Comienzo haciendo una fe de erratas de mi columna anterior, aunque en estas épocas con los correctores y resaltadores de yerros de los procesadores de texto esto parezca ridículo, me pareció más honesto dejar el yerro una vez me lo pernotó un amigo y pedir disculpas, que enviar una columna nueva con el desaguisado corregido. En fin, no es Fuenteobejuna la obra de Lope de Vega, es “Fuenteovejuna”.

Bueno, a las cosas: hasta hoy, cada que veía un afiche en un poste en medio de una campaña política siempre llegaba a mi cabeza, y creo que al imaginario colectivo también, que la plata para la impresión del afiche y el pago del muchacho que los pegaba salía de las donaciones que empresarios o amigos del candidato o partido hacían para que ese afiche llegara hasta ahí (a afear la ciudad), normal. Lo mismo que la plata de la gasolina del carro (y el carro) del candidato para que llegara a sus manifestaciones, los refrigerios de los manifestantes, los volantes, los “pastelitos”, los testigos y en fin, toda esa parafernalia que exige una campaña política en un país carente de cultura política como Colombia.

Pero después de escuchar a Andrés París (¿o a alias Andrés París?) diciendo que su partido, el partido de las Farc (llámese “Voces de Paz”, “UP”, “PC”, “Marcha Patriótica”, o como sea, no dejará de ser el partido de las Farc) usará lo que consiguieron en medio de “la guerra” para financiar su partido y sus campañas políticas, no dejaré de imaginar cómo llegó ese afiche a ese poste. Ya la plata para que eso sucediera no fueron donaciones de amigos, boletas, bingos bailables, empanadas, ni siquiera plata de contratistas corruptos adeptos al partido (en el peor de los escenarios), sino que será la plata de narcotráfico, secuestro y extorsiones la que ahora pagará los testigos electorales (¡vaya testigos!), los refrigerios y los “pastelitos”. Y si comprar votantes es feo, pues comprarlos con esa plata será aún peor, porque además de la plata mal habida, no dejará de estar latente el factor intimidación que nunca se alejará de la mente de las víctimas de esa compra de votos “agrandada”, como el combo de la hamburguesa, o sea, volveremos a la época de Pablo Escobar: plata o plomo, pero ahora no será a jueces o funcionarios, será a electores.

Esta situación va a partir la historia política del país, va a cambiar la forma de hacer política, de hacer campañas, pues además de esos caudales de dinero que no tiene ningún partido, ni siquiera el agonizante partido de la U cuyas finanzas no son propiamente las del Vaticano (¿sí cabe el ejemplo?), seguramente los muy “cotudos” pedirán la plata fruto de la reposición de votos y entrarán a ese círculo vicioso de la política colombiana: llegar al poder, ayudar a que contraten a algunos, cobrarle a esos algunos una porción del contrato, financiar campañas con esa plata… pero tener como banderazo más de 3.600 millones de pesos (según me cuentan que dijo la revista Semana) es un desequilibrio descomunal que le permitirá ponerse dignos hasta a algunos especímenes del partido de la U que “nunca han recibido un peso de contratista alguno”.

Este proceso de paz dio para todo, no solo desquiciar el sistema constitucional, para que la dignidad nacional quedara en el bote, sino para que surgiera un partido político rico, millonario, que tiene plata de los mencionados delitos (extorsión, secuestro y narcotráfico… o sea que ya el eslogan no será paz… equidad… educación…), que empieza además con diez congresistas, que tendrá posiblemente unas circunscripciones especiales para poner otro tanto y donde los alcaldes y concejales serán elegidos bajo esa particularidad sino para que a pesar de eso, nos ganemos un premio nobel… de paz.

Hay que rodear pues al señor Fiscal para que sus advertencias sean materializadas, para que esa plata vaya más bien a esas víctimas del secuestro que lo perdieron todo, que fueron “retenidos” tres y cuatro veces, que tuvieron que venderlo todo para poder pagar por volver a ver su padre, a que esa señora a quien le mataron el marido que se levantaba a trabajar todos los días honradamente para sostener ese hogar y luego la vimos en el semáforo con tres muchachitos y un cartel desteñido y mal escrito sintetizando su historia, pueda volver a su finquita, y que por consiguiente el partido de las Farc (como se va a llamar en nuestras mentes) hagan política como se ha hecho en este país (obviando a los contratistas) pidiéndole plata a los amigos ricos, vendiendo empanadas y haciendo bingos bailables… ah! Y ojalá sin curules gratis ni circunscripciones a la medida.

Nota final: Leo la carta de “punto final” que escriben algunos periodistas por la pelea entre Uribe y Samper Ospina y me pregunto ¿para cuándo un manifiesto ético de esos mismos periodistas?

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Redacción Minuto30

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