En comentario anterior hice un recuento general sobre el sentimiento de frustración que tiene el pueblo colombiano con respecto a los dos eternos períodos de gobierno del que se compró un Nobel, usurpó el poder en 2014 y desconoció la voluntad popular expresada el 2 de octubre de 2016 en el plebiscito que él mismo convocó, para validar unos acuerdos de impunidad que quiso disfrazar como el gran acuerdo para acabar con la supuesta guerra que vivíamos en nuestro territorio, cuando en verdad era el accionar de una banda de narcoterroristas que con un número inferior a los 7.000 combatientes, doblegó a un descaracterizado individuo que llegó a la presidencia por medio de engaños a la fe pública.

Durante su primer período desconoció realidades tales como el paro agrario cuando según noticias de sus amigos de los medios enmermelados del 25 de agosto de 2013 afirmó: “El tal paro nacional agrario no existe”, cuando ya teníamos 7 días de protestas y varios muertos.

En las elecciones para la presidencia del 2014 en los debates con el entonces candidato Oscar Iván Zuluaga afirmó que los narcoteroristas no tendrían curules gratis en el congreso, que pagarían por sus culpas y que no habría impunidad hacia los crímenes de lesa humanidad. Todo eso está consignado en video y es innegable que lo dijo y lo reiteró, tal como prometió en su primera campaña (2010) que no haría reformas tributarias y lo firmaba en mármol.
Hechos como la venta de Isagen, el escándalo de Reficar, el dinero para la financiación de sus campañas en 2010 y 2014, proveniente de diversas fuentes de dudosa reputación como los famosos U$ 12 millones que le llegaron por medio del venezolano experto en desinformación o los que le entregaron aquí desde Odebrecht para consolidar el fraude en el 2014.

Otros enredos como el nombramiento de fiscales de bolsillo para beneficio de sus ambiciones, los ataques agresivos, arteros y malolientes a quienes no compartimos su forma de gobernar que muy posiblemente es el fiel reflejo de su manera de vivir, las presiones a los medios para sacar periodistas no afines a sus mañas, más no ideas. Todo esto se puede comprobar con las rechiflas y el descontento que ha originado su gobierno en casi todo el territorio nacional.

Caso especial y muy doloroso lo sucedido en la justicia, cuando su podredumbre nos llevó a pensar que en Colombia se comercian los fallos como buñuelos en derrumbe, con aliños adicionales que incluyen las afinidades o desafinidades políticas. Algunos medios hablaN de la judicialización de la política cuando en verdad, en mi criterio, se debería denominar la politización de la justicia.

Pero la cereza del postre fue lo sucedido con el plebiscito del 2 de octubre de 2016 y el cual el pueblo rechazó lo acordado con los narcoterroristas y expresó su desacuerdo con la impunidad resultante de esa componenda.

El espurio mandatario buscó la manera de desconocer el resultado y con unos jueces cómplices que actuaron según los parámetros de ética que se entronizaron en las altas cortes para la comercialización de sus fallos, cambió el No de la voluntad popular por un decreto y continuó con la implementación de unos acuerdos cuya vida jurídica se acabó el 2 de octubre.

Ahora nos pide respeto por lo acordado cuando ese acuerdo no existe y esto si es real, no como le paro que desconocía después de 7 días y los muertos que ya estaban enterrados.

El fraude al resultado del 2 de octubre lo están sufriendo sus protegidos cuando salen a la plaza pública en sus campañas proselitistas. De ahí los huevos, los tomates y las botellas de agua con alguno que otro proyectil pétreo (No Petro) que les lanzan. Esto no es necesario promoverlo puesto que 53 años de horror y desenfreno aunado a la impunidad que les otorgó este espurio, traen como consecuencia estas manifestaciones de odio y rechazo y es que el pueblo colombiano no está afectado por el síndrome de Estocolmo; no terminó amando a sus victimarios.

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Redacción Minuto30

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