Por Edgar Artunduaga

En los tiempos del gobierno del Presidente Uribe (ocho años en el trono) era tanta la identidad de pensamiento de RCN con la administración, que en este país de frases burlonas y perversas, pero casi siempre acertadas, bautizaron la cadena del empresario Ardila Lulle como “Radio Casa de Nariño”.

Por Edgar Artunduaga

Su director, el gran periodista Juan Gossaín, alejado de los micrófonos y dichoso en el paraíso de Cartagena, también toma distancia del exmandatario, en el tema de la paz. Le parece que meterle tanto personalismo a un asunto tan delicado raya con lo mezquino.

“No es lo mismo estar en el oficio, que guardar la perspectiva que da el retiro”, observa Gossaín, como antesala a su análisis sobre el tema de la paz en Colombia, él que durante los diálogos en el gobierno de Andrés Pastrana le insistió al coordinador del proceso, Victor J. Ricardo, que negociaciaciones de paz sin una fecha determinada, sin un límite de duración en el tiempo establecido y sin propósitos claros, no llega a ninguna parte.

“Me parece que esta vez al menos arrancaron por los famosos seis puntos, que es el verdadero comienzo. Es decir, de qué vamos a hablar y cuánto vamos a hablar. Eso es lo importante. Veo que esta vez tampoco tiene fecha y me preocupa. Toda negociación para que no se vuelva eterna, tiene que tenerla. Que se vuelva la fecha un poco elástica, que sea prorrogable, muy bien, pero lo importante es tener desde el comienzo un temario, buenas intenciones pero sobre todo, una fecha determinada. Veo que esta vez tampoco ocurrió eso”.

¿Es escéptico sobre los resultados del proceso iniciado por el Presidente Santos?

Creo que los procesos de paz en Colombia, nos han vuelto escépticos a todos a lo largo de estos años. No sé si es escepticismo, realismo o pesimismo. Soy optimista por naturaleza con todo. Yo creo en el viejo y bellísimo proverbio inglés que dice “La diferencia entre un optimista y un pesimista, es que cada vez que se muere un optimista, entierran a un pesimista”.

Espero que las cosas funcionen, ruego a Dios y ojalá todo salga bien. Pero me parece que el propósito, la intención, el plan de trabajo entre el Gobierno y las Farc, debería tener un límite en el tiempo. Los especialistas, los politólogos los violentólogos, dirán “pero eso no es lo fundamental” y yo sé que no. Lo fundamental son los buenos propósitos, el espíritu desarmado, las ganas de hacer las cosas, pero el Caguán nos enseñó que sin límite de tiempo, las cosas se vuelven complicadas.

¿Cómo analiza el enfrentamiento Uribe-Santos sobre el diálogo con las FARC?

Yo no estoy de acuerdo con tantos colombianos, empezando por columnistas de prensa y colegas nuestros, algunos admirables, algunos realmente sensatos y juiciosos, que vienen pidiendo una reconciliación entre Uribe y Santos. Creo que la democracia vive de eso. Una democracia que no resiste discrepancias, entre un presidente y un ex presidente, es débil, frágil.

A mí no me parece que el país dependa de que se vuelvan amigos el Doctor Santos y el Doctor Uribe. Eso no tiene mayor sentido. El problema serio es el personalismo. Usted puede hacer la oposición por un millón de razones. Uribe que es incansable y que con ese Twitter trina todos los días, se ha opuesto a todo, al acercamiento con Venezuela, con Ecuador, al nombramiento de ministros, a todo.

En llegando a la paz de Colombia, no son chanzas, quiero decir: me parece que una discrepancia que es eminentemente personal, no puede poner en juego una posibilidad de paz. Lo que uno no puede es oponerse a que haya un acuerdo de paz per sé, porque como soy enemigo del Presidente, entonces me opongo a que haya una negociación de paz. Esa parte no me gusta. Meterle personalismo a un tema tan delicado, al tema fundamental de la vida de Colombia, que es la pacificación, me parece que raya en lo mezquino.

El Presidente Santos también ha cometido montones de errores. Repito que el primer error que cometieron fue no ponerle un límite de tiempo a esas conversaciones, pero lo que creo es que uno por razones personales no puede atravesar el palo en la rueda a una posibilidad de paz.

 

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Hace 20 años era inimaginable llamar a un personaje a las 5 de la mañana. Muchos contestan dormidos y otros, como en el caso del senador Roberto Gerlein, responden con un insulto por la falta de respeto. Sin embargo, nos atrevimos con Juan Gossaín, sabiendo que él conoce los afanes de la radio.

