Es lamentable la desprevención de algunos cuando prenden el televisor, el radio, abren un periódico o una revista para enterarse de las noticias, y no sepan de antemano con qué se va a encontrar, y no me refiero a la frase de cajón de las malas noticias de corrupción, violencia, asaltos de tiendas, muendas a mujeres, accidentes de tránsito, etc. No, me refiero a la desprevención frente a la opinión que no son capaces de despojar los medios sobre cada circunstancia cotidiana del “acontecer nacional”.

Todas las noticias políticas tienen, dependiendo de cada medio televisivo, radial o escrito, un feto de opinión a favor o en contra del hecho dependiendo de si el protagonista es Uribe o Santos, Petro o Peñalosa (que termina en Uribe o Santos), Maduro o Capriles (que termina en Uribe o Santos) o Trump y Merkel (que termina en Uribe o Santos), y últimamente este feto, ante cualquier hecho y cualquier protagonista, es sospechosamente santista. Y digo sospechosamente porque inmediatamente después de la noticia y la velada opinión sobre el “monstruo Uribe” o el “mesías Santos” viene un “comercial” sobre cualquier cosa que termina con una agradable voz que dice: “paz… equidad… educación.”, ¿Qué raro, no?

No es menester citar nombres de revistas, periódicos, noticieros de televisión o programas matutinos de radio, mucho menos si esos noticieros de televisión son los fines de semana en horas de la noche, ya es predecible, aburridoramente predecible, afrontar un medio masivo de comunicación pues es ominoso ver su degeneración, más aún cuando uno se sienta frente al aparato desprevenido, suena la fanfarria de “último minuto” uno se espeluzna esperando ver la noticia sobre el lanzamiento de un misil norcoreano de mil  millones de megatones de uranio enriquecido con plutonio rumbo a Suramérica y aparece en cambio el presentador o locutor con aire desencantado, circunspecto, adusto y hasta ofendido, y emite entre sollozos la noticia de un nuevo acto de corrupción en Cereté, Colomboy o Ponedera (que por tal no deja de ser grave).

Luego del desafortunado hecho se pregunta uno si el término “corrupción” no debe ser entendido en dos dimensiones: para el funcionario esposado delante de la valla de la Policía es el actuar de conformidad a la ley y la Constitución (para no meternos aquí en discusiones filosóficas de alto calado) y para el periodista es la no modificación de valores y/o principios íntimos por plata, pues seguramente, después del hecho de corrupción narrado (al que no le cabe ningún juicio de valor para justificarlo), vendrá la noticia política con una opinión a favor de la paz, la equidad y la educación, con una -ahora sí- encantadora sonrisa en su rostro, así le parezca un bodrio (JEP, curules, UNP, circunscripciones, facultades al patrón, etc)

La muestra inequívoca se dio el 2 de octubre con el plebiscito. Como el Gobierno Nacional descargó cantidades navegables de dinero en cada uno de estos medios para promover la campaña del “sí” y a pesar de ello ganó el “no”, se lavaron las manos con el primer chivo expiatorio que encontraron por una entrevista en un periódico de baja circulación ante declaraciones dadas por él como gerente de uno de los comités promotores, que en realidad, después de leer y releer encuentra uno que no dijo nada raro, pero que al ver este “papayazo” los mencionados periodistas, como en fuenteobejuna, se relamieron sus bocas y frotaron las manos, y como Salomé, pidieron la cabeza de Juan (no el Bautista) la cortaron y exhibieron acezantes y eufóricos en una pica ante el patrón para justificar esas canonjías derrochadas, quien una vez vio al sacrificado les expresó descansado: “ahhh, así sí”, y mandó a guardar a sus perros.

Es por esto que cada vez más personas con las que hablo de este tema buscan enterarse del “acontecer nacional” por medio de las redes sociales, pues cuando uno abre el Facebook, el twitter o cualquier otra red social (si es que hay más que no conozca, con estos avances…) sabe a que se enfrenta, enciende el filtro para leer: procacidades, chistes flojos y buenos, mentiras catedralicias y sutiles, noticias serias, etc. amasa todo esto, lo procesa, separa la cal de la arena y se forma una opinión inteligente y decantada, pues ese filtro, el que ingenuamente algunos no ponen cuando leen periódicos o ven algún noticiero les permitiría tener una perspectiva real de los hechos, sabrían qué va a decir el twitero (¿se escribe así?) frente a Uribe, Santos, Petro, Roy, Maduro, Trump o hasta Montesquieu. Pero ese filtro no lo ponen cuando prenden el televisor, e ingenuamente -repito- ven el noticiero creyendo que todo es verdad (a diferencia del twitter) y así, se tragan entero todo lo que el medio dice a través del prisma de la “paz, equidad, educación

Para terminar, me imagino las iras de los periodistas en los consejos de redacción, sabiendo que la popularidad de sus patrocinados es lacrimógena, y la de sus némesis tan alta, pese a sus “sutiles” esfuerzos por que la cosa sea al revés, y todo, gracias a las redes.

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Redacción Minuto30

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