por agentes del anterior gobierno, en el marco de la «guerra al terrorismo» declarada por Bush tras los atentados del 11 de setiembre de 2001, reivindicados por la red integrista Al Qaida.

Frente a la decepción de la franja más a la izquierda dentro del Partido Demócrata, los independientes, que habían respaldado la candidatura de Obama en 2008, desertan en masa, según los sondeos.

La historia de Estados Unidos muestra que los electores se dejan seducir por los candidatos del cambio, pero luego les cuesta asimilar cuando esas transformaciones tienen lugar, señaló el politólogo Andrew Dowdle, de la Universidad de Arkansas.

«Los políticos que emprenden cambios profundos suelen terminar enfrentados a una reacción negativa contra esas medidas», aseguró.

WASHINGTON, 1 noviembre 2010 (AFP)

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Redacción Minuto30

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