No voy a incurrir en la burda generalización de considerar que todos quienes regentan la sociedad son unos mediocres incapaces, los hay también inteligentes, preparados e ilustrados. El problema está que predominan los primeros sobre estos últimos.

Gustavo Salazar Pineda

Si se pretende analizar los variados fenómenos que aquejan a la sociedad moderna debe, en principio, entenderse que existen varios factores que han contribuido a la situación caótica actual, la que, por demás, ha sido regla general durante más de dos mil quinientos años. El grado de deterioro de las naciones obedece fundamentalmente a una descomposición social de hombres y mujeres, causada por la deficiencia en la educación de los pueblos.

Al hacer referencia a educación no debe confundirse el término con el de instrucción de las familias, las escuelas, las universidades y otras instituciones modernas que instruyen a los hombres y mujeres para la competencia en el mundo laboral con descuido y deficiencia notables en las enseñanzas acerca de la educación integral de los mismos. Dicho de forma distinta: se nos enseña para ser competentes en el trabajo y la forma en que hemos de ganarnos la vida, pero poco sobre la importancia de ser individuos que cultivemos la belleza, las artes, la cultura y otras disciplinas que nos hagan mejores seres humanos.

La falta de educación adecuada, el desdén por los auténticos pedagogos y las fallas en la enseñanza de los grandes valores humanos en la familia, en las escuelas y en los centros superiores de enseñanza universitaria, constituye, a mi juicio, la causa principal, posiblemente no la única, del caos en que anda sumido el mundo durante muchos siglos.
Porque no se piense que la crisis actual que padece la llamada sociedad moderna es propia de estos tiempos y que generaciones anteriores, incluyendo las primitivas, no tuvieron estos fenómenos de descomposición.

Los períodos de crisis social que han sido por muchos siglos, coinciden con clases gobernantes y dirigentes especialmente mal educadas, entendiendo el término en su acepción antes explicada en este artículo.

Los demagogos, de los que hice referencia en anterior columna, son hermanos siameses de los sofistas, charlatanes y enredadores, mentirosos, retóricos y aparecen siempre en épocas de crisis intelectual y social.

Los sofistas fueron maestros ambulantes que aparecieron en Grecia habilidosos en argumentos de persuasión, una especie de culebreros o enredadores con su fascinante forma de hablar. A los sofistas, retóricos, demagogos y charlatanes no les interesa la verdad, sino la aparente verdad. Al igual que muchísimos de los que nos gobiernan, dirigen, imparten justicia en altas instancias en estos tiempos, los sofistas eran hombres venales, corruptos, ávidos de riqueza y gloria y desprovistos de un espíritu altruista con sus conciudadanos.

El máximo exponente de los sofistas en Grecia fue Protágoras, personaje que no obstante ser tan poco conocido por millones de burócratas en el mundo del siglo XXI, tiene adeptos y seguidores y conforman toda una legión.

En los momentos de alta descomposición social y corrupción extrema en el estado ateniense, surgió como antídoto contra esta repugnante estirpe, el gran filósofo Sócrates.

La escuela socrática regentada por el sabio hombre griego, quien pasó gran parte de su vida enseñando en las calles de Atenas, a través de la mayéutica a los habitantes de esta gran ciudad, a pensar y actuar con rectitud, sabiduría e inteligencia.

Sócrates atacó furibundamente a los demagogos y sofistas y predicó porque a los altos cargos del gobierno llegaran los más inteligentes y capaces. A esta clase de letrados y sabios los llamó la aristocracia.

Por predicar y actuar contra los corruptos e incapaces fue encarcelado, juzgado y condenado a morir a través en la ingesta de la cicuta. Este pensador, educador, filósofo y sabio griego, dejó sentadas las bases para lo que se ha llamado el humanismo, que es el cultivo de la ciencia, las artes y las manifestaciones del pensamiento humano dirigido a educar un ser humano integral, completo, un individuo pluridimensional.

La escuela socrática fue el orígen de la educación que pueblos y civilizaciones posteriores tomarían como modelo para un mejor vivir y una sociedad justa, equitativa y feliz.

El humanismo que tuvo sus primeras bases en las antiguas China, India y Egipto, fue la enseñanza básica de los socráticos y posteriormente adoptada por el humanismo italiano del siglo XV y de siglos posteriores en Francia.

Se fundamenta el humanismo en el respeto por los ancianos, los padres y las tradiciones, vale decir, por todo lo contrario que hace la sociedad moderna, lo que explica con facilidad el apocalipsis social, humano y cultural que vivimos en estos tiempos en que nos ha tocado vivir.

Si no comprendemos los orígenes de la crisis en que se ha sumido la humanidad por muchos años, que ha llegado a su cúspide en esta sociedad del tercer milenio, no podremos entender lo que nos aqueja ni nos es fácil hacer sugerencias para mejorar la caótica situación actual, no sólo en Colombia, sino en todo el orbe.

Mucha falta le hace al mundo las enseñanzas de Sócrates y mucho daño le ha causado que a las altas esferas de los estados, en sus tres ramas del poder, hayan llegado los charlatanes, sofistas, retóricos y enredadores, bien sea que se disfracen de presidentes, parlamentarios o escondan su chabacanería y avidez por el poder y el dinero en togas.

Sin las consideraciones consignadas en esta columna y las tres anteriores, no pueden entenderse ni comprenderse los temas álgidos, polémicos y conflictivos que aquejan nuestra nación y otras en los tiempos presentes

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio

    La cocina de July: Filete de tilapia y berenjenas parmesanas.