Juliembre

Compartiendo un tinto con unos colegas en la cafetería de la universidad escuché que un estudiante, la semana anterior, gritaba a todo pulmón: ¡llegó juliembre; este año se acabó, ¡viva juliembre… viva! Puedo jurar que ante semejante adefesio me estremecí, no sabía qué decir ni qué pensar. En la mesa todos nos miramos asombrados mientras el joven se alejaba lentamente gritando su estribillo en medio de sus compañeros. Racionalmente me niego a creer que aún haya gente que viva en la estratosfera, sin los pies en la tierra, pensando cosas sin sentido que poco o nada aportan al crecimiento personal. Llegué a la oficina y en mi mente seguían dando vueltas los pregones de aquel joven, pero, sobre todo me marcó la palabra juliembre. Hace muchos años aprendí que los últimos cuatro meses del año terminan con la sílaba bre, anuncio, sine qua non, que el año se va acercando a su fin. No entiendo cuál es el afán que el año termine, cada cosa en su lugar; no niego que cuando era niño yo quería ser grande, algo de lo que hoy me arrepiento al ver la vida como se me va de las manos y el tiempo me acerca cada vez más al final de mis días.

Al llegar a casa aún sonaba juliembre en mi cabeza, recordé una pregunta que me han hecho mis estudiantes y algunos amigos: ¿será que el tiempo está corriendo más rápido?, esto porque para muchos en un abrir y cerrar de ojos el año se acaba. Déjenme decirles que el tiempo es igual, que las horas, los minutos y los segundos en cada reloj hacen el mismo recorrido, nada ni nadie altera el tiempo físicamente, pero sí psíquicamente, nuestro cerebro lo están programando para que viva cosas que no corresponden en unas determinadas épocas del año. Un ejemplo claro de esto es la aceleración del mercado y los medios de comunicación para vendernos la idea de un diciembre rápido que haga que el año sea de seis meses. Sin darnos cuenta se volvió costumbre que, desde finales del mes de julio e inicios de agosto, los almacenes exhiban productos para la próxima navidad. En septiembre algunas emisoras de música tropical empiezan a promocionar canciones con un estribillo que dice, “desde septiembre se siente que viene diciembre”, y, como el mes de noviembre ya no existe, en la mente comercial, desde octubre la gente está en diciembre.

Frente a esas velocidades que descarrilan nuestros imaginarios, Zygmunt Bauman, sociólogo polaco, en tres de sus libros, Vida de Consumo, La sociedad Sitiada y Modernidad Líquida, hace alusión a la forma como la sociedad vive y experimenta todo con una rapidez inusitada, a nadie le alcanza el tiempo, todo es para ya, nadie hace pausas en el camino, todo es acelerado. Según Bauman, los medios de comunicación, especialmente la televisión y las redes sociales dominan la vida de todos. Al despertar y levantarnos cada mañana ya estamos programados para resolver un mundo de cosas, lo curioso es que todo es para ya, todo es urgente. Hoy gerentes, supervisores o dueños de empresas no saben de tiempos y resultados, todo es para ya, la urgencia hace que el tiempo no alcance y la presión mental nos lleva a creer que el tiempo corre sin piedad. A propósito, una pregunta piadosa, ¿cuántas veces al día miramos el celular? La invitación entonces es a ser más calmados, a vivir mejor cada minuto, cada hora, cada día, cada época del año.

Continuando con juliembre, es insólito, por no decir estúpido, ver casas con alumbrado navideño encendido desde el mes de noviembre, tan ridículo como hacer la procesión de domingo de ramos un primero de octubre. Otrora, la gente tenía muy claro que la navidad debía empezar la noche de las velitas, momento en que se encendían los alumbrados y oficialmente empezaba diciembre con su alegría. Los centros comerciales en su afán de vender aceleran las fechas y acomodan sus mercancías con los mejores descuentos para que las ventas fluyan todo el año, de ahí que diciembre se esté viviendo cada seis meses, la navidad termina y de inmediato se están preparando para importar, de la China, los productos para la próxima navidad que debe empezar en julio. No sé qué tan descabellado sea pensar que llegará el momento en que diciembre sea todo el año y, estemos tan adiestrados comercialmente que compremos un árbol de navidad diferente cada mes de acuerdo con el clima; invierno o verano.

Como van las cosas con toda seguridad las navidades futuras, no llegarán a ser ni la más mínima expresión de lo que se vivió tiempo atrás, todo será más inmediato, las fiestas serán virtuales, es decir, cada uno, en su computador, rumbeando y brindando por el año nuevo, nadie estará con nadie, la navidad será a toda prisa y en medio de la soledad. Tanto acelerar el tiempo para no disfrutarlo, tanto correr para no llegar a ninguna parte. A mis amigos siempre les digo, todo con calma, no nos aceleremos, corremos y nos desesperamos, ¿para qué? Siempre recordaré la frase, “vísteme despacio que tengo prisa”, expresión que se atribuye a varios héroes de la historia, pero, de la que solo se tiene mención en el refranero español. Se trata de un oxímoron que enfatiza la importancia de la precisión y la calidad sobre la velocidad en ciertas situaciones. Se considera que es una forma de expresar que es mejor hacer las cosas con cuidado y atención, aunque se tenga prisa, para evitar errores que luego requieran más tiempo para corregir. Juro que borraré juliembre de mi mente y viviré tranquilo.

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2025-07-13

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