Por eso el reto ahora es mayor: No sólo evitar en lo posible que se desborden las UCI y que se produzcan más muertes, sino también evitar que la forma de hacerlo sea restringiendo la actividad económica.

Es verdad que el país sigue discutiendo sobre una moción de censura, supuestas jugaditas, sillas vacías y acusaciones de arrogancia.

Pero a mi juicio, en Colombia es más urgente hablar de la segunda ola de contagio del covid-19, virus que hace unas horas alcanzó aquí oficialmente el millón de casos.

A principios de año, contemplábamos con angustia centenares de fallecimientos a las puertas de los centros médicos de China, Italia y Ecuador.

A pesar de estos espejos, los países latinoamericanos no tuvieron mucho tiempo, información ni recursos para prepararse de cara a la primera ola de la pandemia.

Por eso, para evitar el colapso de la capacidad asistencial debieron establecer cuarentenas estrictas, restringir los viajes y prácticamente toda la vida económica, social y cultural.

Sin embargo, sorprende que padeciendo aun la primera ola, con más tiempo, capacidades e información, en Colombia seguimos aguardando a que se produzca un resurgimiento del virus para tomar precauciones. La respuesta debe mejorar y eso pasa por anticiparnos.

Muchos países europeos parecen no haber aplicado medidas frente al previsible rebrote. Terminados los meses de relajación veraniega, han vuelto a lamentar cifras no vistas desde mayo y multiplicado las restricciones.

A inicios de este mes, Madrid entró en confinamiento parcial. El 14 de octubre, Holanda cerró sus bares, cafeterías y restaurantes y prohibió la realización de ferias y conciertos al aire libre, al menos durante cuatro semanas. El pasado miércoles, Irlanda volvió a confinamiento estricto, incluyendo el cierre de los «comercios no esenciales».

Ese mismo día, República Checa anunció un confinamiento parcial de sus ciudadanos y desde el 14 de octubre mantiene cerrados sus pubs y restaurantes, medida que implementó Bélgica desde el 16. El pasado viernes, Gales inició un confinamiento parcial proyectado a dos semanas. Todo ello, sin contar los numerosos toques de queda impuestos en diferentes países y regiones del viejo continente.

Allí la idea en mayo, era retomar actividades con las precauciones necesarias para evitar un rebrote. Pero los hospitales están volviendo a llenarse y algunos países comienzan a dar señales preocupantes. Por ejemplo, Francia y Alemania rompieron sus records de contagios diarios.

De acuerdo con el epidemiólogo Richard Pebody, de la Oficina para Europa de la OMS, el rebrote se explica entre otras, por un relajamiento en las medidas de precaución, las aglomeraciones y un incremento en las conductas de riesgo principalmente de los jóvenes.

En Colombia la crisis se ha venido gestionando de una manera razonablemente buena en general. Pero ya empiezan a escucharse voces que proponen como solución establecer cuarentenas focalizadas en las ciudades de mayor afectación, cuando la velocidad de contagio se vuelva a disparar.

Al respecto, una de las pocas certezas de estos meses, es que las cuarentenas tienen enormes costos socioeconómicos, en materia educativa e incluso sanitaria, donde preocupan las repercusiones sobre la salud mental de la población. En otras palabras, deben ser evitadas en la mayor medida posible. El confinamiento es una medida excepcional, aunque parezca ser olvidado con frecuencia.

Los resultados de prolongar las cuarentenas más allá de lo necesario pueden evidenciarse con claridad en Argentina, donde el lunes se cumplieron 7 meses de estricto confinamiento al tiempo que superaron el millón de contagios y los 26.000 fallecidos. Las afectaciones allí, son pues, ligeramente superiores a las registradas en Colombia, donde la reapertura ya va para dos meses.

Por eso el reto ahora es mayor: No sólo evitar en lo posible que se desborden las UCI y que se produzcan más muertes, sino también evitar que la forma de hacerlo sea restringiendo la actividad económica.

Esto, durante un tiempo previsiblemente extenso, ya que parece que disponer masivamente de una vacuna en Colombia, tomará cerca de un año.

Para llevar esto a cabo, los defensores de la libertad sostenemos que deben existir las mínimas restricciones necesarias, pero sobre todo debe garantizarse que se cumplan.

Esto, teniendo en cuenta que así como ha cambiado el concepto de lo normal, también ha cambiado el de lo anormal. Muchas convenciones han quedado desuetas y en ciertas circunstancias hay que romper el molde.

Principalmente, se debería controlar el uso correcto del tapabocas y otras medidas de autocuidado en la mayor cantidad de espacios posibles, realizar testeo obligatorio de viajeros, fortalecer el seguimiento activo de los casos positivos y de todos sus contactos recientes, así como restringir reuniones numerosas en espacios cerrados.

En resumen, las restricciones menores resultan razonables, si se trata de evitar que la locomoción sea limitada como regla general, que vuelva a decretarse el cierre de las empresas, a frenarse los vuelos comerciales, las rutas terrestres de mediana y larga distancia y que el retorno a los espacios de trabajo y estudio se haga inviable.

Latinoamérica no está en condiciones de asumir esa nueva profundización de la catástrofe socioeconómica.

Por eso, más allá de determinada medida, la consigna debe ser no escatimar ningún esfuerzo y que no debamos esperar a tener el agua al cuello para pedir a Europa que nos pase los dados.

@ortegasebastia1

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Redacción Minuto30

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