Tras registrar dos trimestres consecutivos con decrecimiento del PIB, Estados Unidos acaba de entrar técnicamente en recesión. Una noticia difícil que nos impacta más de lo que podemos imaginar y frente a la cual nada podemos hacer. El único camino que nos queda es el de darle garantías al mercado.

Para entender lo que está sucediendo debemos remitirnos al 2020. A raíz de las cuarentenas que se impusieron para contrarrestar la propagación de la pandemia hubo una notoria afectación a la economía. El desempleo en suelo americano subió del 3.5% al 14.8%, miles de empresas sintieron el impacto de la crisis y todos los indicadores financieros se desplomaron.

Como respuesta, tanto el Gobierno Federal como los estados aumentaron el gasto público para mitigar el impacto de la crisis y poner dinero en el bolsillo de los americanos, lo cual realizaron a través de subsidios que inicialmente iban hasta diciembre de 2020, pero terminaron prorrogándose por la mayor parte de 2021.

De hecho, hace un año escribí una columna donde relataba cómo estos subsidios estaban afectando la contratación de personal, lo cual generaba, por ejemplo, que las empresas tuvieran que incrementar los salarios para competir contra los montos que estaban recibiendo los americanos por auxilios estatales.

Fue tal el alza que tuvo el gasto público que, adicional a lo desembolsado en 2020, la administración Biden impulsó un proyecto de ley de reactivación económica de US$1.9 trillones. Y aunque estas medidas fueron necesarias en su momento para que a través de la inversión estatal se compensara el bajonazo que tuvo el sector privado, terminaron teniendo un coletazo económico bastante significativo, sobre todo en torno a la inflación.

En últimas, la mezcla entre unos salarios más altos, un gasto público desbordado y factores externos como la crisis global de suministros hizo que hubiera una mayor cantidad de dinero circulando en el mercado para adquirir un menor número de bienes y servicios, lo cual hizo que estos subieran de precio, a tal punto que el incremento en el costo de vida en Estados Unidos ya va por el 9.1% a corte de junio, la cifra más alta desde 1981.

En consecuencia, la Reserva Federal -FED-, el equivalente a nuestro Banco de la República, ha venido incrementando las tasas de interés para recoger el exceso de dinero circulante. Una decisión que es técnicamente correcta, pero que impacta el día a día de las personas, dado que ello implica que los hogares y las empresas deben pagar más intereses en los créditos hipotecarios, las cuotas de las tarjetas de crédito o cualquier préstamo que soliciten.

Lógicamente, este encarecimiento de los créditos hace que las compañías tengan menos caja disponible, lo cual limita la contratación de personal, y los hogares deban consumir menos, lo que se traduce en dejar de incurrir en gastos no esenciales. Para poner un ejemplo común y corriente, una familia deja de viajar, ir a restaurantes o comprar un nuevo televisor para poder pagar el alza de los intereses de su crédito hipotecario.

Dicha limitación en el consumo, a su vez, hace que la economía se estanque, lo cual ya empezamos a ver.

Ahora bien, ¿cómo nos afecta esto en Colombia?

En primer lugar, la subida de las tasas de la FED hace que, por un lado, nosotros tengamos que pagar más intereses en la deuda, con lo cual tenemos menos recursos disponibles para inversión social. Por otro lado, para los inversionistas se vuelve más atractivo llevar su dinero a suelo americano que mantenerlo en países en vía de desarrollo como Colombia, dado que Estados Unidos ahora les ofrece una rentabilidad mayor con la ventaja de ser la potencia mundial, lo cual se traduce en mayor seguridad jurídica y estabilidad institucional. Elementos que tanto nos hacen falta a nosotros.

En segundo lugar, y ligado a lo anterior, los inversionistas esperan que Colombia les ofrezca una prima de riesgo en los bonos de menos riesgo para evitar que lleven su dinero a Estados Unidos. Es decir, que mantengan su capital en suelo nacional a cambio de una mayor remuneración, lo cual hace que el País deba pagarles más dinero.

En tercer lugar, un menor consumo desde Estados Unidos puede implicar que los americanos dejen de adquirir bienes producidos en Colombia, lo cual impacta nuestras exportaciones, por ejemplo, en el campo de las materias primas.

En resumen, no es una noticia alentadora que el Tío Sam entre en recesión. Es indiscutible que lo que sucede allá nos impacta acá y nada puede hacer Colombia para incidir en estos factores externos. Sin embargo, lo que sí le compete al Gobierno, es brindarles garantías a los inversionistas y al mercado para que nuestro País siga siendo uno de los principales destinos de inversión de la región. Algo que esperamos que suceda por el bien de todos.

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Redacción Minuto30

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