Es inevitable empezar estas líneas dedicándolas a los hogares, grupos de amigos y allegados donde hoy duele el vacío de una pérdida. Hasta allí llegue mi mensaje de solidaridad y mi plegaria.

Vamos a completar un año fuera de la normalidad. Hemos podido valorar positivamente lo que perdimos y negativamente los aspectos de esa normalidad que no quisiéramos mantener.

Desde épocas muy pretéritas, el ser humano ha percibido que hay cosas que solo se aprenden y se entienden cabalmente con la experiencia. Y esta crisis, incluidas sus lecciones, nos atañen en primera persona. Aquí y ahora.

Sin Dios no somos nada, somos iguales, somos limitados, somos una sola comunidad. En este año estas frases y otras, han cobrado un sentido mucho más tangible y renovado. Esto significa un cambio de visión.

En efecto, llevamos meses escuchando y probablemente reflexionando sobre lo vulnerables que somos, lo interconectados que estamos, lo relativo de las fronteras, lo rápido que todo nuestro mundo puede cambiar. Y lo más increíble es que estas realidades hace un año podían parecernos en buena parte, frases de cajón.

En opinión de muchos, esos cambios de visión y de prioridades, conducirán a la aceleración y magnificación de tendencias transformadoras, SE dice que positivas en general.

El profesor Claus Schwab, Fundador y Director Ejecutivo del Foro Económico Mundial, en un reciente y recomendado libro, pone en perspectiva la situación, indicando que las epidemias han demostrado a lo largo de la historia, ser agentes de cambios duraderos y a menudo radicales.

La peste negra, para no ir más lejos, marcó el fin del feudalismo y el comienzo de la ilustración, a tal punto que puede ser catalogada como el comienzo, no reconocido, del hombre moderno.

En los términos de nuestra era, la pandemia a pesar de ser traumática como todas y de agravar muchos peligros que ya venían presentándose, muy seguramente será un punto de inflexión.

Pues de momento, podemos decir que esta emergencia mundial ha dejado muy en claro la importancia de invertir en ciencia, de valorar a los científicos y la evidencia que ellos generan.

De igual manera, probablemente el Covid será para el teletrabajo lo que fue la Primera Guerra Mundial para la incorporación de la mujer al mercado laboral. La digitalización parece haber tomado el impulso que necesitaba para cristalizarse como una puerta al futuro. Muchas familias y amigos volvieron a rencontrarse y a pasar más tiempo de calidad juntos. El mundo se alineó y se vinculó remotamente, sin distingo de ideologías ni de grados de desarrollo, para trabajar por un objetivo común.

Incluso las emisiones de dióxido de carbono disminuyeron, en parte debido a la recesión, sí, pero también porque el costo de las fuentes de energía renovable, como la solar y la eólica, está disminuyendo más rápidamente de lo que muchos expertos habían predicho.

Pero además de acelerar soluciones, la pandemia ha venido sacando a flote problemas como la tercerización del talento humano en el sector salud o los efectos de la desinformación.

Y otros más estructurales, como la indisciplina social, la altísima informalidad laboral y la escaza formación en habilidades tecnológicas de una generación que muchos empiezan a llamar nativos de redes sociales, en lugar de nativos digitales.

A propósito de problemas estructurales, debo mencionar que mientras muchísimos trabajadores de la salud exhibían esmero y altruismo al trabajar, exponerse y asumir sus responsabilidades, algunos políticos y muchos otros personajes, de pésima catadura moral, seguían ingeniándose maneras de pescar en río revuelto y de hackear el sistema en beneficio propio.

En fin, es difícil hablar de 2020 sin hablar de la pandemia del covid-19 que ha dejado sufrimiento y lecciones. Pero más que una necesidad, es conveniente. Debemos hablar de aquello que podemos rescatar, porque esa es la base de la resiliencia. Y hoy la resiliencia ha dejado de ser una virtud, para convertirse en una necesidad.

Ahora bien, además del caos pandémico, en 2020 vimos al primer expresidente colombiano en prisión domiciliaria durante más de dos meses. Vimos las primeras movidas preelectorales de un país en plena ebullición política, donde más de cuarenta precandidatos presidenciales están pisando el partidor.

Vimos desórdenes sociales que siguen generando olas de desinstitucionalización a nivel global. Un año crucial, y tal vez la contracara de los pronósticos optimistas que se basaban en el comienzo de una nueva década.

Todo ello, mientras el país comienza a atravesar unos años verdaderamente complejos en materia de empleo, crecimiento y seguridad. Años que también serán verdaderamente interesantes y decisivos.

Interesantes porque las crisis naturalmente abren espacios a bajar la velocidad para pensar y decisivos, porque han surgido nuevos escenarios que conducirán en buena parte a replantear el rumbo, lo cual no solo depende de nosotros. Ocurrirá a nivel mundial.

Sin embargo, los cambios más valiosos que este año debería dejarnos deben producirse al interior de cada persona. EN nuestras formas de concebir y abordar la realidad.

Esto, aprovechando que afortunadamente muchas de nuestras expectativas se han visto modificadas, en lugar de apagadas.

Esa apertura es fundamental al cierre de un año atípico, histórico y retador, que precisamente nos ha demostrado que es más importante la reflexión que las conjeturas, y la auto proyección, que las predicciones.

Un virus diminuto paralizando a la humanidad entera es un golpe de humildad. Porque nos demuestra que no conocemos lo suficiente para garantizar tan siquiera nuestra supervivencia como especie, que seguimos equivocados en puntos muy importantes de la concepción y la gestión de nuestro entorno y que muchas veces hemos caído en la superficialidad.

Cualquier persona que se haya medido contra un problema sofisticado avanza en el conocimiento de sus propias limitaciones. Y este problema singular, en tal virtud; probablemente marque al siglo XXI como un promisorio siglo de la ética.

Esa capacidad exclusiva de los humanos de valorar nuestra propia conducta, que llamamos conciencia, es el principal motivo en cuanto respecta a nosotros mismos, para VOLVER A llenarnos de esperanza en medio de la adversidad.

@ortegasebastia1

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Redacción Minuto30

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