Fotografía del 18 de abril de varios monjes que acompañan al abad Viriyang Sirintharo (2d) en el templo Dhammamongkol en Bangkok. EFE
Fotografía del 18 de abril de varios monjes que acompañan al abad Viriyang Sirintharo (2d) en el templo Dhammamongkol en Bangkok. EFE
Fotografía del 18 de abril de varios monjes que acompañan al abad Viriyang Sirintharo (2d) en el templo Dhammamongkol en Bangkok. EFE

Fotografía del 18 de abril de varios monjes que acompañan al abad Viriyang Sirintharo (2d) en el templo Dhammamongkol en Bangkok. EFE

Las túnicas anaranjadas o azafrán de los monjes budistas en el Sudeste Asiático apenas han variado su estética desde que Buda creó sendas órdenes de mujeres y hombres mendicantes hace 25 siglos.

Como era habitual entre los ascetas de la época, los primeros monjes budistas confeccionaban sus túnicas o «kasaya» con retazos desechados de tela que encontraban en la calle para exhibir su austeridad.

«Entonces las lavaban, las cortaban en cuadrados y las cosían para hacer una pieza grande», explica Dhammananda, abadesa de Songdhammakalyani, el primer monasterio de monjas («bhikkhunis») en Tailandia situado en la provincia de Nakhon Pathom, colindante con Bangkok.

Dhammananda relata que Buda vio que los monjes tenían parches en de todas las formas en sus túnicas y le pidió a su asistente y primo, Ananda, que pensara en un diseño homogéneo.

«Ananda se fue a una colina y vio los campos de arroz en Sarnath y diseñó las túnicas de acuerdo con los campos de arroz», afirma la monja, quien precisa que desde entonces las túnicas se diseñan con rectángulos cosidos que emulan un terreno de cultivo parcelado.

Según la religiosa, las candidatas a novicias tienen que ensayar durante tres días para aprender a doblar y llevar apropiadamente el hábito monacal antes de ordenarse en el monasterio.

La «kasaya» budista, también llamada «tricivara» en alusión a las tres piezas que la componen, se ha mantenido casi sin variaciones en los países donde es mayoritaria la escuela theravada como Tailandia, Birmania (Myanmar) o Camboya.

El «uttarasanga» se usa para cubrir el torso, dejando el hombro derecho sin cubrir, y en el caso de las monjas se pone encima de una especie de camisa.

El «antaravasaka» se enrolla en la parte inferior como un sarong, mientras que el «sanghati» sirve para abrigarse del frío, aunque en el día a día los monjes no suelen llevarlo o lo llevan enrollado en bandolera encima del hombro izquierdo.

Según las escrituras budistas, Buda recibió su primera túnica al abandonar el palacio de su padre para iniciar la vida ascética.

«Al ver que Siddharta no tenía otra ropa, el dios Katikara Brahma bajó del cielo y le regaló la ‘Kashaya’ y un cuenco de limosnas», dice Apisit Kammaphiratu, un monje («bhikkhu») del templo Dhammamongkol en Bangkok.

El color de las túnicas dependían de las especias, raíces o cortezas de árboles que utilizaban como tinte, por lo que los tonos oscilaban desde el azafrán y anaranjado hasta el ocre y marrón.

En Tailandia solían utilizarse las raíces y la corteza del árbol de yaca, lo que daba un tono anaranjado a las túnicas, aunque Apisit aclara que hoy día es más habitual utilizar tintes químicos.

Bianca Sheer, directora de programas de la escuela de moda Chanapatana en Bangkok, opina que las túnicas no son prácticas, debido a la dificultad para llevarlas, sino que representan una tradición y un concepto de vida disciplinada y sencilla.

«La moda implica cambio», sentencia Sheer, quien agrega que las túnicas budistas no han cambiando en 2.500 años y «no deberían».

Cuando el budismo se extendió hacia China, donde floreció la corriente mahayana, predominante también en Japón o Vietnam, la estética del hábito se adaptó a estos países.

Los monjes budistas mahayanas llevan una especie de túnica con mangas que les cubre los dos hombros y sus colores incluyen el gris y el marrón, entre otros.

Gaspar Ruiz-Canela EFE

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