¿Ha sentido angustia e irritabilidad por dejar el celular en casa, no conectarse las 24 horas del día, perder la señal o no poder atender una conversación o llamada, mientras se encuentra en una reunión? ¡Cuidado! Puede estar a punto de ser víctima de la adicción a la tecnología, un problema que influye negativamente en el campo laboral y personal.

Generalmente, las personas que padecen este mal “sufren de ansiedad o generan una reacción emocional cuando algo les impide utilizar sus dispositivos tecnológicos; es un indicador importante de uso abusivo e inclusive patológico llamado tecnodependencia”, explica Leticia Luque, docente de la Facultad de psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, y directora de investigación en adicciones tecnológicas.

Por lo general, son individuos que prefieren estar conectados al computador, al móvil o a los videojuegos y dejar a un lado el contacto cara a cara con personas. Según Martha Suescún, magíster en prevención y tratamiento de conductas adictivas y directora general de la Fundación Libérate, al no estar conectados, sufren de dependencia y necesidad de utilizar la tecnología cada vez más tiempo y presentan malestar emocional (irritabilidad, ansiedad) cuando se les impide o bloquea la conexión.

La doctora Luque aclara que la ansiedad es en sí misma un síntoma de que algo está ocurriendo, pero por sí sola no permite detectar ningún trastorno: “Debe ir acompañada de otras reacciones o síntomas para que se pueda decir que hay algún problema real. En el caso de la tecnodependencia, es parte del síndrome de abstinencia que se produce cuando la persona se ve impedida”.

Las personas con este trastorno, añade la experta, disminuyen su rendimiento académico o laboral (porque obsesivamente se concentran en el uso de sus dispositivos), restringen su vida social (pues es más divertido chatear en Internet que salir a tomar un café con amigos, por ejemplo), dejan de realizar actividades que antes les eran gratificantes (como ir al gimnasio o al cine, por pasar más tiempo mirando televisión y subiendo videos). Hay quienes llegan a extremos como endeudamientos por tener los últimos dispositivos tecnológicos y se sienten altamente ansiosos mientras no pueden adquirirlos.

Los efectos negativos, dice la doctora Suescún, también se traducen en problemas de salud como privación del sueño, enfermedades cardiovasculares, gástricas, e hipertensión. Además, estas personas pueden llegar a consumir sustancias tóxicas para aumentar su rendimiento laboral.

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¡Hora de parar!

Depender plenamente de los recursos digitales es un error. Aprenda a reconocer hasta qué punto es bueno estar conectado y cuándo es una situación que requiere ayuda.

La disponibilidad y accesibilidad a las tecnologías de la información y la comunicación “TIC” han aumentado el problema; pero, según la doctora Luque, “esto no solo es por la proliferación y el abaratamiento de costos, sino también porque las personas han permitido que estas se inmiscuyan en su vida cotidiana al punto de modificar su rol original”. Es decir, no puede afirmarse que los responsables de la situación sean solo los dispositivos tecnológicos, sino que el ser humano debe hacerse cargo de desvirtuar un uso imprescindible.

Ahora, todo trastorno se puede superar, siempre y cuando la persona reconozca su problema. “Si hay uso abusivo, aún es posible evitar la tecnodependencia, simplemente haciendo una modificación en la relación con la tecnología. Por ejemplo, si pronto toma conciencia de que resta más atención a lo que ocurre en su muro de Facebook que a su trabajo y, al terminar el día, está agotado pero no produjo nada, y reconoce que algo malo le está ocurriendo y decide cambiar”, dice la licenciada en psicología.

Por eso, la especialista Suescún aconseja establecer un horario o limitar el tiempo dedicado a la conexión. Tener presente el precio de la actividad, restringir cookies y páginas web problemáticas, buscar conductas alternativas en el tiempo de ocio, programar rutinas de sueño, utilizar la tecnología como instrumento de trabajo, no como forma de pasatiempo, y eliminar las facilidades de acceso.

El problema es que cuando se llega a extremos como la tecnodependencia, el afectado no acude por sí solo al especialista, sino a través de un tercero. Por ejemplo, afirma la docente, “una esposa obliga a su esposo a buscar ayuda cuando deja de tener sexo con ella por preferir jugar en Internet hasta altas horas de la madrugada; una madre busca apoyo para su hija cuando esta deja de amamantar a su bebé por chatear en redes sociales”.

En estos casos se requiere asistencia de terapeutas formados en adicciones comportamentales o en trastornos de ansiedad. El objetivo será el reaprendizaje de uso de la tecnología. Por ejemplo, puntualiza la doctora Leticia, “pedirle a un adicto al teléfono que se abstenga del uso del aparato (como se hace con un alcohólico), es absurdo; sería sumir a la persona en una situación de desadaptación social”. Por el contrario, agrega, debe contar con el apoyo de las personas del entorno para reconectarse con otras actividades gratificantes, reenfocar los objetivos personales, y darle a la tecnología el lugar que realmente debe tener en su vida.


Fuente: Revista MedPlus
ED 90
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