Vaya sorpresa. Estaba despierto desde las 4:30 de la madrugada. El objetivo central era preguntarle por Vicente Stamato, compañero suyo en la revista Cromos, y quien había muerto el día anterior. Juan, espléndido y formidable conversador, permitió toda clase de preguntas, incluyendo su matrimonio con Margot Ricci, y la equivocación de mi pronóstico. Yo dije, en su momento, que esa relación –conociendo el temperamento de los dos- no duraría una semana.

Juan sigue madrugando. Se le quedó la costumbre, después de hacerlo tres años en Caracol y 27 en RCN. Además le gusta mucho….

-“No se trata de hacerlo sentir envidioso ni a usted ni a sus oyentes, pero no sabe dónde estoy en este momento: sentado frente a la bahía de Cartagena, en el piso 23; el sol es amarillo como una yema de huevo. Está empezando a amanecer y la bahía está completamente amarilla. El sol entra por el balcón de nuestro apartamento: los muebles y el mundo, están completamente amarillos. La belleza, para mí, de ver este amanecer, no se puede comparar con nada. Uno, me quedé habituado a madrugar. Dos, lo hago con gusto por ver el amanecer. Tres, me siento a escribir todas las madrugadas a esa hora, que es el mejor momento para hacerlo”.

Premios que le da la vida después de tantos éxitos, don Juan….

Dios se lo pague. No se imagina lo que me alegra oírle decir eso a un colega como usted, con tanta experiencia y conocimiento del oficio. Durante 42 años en el periodismo primero solo y luego los últimos 30 años con mi mujer, fuimos juntando centavo a centavo, fuimos haciendo nuestros ahorros, porque queríamos tener una vejez tranquila, porque queríamos que la vida no nos sorprendiera. Gracias a Dios eso da un fruto y uno puede comprarse un apartamentico y sentarse a ver amanecer, puede jubilarse y sus últimos años dedicarse a criar nietos. Bueno, los crían sus padres y uno los malcría. Para eso es un abuelo.

En el Huila hablamos en diminutivo, “un apartamentico”. Me dicen que usted disfruta de una mansión…

No. No sería capaz. No es mi gusto por la vida. Depende de lo que le llame una mansión. No lo es por el tamaño ni por el lujo. Lo es por el sitio. Es que cuando le digo que al frente tengo la bahía de Cartagena, a la derecha de mi visual tengo la Isla de Tierra Bomba, a la izquierda tengo la ciudad antigua, al fondo el Cerro de la Popa, y para mí solito el sol amarillo más grande del mundo como se lo acabo de describir, bueno, eso es una mansión. Ese puede ser el sentido.

¿Qué recuerda de Vicente Stamato?

Aquí llegaron dos argentinos, Juan Gallardo y Vicente Stamato. El primero un hombre alto y gordo.Tuvo un hijo en Bogotá. Gallardo también murió muy enfermo hace unos años en Bolivia.

Stamato venía de Miami; era el más destacado diseñador de revistas que había en América Latina. Él fue el diseñador de la Revista Vanidades, hizo el re-diseño de Cromos y vino a trabajar con nosotros. Vicente era el jefe de diseño, yo era prácticamente el director. Éramos todos muy jóvenes.

Me acuerdo de tanta gente que pasó por allí. Henry Holguín y yo, llegamos a trabajar en la redacción. Stamato es el único argentino humilde y modesto que yo he conocido en mi vida. Él fue quien nos enseñó cómo se hace una revista. Él, su señora, sus hijos, estuvieron en mi casa hace un par de años, en compañía de un tercer amigo. Mire cómo es la vida, es un amigo que yo conocí por Stamato: Napoleón Franco, el gran hombre de las encuestas. Todos vinieron a visitarme hace un par de años y fue muy grato reencontrar a Vicente. Su muerte me causa muchos recuerdos. Han pasado 40 años.

Lo vi en una foto en la que aparecen mirando algunos registros seguramente en la Cromos de ese entonces…

Cromos venía siendo, como la llamaba todo el mundo, la revista de la peluquería. Entonces un grupo de jóvenes empresarios, los dueños de RTI, Fernando Gómez Agudelo, Fernando Restrepo Suárez, Guillermo Cortés, no solo Fernando Restrepo sino su hermano Gabriel y Guillermo, compraron Cromos y resolvieron volverla una revista de noticias semanal y actual. Contrataron un grupo de personas. Por ejemplo, vino a dirigir Cromos desde Cali, José Pardo, vino Stamato desde Miami, donde trabajaba la revista Vanidades, vino Henry Holguín de Cali, Carlos Castillo Monterrosa desde Barranquilla, yo trabajaba en El Heraldo en Barranquilla.

