Un hombre africano. EFE/Archivo

La crisis del ébola de 2014 hizo temblar a la comunidad internacional con los cerca de 4.000 muertos en Sierra Leona. Hoy, cuatro años después, los que superaron la enfermedad aseguran que las ayudas extranjeras nunca les llegaron y luchan por seguir sobreviviendo tras perderlo todo.

Moa Wharf es un barrio chabolista de la capital, Freetown, donde el ébola provocó una crisis inédita: la cuarentena prohibió a los habitantes tocar siquiera a sus vecinos y acabó con su principal fuente de ingresos, la pesca, algo que dejó sin forma de ganarse la vida a personas que viven con menos de un dólar (0,8 euros) al día.

Al igual que en otras zonas deprimidas de África, no trabajar implica no poder comer ese día. En los primeros momentos de la crisis, la ayuda solo llegaba a la veintena de casas en cuarentena; luego, la Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzó a entregar medio saco de arroz a todas las casas del barrio.

Algunas albergaban a más de 50 personas. El dato, ofrecido por la ONG Hope 4 Ebola Orphans (Esperanza para los Huérfanos del Ébola), que ayuda a los habitantes de Moa Wharf, sirve como ejemplo de las dificultades que también tuvieron para sobrevivir quienes se vieron indirectamente afectados por el ébola.

De los 32 casos confirmados en el barrio, solo 9 personas sobrevivieron. Pero el ébola no termina cuando los síntomas remiten, y muchos de ellos sufren secuelas que les imposibilitan rehacer sus vidas, como ceguera y problemas de movilidad.

«Me quedé casi ciego tras el ébola. No recibí nada de los fondos de ayuda y tuve que vender todas mis propiedades para poder conseguir dinero para mi familia. Ahora solo tengo a mi familia, que me ayuda para que pueda comer algo, porque no puedo conseguirlo por mí mismo», explica a Efe Abdou Touray, superviviente de Moa Wharf.

Los millones de dólares de ayuda internacional jamás llegaron a los verdaderamente afectados, que sospechan de un Gobierno que empezó a mirar para otro lado en cuanto los focos extranjeros se apartaron de la zona, aunque organizaciones como Cruz Roja también detectaron malversación de fondos entre sus filas.

«Pensé que iba a morir y estoy orgulloso de ser un superviviente, pero me siento abandonado, traicionado. Pedimos a quienes tengan ese dinero que nos lo dé. Hablo por todos los supervivientes del ébola de Sierra Leona, estamos sufriendo», reclama Mohamed Kargbo, otro de los que superaron la mortífera fiebre hemorrágica.

Las pérdidas para los supervivientes no solo fueron materiales: el miedo a contraer la enfermedad provocó que vecinos, parejas y familias los repudiasen.

La discriminación también afecta a menores que vencieron a la enfermedad como Margaret, que vive en el refugio para niñas del centro salesiano Don Bosco Fambul y relata a Efe: «Algunas personas me trataron muy mal, empezaron a provocarme y a llamarme ‘ébola’. Lloré mucho».

Entre los cerca de 3.000 niños que quedaron huérfanos por el ébola en Sierra Leona, el misionero argentino Jorge Crisafulli, director del centro, distingue dos categorías: los que se vieron obligados a vivir en las calles y los que fueron adoptados.

Según su experiencia, los adoptados por familiares lejanos viven peor que los adoptados por personas ajenas: «Tenemos un chico al que dan 500 leones (0,06 dólares, 0,05 euros) para ir cada día a la escuela, mientras que al hijo biológico le dan 5.000 leones (0,65 dólares, 0,53 euros)».

Un hombre africano. EFE/Archivo

Muchos de los niños que recorren las calles de Freetown vendiendo las mercancías que llevan sobre sus cabezas son precisamente huérfanos del ébola a los que sus nuevas familias obligan a conseguir dinero para ganarse la comida y el alojamiento.

Los que quedaron sin techo (el 27 % de los niños de la calle de Freetown son huérfanos del ébola, según datos de Don Bosco Fambul) no cuentan a sus compañeros que sobrevivieron al ébola por miedo a quedar solos, algo que, en Sierra Leona, significa morir de hambre.

Muchos vivían bien antes de la epidemia y heredaron propiedades, pero los adultos a cargo las vendieron, dejándolos sin nada.

Estos problemas afectan de manera especial a las niñas que quedaron en la calle, que sufren abusos sexuales, y se ven obligadas a limpiar mercados, llevar cargas o incluso a prostituirse por cantidades irrisorias como 2.000 leones (0,26 dólares, 0,21 euros).

Las promesas vacías del Gobierno han provocado que organizaciones como Don Bosco Fambul o Hope 4 Ebola Orphans se convirtieran en el único sustento de los afectados. La fundadora de esta última, Mayila Yansaneh, quiere que su mensaje llegue al mundo para conseguir ayuda: «Ropa, dinero, material escolar… cualquier cosa vale».

Víctor Escribano

EFE

Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio