EFE

Muros derruidos, patios inundados, casas que han de elevarse sobre cañas de bambú para evitar la abrasión del agua: el pueblo indonesio de Pantai Bahagia desaparece bajo el mar expuesto en primera línea a la crisis climática.

Dentro de una de las escuelas de esta localidad de unos 7.000 habitantes vive la profesora Siti Munawaro, que nació hace cuarenta años en esta zona del norte de la provincia de Java Occidental, cuando la marea todavía no había comenzado a amenazar la supervivencia de la comunidad.

El colegio, la mezquita cercana y otras casas que los rodean han visto reemplazados sus patios por estanques y sus muros están desconchados y repletos de agujeros, muestras de una batalla contra las aguas claramente perdida.

«Cuando era niña no había inundaciones, pero ahora ocurren dos veces al mes, tuvimos que volver a excavar el terreno del colegio y aún así el agua entró en las aulas», cuenta la indonesia con resignación mientras gatos y cangrejos comparten el fangoso terreno a su alrededor.

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LA INVASIÓN DEL AGUA SALADA

Sonhaji, que trabaja a nivel municipal para la conservación de la zona y utiliza como muchos indonesios un solo nombre, estima que más de mil familias en cinco pueblos han sido afectadas por la abrasión del mar y cerca de cien han tenido que emigrar de Pantai Bahagia a otras zonas.

El pueblo ha perdido desde la década de los años 80 nueve kilómetros de costa y tres kilómetros residenciales a causa de las inundaciones durante la marea alta, que comenzaron a empeorar la década pasada, según el secretario de Pantai Bahagia, Ahmad Qurtubi.

Pantai Bahagia es la más afectada de cinco poblaciones en el estuario del río Citarum, en el norte de la isla de Java, una zona en la que el Gobierno decidió a mediados de los sesenta reemplazar los manglares por piscifactorías para desarrollar la economía local.

La medida, que algunos residentes aún favorecen, eliminó el obstáculo natural que suponen estos árboles y propició la invasión de los pueblos por el agua salada.

El archipiélago indonesio, con más de 17.500 islas y decenas de miles de kilómetros de costa, es una de las zonas más vulnerableS del mundo a la crisis climática y la subida del nivel del mar.

REPLANTAR LOS MANGLARES

Sonhaji y Qurtubi forman parte de una campaña que busca replantar los manglares y concienciar a los habitantes de su importancia y de la capacidad que tienen de generar beneficios a través de sus frutos, que pueden convertirse en productos como sirope, dulces o galletas saladas.

Desde 2013, se han plantado cerca de 300.000 nuevos árboles, de un total de 2 millones que se han marcado como objetivo para ayudar a preservar la zona.

Esta tarea se ve dificultada por un conflicto entre el gobierno local y algunos de los lugareños, que todavía prefieren cambiar los manglares por piscifactorías y creen que las autoridades les despojarán de sus tierras si las reconocen como una zona protegida.

«La gente piensa que el bosque no da dinero y las piscifactorías sí», dice Qurtubi.

El académico Bambang Adhitya Nugraha alertó en un artículo publicado este año que el municipio de Muara Gembong, en el que se ubica Pantai Bahagia, se hunde por debajo del nivel del mar a una media de 1.000 hectáreas anuales.

«MIENTRAS EL AGUA LO PERMITA»

Además, el 84 por ciento del bosque original de manglar, es decir, 7.000 hectáreas, ha sido talados, según datos de 2016.

Nugraha defiende el papel de los bosques de manglares para mitigar la crisis climática, ya que no solo previenen la erosión del terreno en el estuario, si no que también retienen importantes depósitos de dióxido de carbono.

Cerca del mar, el sonido de las olas llega hasta los hogares más cercanos a la costa, sustentados en su totalidad por pilares de bambú y conectados por un camino del mismo material que se eleva sobre el barro.

Esta es una de las zonas donde la entrada del mar ha inhabilitado algunas de las piscifactorías, según uno de los residentes de las casas más pegadas al mar en Pantai Bahagia, Agus Gunawan.

Gunawan asegura que la pesca se ha reducido drasticamente al pasar de unos 20 a 30 kilos de capturas al día a solo unos 5 en la actualidad, y lamenta que si no consiguen ralentizar el avance del mar, tendrán que trasladarse en uno o dos años.

«Mientras el agua me lo permita, seguiré viviendo aquí», afirma Gunawan

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Redacción Minuto30

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