Mi vinculación fue muy graciosa: Cromos le pidió al Heraldo que me dejara trabajar un tiempo con ellos y me fui como si fuera futbolista, en préstamo por dos años. Al cabo de los dos años, volví a Barranquilla a seguir en El Heraldo. Son los mejores años de mi vida porque aquella redacción era un hervidero humano. Fueron los años en que ocurrieron unos episodios periodísticos muy célebres. Henry Holguín, que era incansable, descubrió el caso de la machaca, la mariposa que picaba y había que hacer el amor o se moría la víctima.

En las selvas del Putumayo Henry Holguín descubrió que hay una especie de mariposita, que pica a la persona y no tiene cura la picadura, salvo hacer el amor las 24 horas siguientes a la picadura. Aquello fue una conmoción en el país. El país no hacía sino hablar de la machaca. Bendito país, donde las noticias más importantes eran las de la machaca. Todavía no había esta cosa de violencia que tiene tan agobiadas las noticias.

Así mismo, hubo unos casos terribles. ¿Se acuerda de Martín? El descubrimiento: él fue uno de los peores criminales de guerra, en los tiempos de Adolf Hitler y nunca pudieron capturarlo. Henry Holguín creyó haberlo descubierto en las selvas del Putumayo. Y escribió su columna “Encontré a Martín Bormann”. Eso vino gente de Alemania, de Londres. Era un pobre alemán que no tenía nada que ver con Bormann ni nada.

En mi caso, me tocó una época histórica, acompañar siempre a Kid Pambelé en todas las peleas. Yo cubrí todos los combates para Cromos. La revista circulaba los días sábado, los combates por razones de taquilla se programaban casi siempre los viernes en la noche. Vicente decía “cubramos el otro ángulo”, que a propósito esa frase fue famosa. Por ejemplo hicimos cosas como “La pelea vista desde la esquina. ¿Qué dicen en el oído cuando el boxeador se sienta, cuáles son las instrucciones, qué dicen en las esquinas?”. Ese tipo de cosas eran, en vez de contar la pelea. Eso lo contaban los periódicos todas las semanas.

Fueron formidables días de periodismo en los que hubo mucha creatividad, se trabajaba mucho en equipo….

Sin duda. Usted dijo la palabra clave: creatividad. Pero además había otro elemento fundamental: entusiasmo. Había una especie de emulación interna, a ver quién traía lo mejor de la semana. Además, el equipo. El reinado de belleza era clave para Cromos. Era el gran tema de la revista. Veníamos el equipo completo y viera ese trabajo hasta las 11, 12, 1 de la mañana todos los días y Stamato recogía como si fueran gallinas, a todos sus pollitos a las 12 de la noche, a todos sus reporteros.

Vicente nos sentaba y nos decía “¿Qué tienes tú, en qué andas, qué averiguaste, qué fotos tienes?”. Los fotógrafos eran excelentes. Fabio Serrano y Jairo. Me acuerdo mucho de Abduel, el maestro que trabajó con nosotros, Nereo López. Aquello parecía un kínder garden, parecía que estuviéramos siempre en recreo porque había una ebullición permanente, era un hervidero.

Eso hervía todo el día, todo el mundo llevaba ideas, traía cosas. Una vez se nos ocurrió una idea genial: una muchacha absolutamente bella, bogotana, muy distinguida e inteligentísima periodista. Era Brigitte. Empezaban los primeros líos con los colombianos en los Estados Unidos, por el tráfico de droga al menudeo. Esa cosa de llevar unas bolsitas de cocaína en el fondo de la maleta. Oiga cómo éramos de entusiastamente irresponsables: decidimos mandar a una periodista de Cromos y compramos unas bolsas de esa cosa de Promasa, polvo blanco, lo hicimos meter en unas bolsitas plásticas, lo metimos en el fondo de la maleta, para ver cómo era la vida de un colombiano detenido por drogas. ¡Qué tal la irresponsabilidad! Salió ella para Estados Unidos con su maleta. Cuando llegó a Miami, abrieron la maleta, le encontraron la cosa y un policía le dijo “siga, que eso es promasa”.

¿Cómo está de salud, a propósito de un susto reciente que terminó en urgencias?

