No se quiere aprender


Decía hace unas semanas el director de Human Rights Watch para las Américas, José Miguel Vivanco, que la historia de la humanidad es de barbarie y de impunidad y basta con hacer un recorrido somero por los siglos y décadas pasadas para darse uno cuenta que es verdad, lo paradójico es que no se ha aprendido nada de lo que ha sucedido en el mundo: guerras mundiales, conflictos en Europa, en el medio Oriente, en Asia, en el África, que han dejado millones de muertos, de desplazados, de huérfanos, países devastados, hambrunas y otras calamidades indecibles y los responsables o se han muerto de viejos o andan muy campantes, muy pocos han rendido cuentas a la justicia, sino miren cuántos dictadores hay en el mundo responsables de crímenes atroces y no hay siquiera riesgo de que vayan a ser juzgados.

Es probable que muchos de estos delincuentes se hayan tomado el poder a la fuerza o que se hayan hecho elegir en las urnas con promesas distintas, en ambos casos el pueblo no puede hacer nada o en su momento no creyó que fueran a suceder abusos de poder. Pero lo que si no entiende nadie es que en plena campaña para llegar al poder un aspirante se muestre tal cual como es, exprese sus ideas, diga qué hará una vez en la presidencia, cuál es su manera de pensar y el pueblo pacíficamente, a sabiendas de lo que se le viene pierna arriba, elija a ese candidato. Ejemplos hay varios, pero el más reciente y cercano es el de Brasil donde el domingo pasado eligieron a Jair Bolsonaro como presidente.

En campaña dijo claramente que no le gustaban los negros, lo que resulta curioso si se tiene en cuenta que en ese país un alto porcentaje de la población es negra; que es homofóbico; respecto de la mujer, también hizo comentarios que hacen pensar que es misógino; manifestó ser admirador de Donald Trump; ha defendido la dictadura militar que gobernó el país y que cometió tantos crímenes contra la población; cuando supo que había sido electo, hizo saber que gobernaría con la biblia; en suma, no parece ser el demócrata que en estos tiempos tan convulsionados requiere el país para lograr unirlo y estabilizarlo, pues viene de una crisis política profunda en la que la corrupción ha sido la invitada principal y donde el presidente más popular de la historia, Lula da Silva, está condenado por esta práctica.

En una época como la actual donde el mundo padece fenómenos de inmigración, los partidos políticos y la clase dirigente tradicional tienen hastiada a la gente de tanta corrupción, el medio ambiente no da más espera y el pueblo requiere soluciones a problemas serios como la inseguridad y el desempleo, se necesita un líder que llegue a unir, a buscar consensos y soluciones y no uno que divida e incendie más la sociedad. A este punto se llegó, pero en ello tienen una cuota alta de responsabilidad los políticos de siempre, que de tanto abusar de la confianza de la ciudadanía, se presenta un candidato de este tipo que se muestra distinto a los políticos tradicionales y la gente cansada y con rabia se tira por el despeñadero, lógicamente no se quiere indicar que se debió inclinar la balanza por los mismos, pero en el caso de Brasil, había buenas opciones como la candidata Marina Silva, ex senadora y ex ministra de ambiente, campo este último en el que más se ha destacado.

Espejos hay como el de Turquía, Rusia, Egipto y tantos otros donde se han enquistado unos autócratas que han logrado hacerse elegir por el pueblo, aunque se habla de fraude, pero han llegado al poder a desconocer la Constitución, las leyes y a cambiarlas a su amaño, a perseguir a quien no piense como ellos y a recortar garantías fundamentales. También está el caso del presidente de los Estados Unidos, que claramente muestra qué clase de persona no debe ser elegida para regir los destinos de un país que se precia de ser democrático y respetuoso del orden jurídico. En fin, ejemplos tenemos en varias partes, pero no se aprende de las experiencias ajenas, parece que cada país necesita la suya propia para darse cuenta que hubo una mala decisión, lo que pasa es que mientras tanto suceden muchas cosas y siempre los que llevan la peor parte son los débiles. Pueda ser que no se arrepientan en Brasil.


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