Llega diciembre una época en la cual se entremezclan sentimientos y sensibilidades, un mes odiado por algunos, amado por otros y mal recibido por otros tantos; los mismos que no entienden la diferencia entre el disfrute, la libertad y los límites donde terminan abusando de aquella delgada línea que separa los espacios de cada individuo y lo que los hace ajenos.

Ese espacio es aplicable también entre las diferentes especies, el mismo que no respetamos como humanos frente a los animales por ejemplo, los cuales van quedando relegados en la mitad de la indiferencia y el abuso que los humanos profieren dentro su antropocentrismo que nos lleva a olvidar que no somos los únicos habitantes del orbe.

Cada temporada decembrina retornan una serie de argumentos publicitarios que buscan concientizar a los ciudadanos acerca de los daños que la pólvora generan a los seres humanos, a los animales, a los inmuebles y al medio ambiente; Acercándose el momento culmen, empiezan los movimientos en contra de la pirotecnia a alzar su voz en mensajes radicales intentando mitigar los estragos que esta genera en la época navideña; Personalmente, considero tardíos dichos mensajes. Para nadie es un misterio que la venta indiscriminada de estos materiales explosivos, se lleva a cabo con mucha y la permisividad de muchas autoridades hace que este abuso con la tierra se perpetúe año tras año.

Nos rasgamos las vestiduras cuando nos relacionan con un pasado mafioso o nos identifican con el polvo blanquecino en otras latitudes del planeta, pero rendimos culto a esa nefasta historia de mafiosos cuando al unísono llega la lamentable asonada del amanecer del 01 de diciembre donde la llamada alborada, oculta nuestros cerros medellinenses en una nube espesa de contaminación visual y también auditiva.

El culto al pasado mafioso, el ir más allá de los derechos, libertades y la tranquilidad de los otros ha ido generando con el transcurrir de los años situaciones muy complejas que terminan definitivamente en lamentables consecuencias negativas, muchas de ellas de tinte irreparable. Fue en esta época, en la cual una perrita que permanece en mi memoria, perdió su maxilar superior a causa de los juegos “traviesos” de los niños de algún barrio de la ciudad, que “jocosamente” colocaron en su boca una papeleta para que la misma estallara en su interior para alimentar el sádico placer de los espectadores. Conocemos muy bien la estrecha relación existente entre maltratadores de animales en la infancia y los psicópatas del futuro.
Hay muchas adversidades que se generan en estas épocas a causa de la pirotecnia y empañan lo que debería ser un espacio de recogimiento y familiaridad. Niños quemados, amputaciones, pérdida de agudezas auditivas, visuales, entre otras; sin contar lo que nos atañe, el daño a la fauna doméstica, silvestre los cuales son víctimas, como siempre silentes, de las noches de terror que acompañan la finalización del año.

Hablemos de algunas de ellas, la hermosa diversidad ornitológica con la que se engalana el país y particularmente nuestro Valle de Aburrá, mirador donde confluyen cerca de 430 de especies de aves, las cuales, son amedrentadas a causa del fragor de la pólvora decembrina; Muchas son las causas de sus temores y consecuencias:
El estruendoso ruido que arremete contra la tranquilidad de su descanso nocturno (momento de mayor algidez de los estallidos), hace que ellos se sientan expuestos a grave peligro haciendo que su instinto apremie y emprendan la huida en aras de escapar de aquello que vulnera su integridad; En este acto de salvaguarda, huyen dejando atrás todo: Su hogar, los nidos tan laboriosamente construidos, sus huevos, sus pichones y salen a la intemperie a enfrentarse sin saberlo a peligros mayores generados por la desorientación que todo este ajetreo, sumado al material contaminante dejan en el aire; Los residuos de voladores y demás elementos utilizados en esta práctica, arremeten contra los cuerpos impotentes de las aves y el estrés, desencadena reacciones nerviosas muy fuertes que terminan en muchas ocasiones, costándoles la vida.

Los mismos riesgos, temores, comportamientos se presentan en todas las especies, los animales salvajes, silvestres, los que están confinados a zoológicos al interior de las ciudades o aquellos animales que vienen de los bosques aledaños que hemos ido consumiendo con las construcciones que acrecientan los límites de las ciudades, encerrando a los animales en una selva de cemento que los amedrenta y afecta su calidad de vida.

Nuestros animales de compañía sufren lo propio; se documentan casos de animales que en su intento de huida, han sido atropellados por vehículos, se han arrojado de los balcones y aristas de las casas. Los perros, por ejemplo, tienen una capacidad auditiva muy alta, que incrementa en siete veces la percepción de frecuencias sonoras frente al mismo umbral que los humanos poseemos. Ello agrava los síntomas que pueden presentar. El estrés crónico repercute en su comportamiento y cobra vidas, llevando al incremento de la frecuencia cardiaca, al igual que la respiratoria llevando en muchas ocasiones a padecer shock, colapso de órganos internos y finalmente a la muerte.

No olvidemos los incendios que se generan a causa de lo globos; estos, son una amenaza más para los animales, los mismos cobran vidas de animales en su hábitat, denudan terrenos boscosos o incluso, residencias y fábricas que consumidas por las llamas de la irresponsabilidad afectan la economía de muchas personas.

No estamos solos en el mundo y ha sido muy difícil comprenderlo; El llamado en esta oportunidad es a introyectar esta realidad: NO SOMOS los únicos habitantes de la tierra. Nuestra responsabilidad con el planeta, con los demás seres vivos habitantes del orbe es perentoria, debemos respetar la tranquilidad de humanos, no humanos y del ciclo normal de la vida que nos permite a través de una homeostasis perfecta, continuar viviendo. ¡NO a la Pirotecnia! es el clamor que muchos hacemos en estas épocas y es la invitación a buscar otras formas de celebrar la vida, con todos sus matices, sin afectar a ningún ser vivo

Fundación O.R.C.A
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Redacción Minuto30

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