El modelo 2024 para hacer comunicación política apenas empieza a dejarse ver y ya empezamos a ver algunos aciertos y muchas torpezas en América Latina; que – según recientes estudios sobre consumo de medios- reflejan una prevalencia de los contenidos en video, formato vertical, uso de formatos novedosos, agiles, dinámicos y muy claros para que el ciber prosumidor pueda entender y emplear rápidamente; dejando en el baúl otros formatos y formas conservadoras que a nadie le interesa consumir y por ende son pérdidas de tiempo y recursos.

Los nostálgicos siguen pensando en receptores, medios masivos y agendas publicitarias pactadas; todos dinosaurios que se quedaron en el tiempo de los abuelos y les cayó un meteorito llamado nuevas audiencias que consumen a la carta.

Desde el Valle de Sonora hasta la Tierra de Fuego arde la política ahora más que nunca a raíz de varias emociones exaltadas que han llevado a polarizaciones caracterizadas por un diálogo de sordos, donde las más sacrificadas son las discusiones en torno a las necesidades diagnosticadas en los territorios, sentidas por los mas humildes y que no se proyectan en el largo plazo, bajo el paradigma de los principios de planeación, austeridad o pertinencia.

El peor de los errores es satanizar la imagen pública, el manejo de marca o la ciencia de la comunicación, llevándolas solo al terreno de lo accesorio, de lo fútil y no comprender el gran peso democrático que tiene una comunicación política en tanto: acceso equitativo a un activo como la información, del contacto ciudadano con productos concretos como sus lideres, los gobiernos, funcionarios y la oferta institucional que – si no gesta marca o no gesta comunicación- nadie la conoce, nadie la aprovecha y se convierte en un macro detrimento.

Hace ya mucho rato que la política pop de Gianpietro Mazzoleni invadió y colmó de sin sentido la dictadura del show en la política, pero lo que vivimos hoy supera estadio, por los grandes volúmenes de falsa información, contenidos y presencia de inteligencias artificiales.

Más allá de quedarnos en modelos ultraconservadores, hay que abrir la mente y validar canales como la memesis, lenguajes de humor irreverente e incluso ciertos temas de la intimidad personal que hoy están en este “Truman Show” moderno, en el cual los políticos, los partidos y demás actores no les queda otro remedio que adaptarse, ponerse el traje para capitalizar su marca e imagen en medio del show y buscar el bien común en un marco ético sin perecer por seguir contra corriente a esta dictadura.

Este 2024 habrá elecciones en varios países del continente y en Estados Unidos, este último bajo un modelo apasionante de democracias internas y de un ejercicio electoral innovador, pero hoy también impactado por la dictadura del show, aquella que se afronta o se padece, no hay otro camino, si no me cree revise cual ha sido la imagen más viral en digital durante la precampaña gringa y se va encontrar con la foto del expresidente Trump luego de una captura policial en agosto del 23.

Vivimos tiempos de gobiernos audiovisuales en vertical, y – reitero- de una dictadura del show, donde son tan importantes las buenas decisiones, saberlas comunicar sino además hacerlas presentes en la mente, corazón y atención bajo una estrategia clara en la retina de un usuario prosumidor con una atención de juicio que dura de 3 a 5 segundos iniciales en su pantalla de celular.

Basta de nostalgias, porque son los usuarios los que disfrutan de ese show, lo consumen, lo destacan, pagan por este y es en el marco de dicha realidad digital que llega a lo presencial y lo impacta y que se gesta capital político para poder tomar decisiones en beneficio de las comunidades. Lo que tenemos que lograr es que la dictadura de las estéticas no derribe el valor de las decisiones éticas.

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Redacción Minuto30

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