Fue realmente un susto muy grande. Yo estaba sentado escribiendo, aquí en mi biblioteca, en el estudio y de pronto me sentí terrible, se me fue la luz, no veía nada, me quedé paralizado. Mi mujer y mi hija corrieron para la clínica conmigo. Tenía la presión arterial casi en cero, me estabilizaron, me dejaron 24 horas en la clínica, haciéndome exámenes y vigilancia permanente del corazón, el estómago, el cerebro. Fue tan minucioso el examen, que hasta cerebro me encontraron. Lo curioso es que nunca supieron qué fue. Fue un síncope momentáneo, producido por la baja de presión arterial, pero nada más que eso gracias a Dios.

¿Y cómo se encuentra Margot Ricci, su esposa?

Está muy bien, excelente. Cada día más joven porque aquí el único que envejece soy yo. Está dedicada a los nietos, que cada rato vienen de Bogotá a visitarnos, a nuestros amigos, que son gente muy querida. Vamos mucho a la playa, a Barranquilla, damos vueltas. Todo muy bien, afortunadamente.

Édgar, usted que sabía lo difícil que era casarse con Margot por su temperamento, y esas cosas, le cuento que resultó ser la mejor compañera del mundo. Yo siempre digo que Margot es esposa, compañera, amante, amiga, consejera. Ojo con lo de consejera, no aduladora, al contrario. ¿Saben ustedes en qué consiste el proceso literario en mi casa? Es lo más sencillo del mundo: Yo escribo y Margot rompe.

Perdóneme la pregunta, después de felicitarlo por un matrimonio tan feliz que han tenido: ¿Cómo lograrlo?

Me acuerdo de la frase de Édgar en el diario del Espacio el día que ella y yo nos casamos. Margot y yo la recordamos y nos reímos siempre.

Dice Artunduaga el lunes en El Espacio “El sábado pasado en una ceremonia a escondidas, en secreto…”.  Nos casamos en una iglesia que tenía el nombre más apropiado para esas circunstancias: Nuestra Señora de las angustias. Y dice “entre los colegas hay apuestas. Los más optimistas aseguran que dura tres meses ese matrimonio” Y llevamos 30 años.

Yo descubrí una cosa que sólo se sabe con la experiencia matrimonial. Un matrimonio no depende, como cree la gente, de que tengamos el mismo temperamento, de que los dos pensemos lo mismo, de que tengamos los mismos gustos. Es al revés: un matrimonio consiste en dos temperamentos distintos, de manera que cada uno ceda un pedacito cada día. A mí me toca ceder hoy porque a ella no le gusta madrugar, por ejemplo. A ella le toca ceder mañana porque a mí no me gusta trasnochar. Cediendo cediendo, se van armando los años. Es la única forma que yo conozco.

¿Y cómo avanzan sus trabajos literarios?

Ahora dispongo de algo que no tuve durante 42 años de periodismo por razones obvias: dispongo de tiempo para investigar los temas, para planearlos. Ya no estoy en el ajetreo diario del periodismo, que es tan emocionante, bello vibrante, pero que a veces tiene le problema de no darle a uno suficiente tiempo y espacio para investigar.

La crónica sobre cómo destrozaron el sistema de salud en Colombia, cómo se lo robaron y lo destruyeron, duré 3 meses investigándola con cuidado y si me hacía falta una palabrita entonces buscaba a la persona especializada. La gente es muy amable conmigo, si yo llamo a alguien en Bogotá que tiene conocimiento del tema, me dice “voy a Cartagena y lo visito”. Ha venido mucha gente a visitarme y en eso estoy. Estoy tratando de hacer en mi vida y mi trabajo, algo nuevo. Yo siempre hice crónicas periodísticas e hice radio. Ahora estoy tratando de hacer una combinación de crónica, columna periodística, opinión y noticia, es decir mezclando todas las cosas.

Después de que botaron 12 mil mercados, los dejaron perder por razones políticas y se robaron el dinero, yo termino la crónica diciendo que para calificar a quienes hicieron eso, no hay sino una palabra en español y es la que Cervantes usa cuando a Don Quijote es aporreado en aquella hospedería del camino. En un mesón unos atarbanes le pegan y él se monta en el caballo y les grita “hideputas”.

Puede haber una palabra distinta para botar 12 mil mercados en un país lleno de pobres y de hambrientos, pero, ¿sabe qué es lo que me indigna a mí, sabe realmente dónde está el mal? el mal no está en que haya sinvergüenzas que dejen perder 12 mil mercados. El mal está en que aquí no reacciona nadie, aquí nadie se toma una plaza, no hay un indignado, nadie protesta. Eso es lo que realmente me tiene muy preocupado y molesto. Es la indiferencia de la gente. ¿Se acuerda de Luther King?

En  nuestra época, decía Luther King, “lo peor no es lo malo de la gente mala. Es la indiferencia de la gente buena”.

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Redacción Minuto30

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