Ahora, cuando ese patrimonio inestimable que es Isagén puede quedar en manos extranjeras, preocupan no solamente las consecuencias políticas, jurídicas, financieras, sociales, ambientales y de seguridad nacional que, de por sí, acarrearía tal venta, sino, muy especialmente, los antecedentes de las empresas proponentes en esta transacción. La participación para la posible compra de Isagén está hoy reducida a seis compañías: la francesa GDF Suez, la China Huadian Corporation, la española Gas Natural Fenosa, la estadounidense Duke Energy, la canadiense Brookfield Asset Management y la chilena Colbún.

Sofía Gaviria

Cuando estamos a punto de poner la soberanía energética nacional en manos foráneas, se hace necesario analizar el impacto que han producido en otros lugares las multinacionales que hoy pretenden hacerse al control de Isagén.

Como no nos alcanza el espacio de una sola columna para referirnos al historial de las seis empresas proponentes y como la GDF Suez es, según los que saben, la más opcionada a ganar la contienda, quisiera referirme hoy a una parte del patético historial de las inversiones de esa empresa allende Francia.

Esta poderosa compañía ha llamado la atención de la Red de Acción Climática de Europa, al financiar de manera desproporcionada a candidatos al senado de los Estados Unidos que han insistido en la inexistencia de la amenaza del desastre del cambio climático o a senadores que se han opuesto a las iniciativas del gobierno estadounidense, en cuanto a tasar las emisiones de dióxido de carbono.

¿Y qué decir del hecho de que, el año pasado, en Italia, se confiscó la central eléctrica Vado Ligure, de GDF Suez, por haber causado supuestamente la muerte de 442 personas y la enfermedad de otras 2.400? Esta medida se produjo a raíz de dos investigaciones solicitadas por la fiscalía de ese país, por desastre ambiental y por homicidio culposo.

La GDF Suez, por lo demás, ha generado, a través de sus proyectos en países latinoamericanos, serios impactos medioambientales: ha puesto en riesgo poblaciones tradicionales, pueblos indígenas aislados y ecosistemas amazónicos, como lo han denunciado importantes entidades internacionales, que acusan a GDF Suez de violar las normas mínimas de protección ambiental y de ignorar los derechos de las poblaciones indígenas, amenazadas por la construcción de la hidroeléctrica de Jirau, en Brasil.

Teniendo en cuenta que el Estado francés es propietario del 35,6% de las acciones de esta empresa, el dirigente de Survival International France, Jean-Patrick Razon, escribió en su momento: «Es un absurdo que el gobierno francés esté utilizando dinero público para financiar una compañía vergonzosa, responsable de destruir el río Madeira y una región de enorme importancia ecológica y sociocultural».

A la hora de garantizar la protección del patrimonio ambiental colombiano que hoy controla Isagén, el gobierno debería tener en cuenta hechos como que, en el año 2010, a GDF Suez le fue concedido el segundo puesto en el Public Eye Award, un antipremio atribuido todos los años en Davos, Suiza, a la empresa u organización más irresponsable social y ambientalmente en todo el mundo. Este vergonzoso galardón le fue otorgado por haber liderado el consorcio encargado de la construcción de la mencionada hidroeléctrica de Jirau.

Los denunciantes de la tragedia ambiental de tal proyecto han insistido en que el mismo amenaza a cientos de especies de peces y en que la vegetación en descomposición y la deforestación que tal proyecto implica contribuyen sustancialmente a la emisión de dióxido de carbono y de metano. Esto es de especial importancia, si tenemos en cuenta que, en la actualidad, la deforestación de zonas tropicales es, a nivel mundial, la mayor fuente de emisiones de gas de efecto invernadero.

A la construcción de la represa de marras, por parte de GDF Suez, se deben, según denuncias de la prensa brasileña, las mayores inundaciones que se han producido en cien años, en la región amazónica de Brasil y Bolivia. Según la Fundación Milenio, estas inundaciones produjeron, el año pasado, 59 muertos y pérdidas materiales por 111 millones de dólares.

Estos son sólo tres de los antecedentes de la GDF Suez que han alarmado a gobiernos y a especialistas, por atentar seriamente contra el medioambiente y, por ende, contra la salud humana.

¿Y a empresas con referencias semejantes queremos entregar la custodia del inmenso tesoro ambiental que hoy custodia Isagén?

Vender Isagén es vender el alma y vendérsela a GDF Suez es vendérsela al diablo.

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Redacción Minuto30

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