A dos semanas de iniciado 2020 nadie podía subir al transporte público de Taiwán sin tapabocas. A toda velocidad, se implementaron chequeos de la familia, los contactos, el transporte, los vecinos, el lugar de las compras, Redes para actualizar el conocimiento a todos los trabajadores de la salud, no que cada uno tuviera que buscar y evaluar la información. Pagaron al personal sanitario para que no saliera de vacaciones. Hicieron registros de personas en cuarentena en tiempo real, interoperables por las distintas autoridades, para imponer multas a quienes violaran el confinamiento.

Hacen conferencias diarias, a la misma hora, donde las personas pueden absolver todas las preguntas que tengan sobre el curso de la pandemia. Cualquier caso sospechoso es sacado de las comunas y puesto en atención. Estos y otros mecanismos fueron esfuerzos comunes para garantizar el cumplimiento. Todos los días se están preparando y son pragmáticos.

Los resultados: El país ha registrado poco más de 10.000 contagios y 187 muertes relacionadas con el coronavirus desde que inició la pandemia. Y eso que en el mes más reciente repuntaron los indicadores.

Más que un milagro, estos resultados son la recompensa a unos esfuerzos y a una voluntad férrea de proteger la vida y la economía, aunque implique sacrificios.

En efecto, puede observarse que Taiwán ha aportado evidencia concreta sobre la importancia del sistema de salud y de la prevención. Todo lo han hecho manteniendo un régimen democrático y lo más interesante, superando la falsa disyuntiva entre vida y economía. No han hecho ninguna cuarentena.

Entre nosotros más que una gran disyuntiva, hemos padecido dos: Una aparente entre salud y economía y otra, más mundana y más inquietante aún: Escoger entre la vida y el acceso al poder de unas ideologías y sus caudillos.

Los gobiernos en efecto han chocado con algo de mezquindad, buscaron protagonismos y manejaron muchas cosas priorizando la conveniencia política. Sin embargo, el manejo político ha estado lejos de ser exclusivo del gobierno.

Muchos siguen incitando a marchas legítimas, que se hacen al aire libre, pero con aglomeraciones, arengas y contacto, y sin que muchísimos participantes usen tapabocas o lo usen correctamente.

Los resultados, se dispararon las cifras de contagio, colapsó la capacidad de UCI en muchas ciudades y los muertos fueron en aumento. Todo contra los llamados y ruegos de las comunidades científicas.

De hecho, esta semana hemos venido “superando” todos los días nuestros peores registros, llegando a bordear las 550 muertes y los 30.000 nuevos contagios diariamente.

Alguien me dijo recientemente al respecto, “tenemos que preferir si morir de COVID o morir de hambre”. Más allá de la exageración y la sobre simplificación de este principio, la pandemia nos ha demostrado que estamos altamente conectados entre nosotros. Que nuestras acciones y a veces más, nuestras omisiones, inciden en las condiciones de vida de muchas más personas de las que podemos imaginar.

Y ese sentimiento de corresponsabilidad, es muy apropiado en estos días, para reflexionar sobre el lugar correcto de la política.

La política es un instrumento muy potente. Pero no deja de ser un medio. Cuando se toma como el único medio o como una finalidad en sí misma, vienen los radicalismos que son los que impiden avanzar y los que desperdician energías, tiempo y otros recursos.

Ese radicalismo político depreda el pragmatismo, la técnica y la responsabilidad, que siempre han producido mejores resultados., y los siguen produciendo en Taiwán.

Si bien el país asiático ha estado excluido por la OMS a causa de razones políticas, eso también lo ha excluido de los “juegos políticos” lo cual, en definitiva, los salvó de quedarse esperando indicaciones extemporáneas, timoratas y equívocas como muchas de las que parece ha emitido la organización internacional.

Por lo visto, el fin de la pandemia y de tantas otras pesadillas sociales vendrá, no apenas cuando existan los mecanismos, la organización y la cultura ciudadana suficiente, sino cuando unos y otros se decidan a poner la vida por encima de la política, que es como el sábado. Se hizo para el ser humano y no al contrario.

@ortegasebastia1

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Redacción Minuto30

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