Ayer, 7 de noviembre, se cumplieron 100 años de la toma del Palacio de Invierno de Petrogrado (hoy San Petersburgo) por las hordas de desarrapados – “lumpemproletarios” en términos de Marx – apoyados por los marinos y militares borrachos.

Este evento, llamado por la historiografía soviética “Revolución de Octubre” y “Revolución bolchevique”, en realidad fue parte de la Revolución Rusa que se había desatado el 8 de marzo de aquel año y terminó el 19 de enero del 1918 con el Golpe de Estado durante la disolución violenta de la Asamblea Constituyente de Toda Rusia por parte de esos desarrapados.

Es de resaltar que de esta manera el “primer estado socialista”, impuesto por medio de la violencia y el derramamiento de la sangre de personas civiles, carecía de cualquier legitimidad y apoyo de la población. Además, no se debe olvidar que los impostores comunistas suprimieron todos los derechos y libertades civiles (de la expresión, de conciencia, de religión, propiedad privada, protección e, incluso, derecho a la vida) hasta el año 1985 cuando fue anunciada la Perestroica (“Reconstrucción” en español).

Desde los primeros días después del 7 de noviembre, cuando Lenin declara el partido bolchevique (comunista) “vencedor” de la revolución, la abrumadora mayoría de los funcionarios públicos de todo el país y los oficiales del ejército (y la mayoría de los soldados y marinos) rechazan el nuevo gobierno autoimpuesto, comenzando el así llamado período del “Boicot al gobierno de los soviets por los servidores públicos” …

La URSS, fundada 4 años después, en 1922, sobre los escombros de las excolonias rusas, desde el principio se construyó sobre la sangre de 12 millones de perecidos en la sangrienta Guerra Civil rusa y el “terror rojo”, la posterior hambruna en 1921-1922 con más de 2 millones de muertos; las guerras en los países del Cáucaso, Asia Central y Ucrania provocadas por los bolcheviques y que produjeron otros 2 millones de víctimas… Y eso fue solo el principio. A estas cifras se suman los hechos posteriores: el Holodomor, las purgas estalinistas, etc.

En 1991, cuando desapareció este engendro totalitario llamado la URSS, los historiadores contabilizaron más de 50 millones de muertos por la violencia comunista. Y eso sin contar con más de 25 millones de víctimas en el territorio soviético durante la Segunda Guerra Mundial, consecuencia directa del pacto entre Stalin y Hitler (que éste último incumplió).

No se puede obviar los demás horrores políticos y sociales del siglo XX, consecuencia directa de esta nefasta “revolución bolchevique”. Desde la llegada al poder del socialista italiano Benito Mussollini, quien estableció el totalitarismo fascista en su país y en los países vecinos; el nacional-socialista (nazi) Adolfo Hitler en Alemania, quien llegó al poder en 1933 y cuya dictadura mató a decenas de millones de personas; Mao Tse Tung, Pol Pot, los Castro, Chávez, los mini y maxidictadores africanos y un largo etcétera que solo en los tiempos de “paz mundial” (antes y después de la II Guerra Mundial) asesinaron a más de cien millones de personas…

No faltan los que, en su intento de justificar el socialismo y el comunismo, repiten las memeces del “excelente” nivel de la educación y medicina en los países socialistas. Nada más falso y alejado de la realidad. Basta ver los hospitales cubanos o soviéticos (en Rusia siguen siendo igual de míseros que hace 26 años). O ver la cantidad de los científicos premios Nóbel de las ciencias: solo 20 de ellos eran soviéticos mientras que los estadounidenses son 350, ingleses 125, cien alemanes… Incluso los científicos de Suecia, Suiza y Canadá, que tienen mucha menos población que tenía la URSS, cuentan con más premios Nóbel.

¿O cuántos artistas, escritores, músicos mundialmente conocidos, relevantes para la historia, son producto de la educación soviética o cubana? En fin, es difícil si no imposible desarrollar la mente creativa y ser un creador en un país sin libertades.

América Latina ha sido la región más infestada por las acciones aberrantes provocadas por las ideas nefastas regadas desde el Kremlin. Todas las guerrillas latinoamericanas fueron creadas por los soviéticos y con el financiamiento soviético a través de Cuba. La URSS con sus secuaces de las guerrillas latinoamericanas son responsables de todos los conflictos armados en Latinoamérica en el siglo XX y principios del presente.

Aun falta contabilizar cuántas víctimas y cuántos daños materiales han provocado los criminales de las FARC, del Sendero Luminoso, los montoneros y demás bandas argentinas, los terroristas guerrilleros en Guatemala, El Salvador y Honduras, los zapatistas en México y un largo etcétera. Pinochet y demás gobiernos militares en la región son consecuencia y responsabilidad de las acciones terroristas de los comunistas…

Cuando el filósofo Francis Fukuyama en 1992 publicó su famoso libro “El fin de la Historia y el último hombre”, desgraciadamente se equivocó. Las guerras y revoluciones provocadas por las ideologías – o, mejor dicho, por una ideología, el marxismo – no han terminado.

El marxismo (o socialismo, o comunismo) sigue existiendo disfrazado de otros nombres. Sea el “socialismo del siglo XXI”, “el sandinismo” o algo por el estilo, siguen siendo la misma cosa. No puede una persona racional e inteligente pensar que el socialismo traerá beneficios a la humanidad, salvará de la pobreza y analfabetismo. La historial ha mostrado que es una ideología sangrienta, inhumana, criminal.

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Redacción Minuto30

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