El proteccionismo pareciera estar de regreso en el mundo hoy. Desde mucho antes de la pandemia, pero con mayor razón por la pandemia, el neoliberalismo como modelo globalizador solo puede exhibir su incapacidad para resolver los grandes problemas de la humanidad como la pobreza y la desigualdad. Al contrario, los incrementó.

Las cifras de tal panorama han sido puestas de presente por los grandes estudiosos de la época como Thomás Piketty y en escenarios colectivos de análisis con la lupa puesta en la economía global como el Foro Económico Mundial. Sobra atiborrar este articulo con datos sobre el tema.

El famoso consenso de Washington inspirado por Milton Friedman doblegó la vocación protectora de los gobiernos sobre sus economías nacionales, con el establecimiento forzado de las recetas neoliberales como la disciplina fiscal, las privatizaciones, las desregulaciones laborales, la liberación comercial y financiera, y la modificación de las prioridades del gasto público.

En Colombia la euforia nos llevó a la firma de cerca de 14 Tratados de Libre Comercio, TLC, con la pretensión de que ese era el camino para incentivar la producción, la generación de empleo y la internacionalización de la economía. Nada de ello ocurrió.

La industria nacional fue la primera víctima resultado de la premura en la implementación de la apertura económica a fines de los 80 y comienzos de los 90, y de las ineficiencias acumuladas en el aparato productivo nacional amparado por la sombrilla del proteccionismo.

Nos inundamos de productos de afuera que entraron con mejores precios respecto a los de los productos nuestros, y fue la debacle: se minimizaron Coltejer y Fabricato, cerraron Tejicondor, Telsa SA, Vicuña, Telaraña, Everfit, Simesa, etc., la última gran empresa que no soportó la competencia de las importaciones y el contrabando de cigarrillos fue Coltabaco, hace 2 años, con de 800 trabajadores licenciados.

La desaparición de la gran industria local, que además de aportar de manera significativa al PIB nacional, generaba empleos y salarios de calidad, propició una crisis social por la caída en los ingresos de miles de personas, siendo el caldo de cultivo para que el narcotráfico emergiera como la gran opción para muchas de esas personas sin ingresos. El narcotráfico llegó y se quedó.

A diferencia de lo que se prometió con la apertura económica, el desempleo ha estado por encima del promedio en la región; desde el año 2011 las importaciones sobrepasaron a las exportaciones convirtiendo en deficitaria la balanza comercial a pesar de tantos tratados de libre comercio suscritos con múltiples desgastes, y la precaria canasta exportadora nuestra solo se nutre de productos primarios y materias primas, sin mayor valor agregado como el café, banano, flores, petróleo, carbón, oro; mientras tenemos que importar maquinaria liviana y pesada, computadores, insumos químicos. Una relación o “términos de intercambio”, como decían los economistas estructuralistas, muy desiguales, alimentadores del subdesarrollo.

La industria de la manufactura perdió total peso en la estructura económica local. Del total de inversiones que las personas naturales y jurídicas hacen en nuestra ciudad al momento de emprender o montar empresa, solo el 11% se direcciona hacia la producción industrial, mientras el mayor porcentaje de la inversión se destina al comercio y los servicios, según cifras de la Cámara de Comercio de Medellín. Allí hay un problema estructural relacionado con el modelo económico.

El tejido empresarial local es más que vulnerable, con un rezago tecnológico que alimenta su poca competitividad e internacionalización. Y así es imposible una lucha exitosa contra la pobreza y la desigualdad. Las promesas que inspiraron la apertura económica neoliberal, fueron un canto de sirena.

La opinión del autor de este espacio no compromete la línea editorial de Minuto30.com

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio