No suenan las cacerolas como sonaron el 21 de noviembre del 2019 y los días posteriores por culpa del Comité Nacional del Paro (CNP). Estos señores tiraron a la basura el activismo y la solidaridad de miles de colombianos que apoyaron inocentemente su lucha, pero que hoy en día se sienten defraudados por sus promotores.

Recuerdo bien que a finales del año pasado y según la Personería de Bogotá, se conglomeraron alrededor de unas 20.000 personas en la Plaza de Bolívar para manifestar su inconformismo con medidas puntuales del gobierno del presidente Duque.

Aunque leí los 13 puntos de la convocatoria y personalmente ninguno me convencía (porque de fondo carecían de veracidad); creía y sigo creyendo, que es legítimo alzar la voz cuando los gobiernos -a juicio personal- no están resolviendo los problemas de la gente. Es ahí cuando la protesta es valida y su derecho en ningún momento se puede cercenar.

Ese acompañamiento masivo que tuvieron el #21N fue rápidamente politizado y mal utilizado por los líderes del CNP. Ellos mismos, en los días posteriores no solo montaron su propio “plan de gobierno” sino que se burlaron de los colombianos al presentar 104 propuestas entre las que encontrábamos, sacar a Colombia de la OCDE o sentarse a negociar con el ELN; temas que nunca se habían puesto sobre la mesa y que a todas luces son insensatos e irresponsables.

El resultado no pudo ser otro que el abandono y la falta de apoyo ciudadano para la movilización que se citó este 21 de enero en las principales ciudades del país. Este inicio de año, el CNP estuvo casi solo en un paro que hace rato perdió su norte.

Los colombianos queremos respuestas inmediatas y le exigimos al Comité Nacional del Paro seriedad. Ellos se opusieron a que la mesa fuera llamada “mesa de conversación”, se oponen a que se escuche a todos los actores sociales -gremios, estudiantes, emprendedores, jóvenes, etc.- y aún no asisten a las múltiples invitaciones que el presidente les ha hecho en aras de mejorar y tramitar sus demandas… entonces ¿Qué quieren?

Si la intención es que sus demandas sean escuchadas y se les busque una solución, las puertas están abiertas y ese sería el camino ideal. Pero si su intención es sabotear a un gobierno que no es de su agrado afectando a millones de colombianos, no lo van a conseguir y el abandono social cada vez será mayor hasta sentenciar su extinción.

El 21 de enero a la Plaza de Bolívar solo llegaron 1.000 personas, redujeron su asistencia en más de un 90% y sus demandas al igual que el sonido de las cacerolas está perdiendo fuerza.
Sumémosle que los colombianos estamos cansados de ver en las noticias las peleas de los encapuchados con la policía, nuestras ciudades destruidas y nuestra movilidad obstaculizada.

Por estos daños solo en Bogotá se debieron destinar en 2019 40.00 millones de pesos para arreglos. Dinero que no sale de la clase política sino de nosotros los ciudadanos de a pie, que erróneamente el CNP dice representar.

Las cacerolas ya no suenan porque como toda movilización social después de la calle, viene la negociación, las tensiones obvias de esa negociación y un acuerdo donde las dos partes ceden. Todo ese camino ha sido obviado por los señores del CNP que se han acostumbrado al bloqueo y no a la solución. No tienen peor enemigo que ellos mismos y su ego. En este 2020 las cacerolas ya no suenan como antes.

@DanielPBayona

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Redacción Minuto30

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