Todavía me resisto a acostumbrarme a ver a Timochenko como presidente de un partido político, o vistiendo la camiseta de la selección Colombia haciendo videos promocionales, o hablando tras un concierto en la Plaza de Bolívar como un líder. Duele que al ciudadano de bien le cueste tanto llegar a esas esferas de influencia y que otros con las manos manchadas de sangre lo consigan. Duele que los partidos y movimientos políticos tengan que esforzarse consiguiendo votos cuando otros pueden darse el lujo de jugar con 10 escaños regalados en el Congreso, algo que ni las minorías tienen. Por cierto, 10 puestos que el pueblo colombiano no les dio porque al plebiscito se le dijo NO.

Pero lo que más duele en el alma es que algunas personas, entre ellos muchos jóvenes que no conocen la historia, quieran ponerlos como héroes o modelos y se desesperen en tomarse una selfie con terroristas o en lucir sus camisetas con el nombre “FARC” (de la apología al delito que era al menos censurada pasaremos a que se trata de simple proselitismo y dentro de poco una moda como el Che). Y perdón que todavía los llame terroristas, algo políticamente incorrecto, pero es que así quieran llamarlos distinto a mí me enseñaron que los delitos de lesa humanidad no prescriben.

Las FARC han lanzado su partido político con un concierto y una convención que no se sabe cómo se financió, como lo preguntaba Marta Lucía Ramírez, quien además recordaba que no volvieron a hablar de los niños y de los secuestrados. Pero encima proyectaron su logo en el Congreso y en la Catedral Primada, algo que tal vez ni en sus mejores sueños imaginarían, estar en el centro del país y a un paso de llegar al poder central, ellos lo han dicho quieren ser gobierno, y encima para cambiar el sistema (¿la democracia?).

Pero adicionalmente han querido conservar la sigla que los ha identificado como grupo guerrillero narcoterrorista, así de Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia han pasado a llamarse Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, el nombre con el que se estrenaran en 2018. Un nombre que suena algo largo, que nadie recordará, ni nombrará en los debates, pues es más fácil seguirles llamando FARC en cualquier espacio, por tanto su “marca” continua. Pero es un nombre que llama la atención porque conserva la idea de revolución y deja ver su ideología comunista, a la cual ellos mismos afirman no haber renunciado, recuérdese que hay un total respaldo tanto al régimen cubano castrista como al venezolano hoy liderado por Nicolás Maduro. El vínculo ideológico además está plasmado en su logo, pues la rosa ya ha sido utilizada por partidos socialistas en el mundo, aunque probablemente no se había utilizado por grupos terroristas para limpiar su imagen hasta ahora.

Al respecto el periódico El Mundo de España, en su editorial del pasado 3 de septiembre tituló con firmeza “Las FARC se burlan de las víctimas”, pues si se piensa a fondo conservar el nombre y hasta la línea de mando no demuestra los cambios que uno esperaría encontrar en una paz “estable y duradera”, el fantasma sigue allí latente y con la amenaza de volver cuando las cosas no jueguen a su favor. Como lo explica este medio: “las siglas de la formación son las mismas que la de la siniestra banda que sembró el terror y la destrucción durante más de 50 años en Colombia, aunque ahora responden al nombre de Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.

Y a juzgar por las palabras de Márquez, que suma decenas de condenas por crímenes de lesa humanidad, también la ideología es la misma, convencidos como están de que la suya fue una lucha legítima cuyos objetivos perseguirán ahora por otras vías”. Y luego sentencia la editorial: “Se trata, en primer lugar, de un miserable, por innecesario, insulto a los familiares de las víctimas, que tienen que soportar ver ahora a los asesinos sentados en las cámaras de representación, ya que tienen 10 escaños asegurados por ley. Pero en segundo lugar, es un descrédito para la democracia colombiana y una afrenta a toda la ciudadanía, que votó en contra del acuerdo impulsado por Santos y aun así se le ha impuesto por la vía de los hechos”.

La democracia colombiana hay que custodiarla porque está en un serio peligro, en este momento se cuenta con un partido político que trae un prontuario complejo por un pasado delictivo, pero que adicionalmente a nivel político en la actualidad aplaude dictaduras, aplaude atropellos (como la deportación masiva y abusiva de colombianos en 2015 en la frontera con Venezuela) y encima cambia las reglas de la democracia para participar en ella y amenaza con modificar el sistema… deberían ser suficientes motivos para preocuparse. Pero si hacen falta motivos, las disidencias y las caletas son una razón más, la combinación de todas las formas de lucha es doctrina conocida y aplicada por estos grupos y el modus operandi no creo que haya cambiado mucho, no cuando no hay un absoluto rechazo y distanciamiento de quienes siguen en armas.

Apostilla: Bienvenido el Papa Francisco a tierras colombianas, nos alegra tenerlo entre nosotros. Sin embargo, vale la pena insistir en no politizar su figura, recordar que absolutamente todos queremos la paz, otra cosa es el cómo la hacemos, allí están los debates irrenunciables donde la Iglesia ilumina con su Doctrina para que se hagan con respeto y buscando el bien común, pero no debe enfilar hacia un “si” o hacia un “no” en las políticas de un gobierno, no es su tarea. En época pre-electoral el oportunismo es alto, hay que intentar separar espacios.

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Redacción Minuto30

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