Hace apenas dos meses que el doctor Juan Camilo Restrepo Gómez, recibió la gigantesca tarea de aclimatar la paz en Colombia, y a fe mía que va a paso firme, ataviado de una virtud que pocos tienen y que me hace recordar a un grande de la literatura universal, que fue, por encima de cualquier consideración, un amante de las palabra. Hablo de uno de mis autores preferidos, Knut Hamsun, un noruega extraordinario, nacido el 4 de agosto de 1859. Premio Nobel de Literatura 1920 y autor de novelas monumentales como Hambre (1890), Pan (1894), Soñadores (1904), Bajo las estrellas de otoño (1908), y, Bendición de la tierra (1917).

La virtud que tiene el doctor Juan Camilo, es su facilidad para manejar el abecedario, una suerte de comunión con la palabra, su amistad con el verbo como materia viva para la concertación, el diálogo y la construcción de escenarios de paz. Y por ello me trae a la memoria a Knut Hamsun, amante como nadie de la palabra, novelista exuberante que se solazaba en decir: “Las palabras que usamos deben ser música, deben vulnerar el alma hasta hacerla gemir.

Las palabras son color, sonido, olor, fuerza secreta, demoledora. Las palabras son la vida”. El Alto Comisionado para la Paz, sabe que las palabras no son para incendiar y menos para marginar o macartizar. Sabe que son aliadas, materia prima para el constructo de la paz. ¡Esa es su ventaja competitiva!

Me parece que Colombia necesita menos complacencia por las armas y más amor por las palabras, en la búsqueda de la paz. En una entrevista reciente que concedió el Alto Comisionado para la Paz, al periódico El Nuevo Siglo, hizo gala de ese lenguaje claro, desapasionado, pero arropado de constitucionalidad y amor por Colombia.

A la pregunta de si había acercamientos con las guerrillas del ELN, respondió sin ambages que: “el gobierno colombiano no tiene en estos momentos ningún contacto directo con la guerrilla del ELN” y que “Lo que nosotros hemos dicho es que el ELN debe dejar de realizar actividades criminales, que renuncien al secuestro, a la instalación de minas antipersonal, al reclutamiento de menores y a todas las hostilidades contra la población civil”. Sin duda, las palabras expresan que la puerta está abierta, pero deben renunciar a esas manifestaciones que generan violencia, destrucción y caos. Esa puerta abierta está invitando a tener menos complacencia por las armas y más amor por las palabras, en la búsqueda de un bien tan preciado como la paz.

A la pregunta de: “¿Cómo va el proceso en la JEP en que se reconoce a los integrantes de las Fuerzas Armadas como víctimas del delito de instalación y explosión de minas antipersonal?”, responde con asertividad: “Este es el Gobierno que más ha hecho en accionar integral en la lucha contra las minas antipersonal. Hoy tenemos 170 municipios certificados libre de este riesgo y queremos para el 7 de agosto del 2022 dejar más de 200 en este listado. De igual manera, hoy el 70% de las víctimas de dicho delito son los civiles y el 30 restante integrantes de nuestra Fuerza Pública. Lo que estamos haciendo es un gran trabajo de educación de riesgo, un gran trabajo de desminado humanitario y tenemos unas rutas activadas para cuando existan víctimas.

Al interrogante: “… ¿Entonces, cómo ve el accionar de las disidencias de las Farc?”, entregó una respuesta clara y sugerente: “Lo que hay que hacer ante las disidencias de las Farc se divide en dos líneas: una es la confrontación directa por parte de nuestra Fuerza Pública; y dos, hacer un llamado para que de manera individual quienes hagan parte de las disidencias se sometan a la justicia colombiana”.

A la subsecuente pregunta: “¿Y ya han mostrado interés en someterse a la justicia?”, fue claro, abierto y esperanzador: “Todos los días recibimos esa posibilidad. A esta oficina le corresponde verificar, junto con otras entidades del Estado, si son reales esas intenciones. Tratándose de sometimiento siempre se está presto para que estas personas que se quieran someter a la justicia tengan una ruta para hacerlo”.

“¿Cómo avanza el plan de implementación del acuerdo de paz y cuál es la directriz presidencial en la materia?”, preguntó El Nuevo Siglo. La repuesta fue de paz: “Hay que consolidar la paz con legalidad, que significa trabajar y reconocer el derecho de las víctimas y, por supuesto, una verdadera reincorporación de los excombatientes. En tercer lugar, hay que llevar toda la institucionalidad al territorio colombiano. Claro, en esa paz con legalidad debe existir una verdad, una justicia, una reparación y una garantía de no repetición”.

Thomas Mann, contemporáneo de Knut Hamsun, declaró que nunca antes el Premio Nobel (1920) había sido tan bien otorgado, y Ernest Hemingway aseguró que había aprendido a escribir leyendo a Knut Hamsun. Estoy seguro que las palabras, el apego a la ley y la capacidad de diálogo, jamás habían estado juntas en la persona de alguien como en la del actual Alto Comisionado para la Paz, y eso hace que su tarea sea más promisoria para bien de Colombia y de los países vecinos enfrascados en tiranías trasnochadas y vergüenzas para sus gentes.

¡Buen puerto, señor Comisionado!

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Redacción Minuto30

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