Todo el mundo lo sabe, todo el mundo lo dice, todo el mundo la tiene clara: el peor problema que tiene Colombia y que, además, genera otros no menos importantes, es la falta de justicia, la inoperancia de una Rama Judicial del Poder Público, que terminó por afectar el normal funcionamiento de las demás. La ecuación es sencillísima: si la justicia no opera adecuadamente, la delincuencia, la corrupción, el narcotráfico y todos los demás delitos contenidos en nuestro ordenamiento penal (que se han vuelto flagelos incontrolables) se exacerban porque sus autores saben que el brazo de la ley no los alcanzará, ya sea por desidia y paquidermia, ya sea por la compra de conciencias.
Si el problema salta a la vista y es evidente en el nivel gubernamental y en el social, ¿por qué demonios no se ha resuelto?, ¿por qué no hay solución a la vista? La respuesta es obvia: a muchos de los que hacen parte de ese monstruo de mil cabezas en el que se convirtió la justicia no les interesa perder sus privilegios, tantas gabelas y esa “libertad” que les procura la oscura zona en la que se mueven, medrando por intereses particulares, de espaldas a la ciudadanía y en detrimento de la institucionalidad. También hay decenas de políticos trabajando para que las cosas sigan igual, porque tienen amigotes enquistados en el poder judicial, que “blindan” fechorías y ayudan a perseguir a contradictores. Este, pues, es un maridaje perverso y despreciable que tiene que cesar por el bien de la República.
En otras palabras, entre más caos haya, cuanto más enrarecido esté el ambiente, aquellos que hacen de la justicia una meretriz, a la que ultrajan cuando les apetece, encontrarán el caldo de cultivo apropiado para hacer de las suyas, ante la mirada indolente de una sociedad que se acostumbró a la injusticia y que muchas veces por miedo calla. Algo es seguro: cuando el monstruo que hemos dejado crecer a ciencia y paciencia devore todo a su paso, irá por todos aquellos que guardaron silencio ante los atropellos y calmará por momentos su delirante apetito. El leviatán de la injusticia es insaciable y, como un enjambre de langostas, arrasará lo que se tope, hasta llegar a los cimientos de la democracia, y entonces será demasiado tarde para reaccionar.
Hace varios días lancé, en este mismo espacio, algunas de las propuestas que considero necesarias para superar la peor crisis de la justicia en la historia republicana de Colombia. (https://www.sincensura.co/single-post/2018/09/01/REFORMA-A-LA-JUSTICIA-I). Aquí les dejo otras:
A veces, la única manera de controlar el cáncer es extirpando uno o varios miembros. La justicia en Colombia es una feria de las vanidades y de la politiquería; no podemos dejar que la “metástasis” avance. Para darle la vuelta a este desolador panorama, el Gobierno debe empalmar criterios con la bancada que lo apoya en el Congreso: es determinante mandar un mensaje cohesionado, en cuanto a lo que se pretende y busca. Esto es con una Constituyente, guste o no.
La ñapa: Daniel Samper se ufana de maltratar con sus burlas de mal gusto y poca gracia a niños y mujeres. Nada distinto puede esperarse de un sujeto tan despreciable.
abdelaespriella@lawyersenterprise.com
2021-05-06
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