Las enfermeras Isabel Andrés (izqda) y la trabajadora social Alicia Mínguez (d), en una imagen cedida por ellas. EFE

Isabel y Alicia trabajan en una residencia de ancianos, el colectivo más duramente golpeado por la pandemia del coronavirus, una primera línea de exposición al contagio a la que se ven expuestas sin apenas protección y sintiendo que no se valora lo suficiente su trabajo.

“Trabajamos con miedo a contraer el virus y transmitirlo a los residentes”, coinciden en destacar a la Agencia EFE la enfermera Isabel Andrés y la trabajadora social Alicia Mínguez, que reclaman test rápidos para detectar el coronavirus y más medios materiales, de los que aseguran están «un poco justos», para poder atender a los residentes, «los más vulnerables con toda esta situación».

Estas trabajadoras de la residencia de ancianos Jardines del Palau de Valencia, donde hay 43 residentes, confiesan sentir “pena” y “tristeza” al ver que algunos de los ancianos están aislados en sus habitaciones y que muchos de ellos “no pueden entenderlo”.

DEL RECUERDO DE LA GUERRA A LA ACTUAL PANDEMIA

“Nos dicen que han pasado una guerra y que ya sufrieron una epidemia por culpa de un mosquito, y aunque algunos ven la televisión y las noticias no son conscientes del todo de la gravedad de la actual situación. Intentamos quitarle algo de hierro diciéndoles que hay una gripe”, explican.

Aseguran que lo que más afecta a los ancianos es que sus familias no puedan acudir al centro a visitarlos, aunque a diario hacen una videollamada para paliar en parte esta situación, y tampoco pueden realizar rutinas como pasear a diario o hacer actividades grupales.

Isabel Andrés, de 28 años y trabajadora en la residencia desde hace cuatro, aunque es enfermera desde hace seis, y Alicia Mínguez, de 33 años y trabajadora social del centro desde hace seis, confiesan que la estrecha relación que tienen con los ancianos les hace tener un vínculo emocional con ellos.

SIN APENAS MATERIAL DE EMERGENCIA

Afirman que de material están “un poco justos”, aunque reconocen que este problema no es del hospital al que pertenecen, el Doctor Peset, sino a “esferas superiores”, y explican que el pasado viernes recibieron mascarillas quirúrgicas, que deben desinfectar y reutilizar, “con las que vamos tirando”.

Según Isabel, “por esa parte estamos más desamparados. Estamos trabajando con poco material porque no nos hacen llegar más y en las farmacias tampoco hay para poder comprar. La gente se lanzó a comprar kilos de mascarillas y ahora las que las necesitamos no podemos usarlas”.

Destacan la solidaridad de algunos familiares y vecinos de la residencia, una de las cuales llegó a lanzarles desde la ventana una bolsa con mascarillas de tela que había confeccionado para protegerles a ellas y a sus 43 residentes, «que al final son los más vulnerables con todas esta situación».

EL UNIVERSO PROPIO DE UNA RESIDENCIA

Consideran que los hospitales “no son conscientes de lo que es el trabajo en una residencia. No es lo mismo tratar a alguien en la UCI, donde están preparados, que aquí, donde un auxiliar debe atender a pacientes que cognitivamente no entienden o que pueden ser agresivos por su deterioro cognitivo. Los recursos de una residencia no son los mismos que los de un hospital”.

“Entendemos que el trabajo en un hospital es muy importante, pero también el que se hace desde las residencias, y tenemos mucha menos visibilidad”, asegura Alicia, que añade que no solo está el componente sanitario de curar a las personas “sino de cuidarlas; hay mucha parte emocional, a algunos los vemos más que a nuestros abuelos”.

Insisten en la necesidad de que se les realice los test para confirmar si están afectada por el coronavirus, con el objetivo de no transmitir la enfermedad a los ancianos residentes, aunque lamentan que siempre reciben la misma contestación: que no es una solución y que sigan tomando medidas como el aislamiento de los residentes y la limpieza del centro.

Desde el inicio de la pandemia, explican, se tomaron medidas en la residencia como la restricción de visitas de los familiares y el cierre del centro de día, así como el lavado de manos, el uso de geles hidroalcohólicos y la limpieza del centro, se tomaba la temperatura a los residentes hasta tres veces al día y a la mínima sospecha eran aislados en sus habitaciones.

LA PRIMERA VÍCTIMA MORTAL

El pasado sábado murió en el hospital Doctor Peset uno de sus residentes por coronavirus, aunque antes de ser derivado al centro hospitalario no presentaba síntomas de sufrir el COVID-19.

“Cuando supimos que había dado positivo pedimos que se nos hicieran los test tanto a trabajadores como a los residentes para poder identificar a los contagiados y separarlos, pero en todo momento se nos negó, diciendo que no disponían de ellos, y nos dijeron que si alguno presentaba síntomas lo aisláramos y volviéramos a llamar”, afirman.

Tras confirmarse el positivo del residente fallecido, el resto de ancianos se quedó en su habitación y, usando la infraestructura antiincendios que tienen en el centro, han creado una zona de aislamiento preventivo donde están los residentes que siguen asintomáticos pero que han tenido contacto con la persona fallecida.

También han habilitado otra área para aislar a aquellos residentes que, en algún momento, puedan dar positivo en coronavirus.

Además, explican, un compañero suyo de la residencia está en cuarentena en su casa desde antes de que falleciera el residente tras mostrar algunos síntomas como fiebre, tos seca y dificultad respiratoria, pero no le han hecho el test.

“Nuestras familias nos piden que nos cuidemos y protejamos, e incluso las familias de los residentes nos han ofrecido su ayuda”, afirman Isabel y Alicia, que indican que en el centro son 26 trabajadores, algunos de ellos con hijos y personas mayores a su cargo. Valencia, 26 mar (EFE) | Concha Tejerina

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