Muchas mujeres nos echamos sobre las espaldas la titánica e inútil tarea de intentar hacer de un hombre infiel, un monógamo; de un indiferente, un hombre enamorado; de un psicópata, un hombre pendiente de nuestras necesidades.

No lo cambies a él, cambia tú. Esa es la solución!

Es esa femenina costumbre de querer cambiar a los hombres y nuestra imposibilidad de abandonar el juego cuando vemos que vamos perdiendo (que vamos perdiendo autoestima, autorrespeto y autoconfianza, fundamentalmente) lo que nos lleva a seguir apostando a los varones que no nos hacen bien.

Es que en lugar de dejar pasar este amor ilusorio las mujeres solemos decirnos: “Yo sé que hace cosas que me angustian y me hacen sufrir. Pero lo amo tanto… Si solo fuera más cariñoso/fiel/ responsable/ considerado/ etc…” ¡El tema es que NO lo es! Y que no quiere o no puede serlo. De otro modo ya estarías viendo los cambios.

Llegadas a este punto las mujeres abrumadas por una mala relación e imbuidas por el temor a estar tirando la toalla antes de tiempo, podrían preguntarse: “¿cuánto más voy a esperar que él sea lo que no puede ser?” Porque tampoco se puede esperar infinitamente.

Ponte en su lugar

Cualquiera puede cambiar, solo que con mucho esfuerzo y por iniciativa propia, no por la magia del deseo ajeno. Y en el fondo lo sabemos, solo que es mucho más fácil esperar que él cambie que cambiar nosotras.

Y es mucho más cómodo exigirle a él el esfuerzo de ser lo que no es que resolver nosotras nuestra propensión a realizar elecciones autodestructivas.

Fíjate en las dificultades que encontrás cada vez que intentas cambiar algo de vos. ¿Cuántas veces deseaste intensamente modificar algo de tu forma de ser, o un mal hábito, y no pudiste? ¿Cuántas recaídas y cuántos abandonos de buenos propósitos tuviste? Piensa en tus intentos fallidos de dejar el cigarrillo, bajar de peso o ser menos ansiosa con los hombres.

Imagina ahora que estás conforme y feliz respecto a determinado punto pero alguien más —tu pareja— decide que DEBES cambiarlo. Si ya te es tremendamente difícil cambiar por iniciativa propia, imagínate tener que hacerlo sin convicción, por pedido de otro.

El arte de saber elegir

Cuando las mujeres hacemos elecciones sanas, no queremos cambiar a los hombres. Para qué hacerlo, si ya cumplen los “requisitos” que para nosotras son esenciales.

Ahí ya tienes una pauta contundente para detectar si un hombre es o no el adecuado: si lo quieres cambiar en algún punto importante, es probable que hayas elegido a la persona incorrecta. Y que lo que sientes no sea amor, sino obsesión.

Por eso es necesario saber muy bien qué esperamos de un hombre, aquello que consideramos no negociable, si lo estamos consiguiendo o no y hasta dónde estamos dispuestas a ceder, si es que cedemos. Porque cuando las relaciones se estructuran de determinada manera, difícilmente cambien.

Con información de entremujeres.com

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