¿Fracasaron, Los acuerdos de PAZ?


La polarización que se ha generado en el país por los acuerdos de Paz de la habana que finalmente firmo Juan Manuel Santos con las Farc en el teatro Colon, después de haberlos sometido a un Plebiscito en el que la voluntad popular por mayoría le dijo NO y que de manera vergonzante negociaron inconsultamente quienes se creían dueños de esa voluntad, en un acto que constituye el mayor irrespeto, exabrupto y atropello a la democracia que ha tenido nuestro país en toda su historia. Ha causado y seguirá causando daños irreparables a nuestra sociedad.

Cuando el pueblo colombiano dijo NO como máxima expresión invulnerable de sabiduría y como la más grande reafirmación de que la voz del pueblo es la voz de Dios, lo hizo consciente de una cosa y es que los acuerdos estaban mal concebidos y mal diseñados.

Las negociaciones deben ser justas y para que tuvieran esa condición solamente habría que darles a las partes la proporción adecuada y no fue así. La desproporcionalidad era evidente y hoy se está comprobando, con todos los hechos que se han venido sucediendo tratando de lograr su implementación.

La violación constante a la constitución colombiana y todos los claros vicios de forma y de fondo que tienen esos espurios acuerdos, son un espectáculo de desfachatez constante.
Es demasiado palpable y ostensible que los acuerdos solo se fraguaron para beneficiar a los victimarios de las Farc y a sus socios, para lavar sus activos, para generar su impunidad, para lograr su amnistía, su indulto, para irrespetar la dignidad del pueblo colombiano, para violar las leyes y tratados internacionales y como si eso fuera poco, para beneficiar económicamente y de la manera más grotesca y fraudulenta a los negociadores.

Eso también se ha venido comprobando. Solo se logró un gran negocio y el desconocimiento a las víctimas.

Resulta contradictorio que algo tan preciado como la PAZ, que por lo demás es un derecho constitucional y que anhelamos todos los colombianos sin distingo, hoy sea el motivo del mayor antagonismo entre los colombianos y que además este dejando huellas y cicatrices tan profundas en el corazón de nuestros compatriotas. Esa es una verdad de a puño y no se puede desconocer.

Todavía no se entiende por qué la voluntad popular expresada en las urnas en el plebiscito, continúa siendo absolutamente desconocida, pisoteada y vulnerada. Nada ni nadie es superior a ese mandato y hoy sigue vigente su ordenanza. Sin embargo, han venido triunfando todas las formas inaceptables, para desconocer ese mandato indiscutible que ordeno el pueblo colombiano.

De la manera más descarada, con los métodos más bajos de contratación y de manipulaciones falaces al poder legislativo y judicial, hoy estamos viendo todo un espectáculo criminal que ha desvirtuado y debilitado lo más profundo de todo el andamiaje institucional incluido el del poder ejecutivo.

En ese panorama que ya está tomando características dantescas, solo se ven agravios de bando y bando, las redes sociales son la máxima expresión de la grosería y de la bajeza, el que más insulta es el más popular y no se ven soluciones de fondo por ningún lado y menos que vengan de los poderes del estado. Al contrario, las determinaciones que toma el Poder judicial contrarias a derecho son acatadas por el ejecutivo y el poder legislativo ratifica con más leyes el exabrupto.

Las cosas se deshacen como se hacen y hoy más que nunca es de imperiosa necesidad deshacer esos acuerdos que muy poco bueno le han traído al país y a los colombianos. El gobierno de Juan Manuel Santos y solo por alimentar su codicia, ofreció en esos acuerdos cosas imposibles de cumplir y por el lado de las Farc la mayoría de las condiciones negociadas en términos económicos, claramente y comparativamente son inferiores a los réditos que les pueden dar la actividad ilegal del narcotráfico y las otras formas delincuenciales, que les permitían grandes ganancias.

Estas situaciones indiscutibles que han venido distorsionando y de manera puntual lo pactado, hacen que los acuerdos sean absolutamente inviables y sean un rotundo fracaso. Esa es la verdad, así muchos de los beneficiados quieran desconocerla. Habrá cosas de los acuerdos que en política social tengan mérito, pero comparadas con toda la ignominia que ha generado, están completamente opacadas y desdibujadas y si tienen el mérito deben continuar y tampoco impiden que haya una rectificación de fondo para los mismos.

Los acuerdos de Paz firmados con su antecedente funesto de darle condición de delito político conexo a los delitos sexuales, al secuestro y al narcotráfico, entre otros, tergiverso todo el ordenamiento jurídico y hoy es el causante de que Colombia sea el mayor productor de cocaína del mundo, situación que se había controlado y que nos tiene en grave riesgo de ser desertificados y además con la condición de parias. Las crecientes disidencias que son el resultado más claro del fracaso, hoy conforman las grandes bandas criminales del país, son parte de otros grupos guerrilleros o los suplantan y están engrosando las milicias urbanas. Muchos de ellos son ejemplo del vandalismo en nuestras ciudades.

La lucha por el poder del narcotráfico, de las zonas de producción y de sus rutas, ha desencadenado un poder criminal de incalculables desproporciones, que todos los días continúa generando víctimas y asesinatos. La violencia volvió al campo y hay indicios de creación de nuevos grupos paramilitares haciendo también del crimen, la ley. La vida de colombianos, de militares, de inocentes se sigue poniendo en riesgo y continua la masacre.

El microtráfico, el creciente consumo interno de estupefacientes y las victimas del consumo de drogas en el mundo, se ha acrecentado gracias al proceso de Paz y ya tiene cifras de víctimas incalculables.
Es necesario poner todo en una balanza y ver su inconveniencia, sus resultados y su viabilidad real.

La encrucijada en la que se está viendo el país tratando de implementar unos acuerdos que adolecen de principios éticos y morales, por lo demás violatorios por donde se les vea del ordenamiento jurídico y del estado de derecho, no le están proporcionando nada bueno al país y están generando un muy mal ejemplo histórico para todas las generaciones venideras.

Por desgracias, se ha venido ratificando cada día, que “una Paz mal hecha es peor que una guerra”.
La Paz, que es el perdón, la reconciliación entre las almas, el respeto mutuo, la comprensión, el equilibrio y la serenidad. La paz que es el diálogo, que es el derecho de mujeres y hombres a la no violencia, que es la virtud de la tolerancia, que es la aceptación, que es el aprecio profundo por el valor de la persona y de su dignidad, no la veo por ningún lado. Esto que es primordial nunca ha sido importante en estos acuerdos.

Sin Justicia en los acuerdos firmados, jamás podremos lograr que La Paz sea la cultural del amor, de la concordia, de la felicidad, de la alegría y de la libertad. Este debería ser el objetivo a cumplir y el norte de los acuerdos de la Habana, si lo que queremos realmente es la PAZ.

Estas definiciones que deberían ser el engranaje y objetivo de los puntos álgidos y centrales de las conversaciones y de los acuerdos de la Habana para lograr la tan añorada PAZ, se han olvidado definitivamente y no son para nada el fin de los acuerdos logrados. Pareciera que estas definiciones sonaran cursis o ridículas y ninguna de las partes las aplican o las hacen necesarias o prioritarias.

Tal vez algo bueno que ha traído los acuerdos de Paz al país, es que se ha generado una gran consciencia entre los colombianos para acabar y reinventar los poderes del estado, que poco o nada están contribuyendo a la construcción de país.
Habrá que ver si ahondamos en las diferencias y en a violencia, tratando de justiciar lo injustificable.

@PoliticaPuntual


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