El pasado 30 de enero, la noche bogotana fue testigo de la muerte de tres ladrones a manos de un médico que cruzaba el puente peatonal de la calle 121 con carrera novena.

Un ciudadano, armado, no para robar o matar, sino para defender su vida y su propiedad, ejerció su derecho a la legítima defensa, protegió sus derechos ante el peligro real e inminente que suponía para él un trío de atracadores provistos de armas blancas y una pistola de fogueo.

Toda muerte es indeseable, pero si no se hubiera defendido probablemente el titular hubiera sido otro, o se habría convertido simplemente en una cifra más. Afortunadamente este caso le permitió al país debatir sobre la defensa propia y el porte legal de armas, que es necesario para garantizarla.

Ha imperado el sentido común y la mayoría no solo defendió al médico, sino que se hizo consiente de la importancia que tiene permitirle a la ciudadanía llevar armas para protegerse de los criminales, a los que no les importa si el porte está o no prohibido porque están dispuestos a cometer delitos mucho peores.

Ese es el debate fundamental alrededor de la legítima defensa, quienes defendemos que debe ser ejercida sin desventaja frente a los hampones, no queremos construir una sociedad llena de matones.

Todo lo contrario, no queremos ciudadanos armados para hacer daño, queremos que el Congreso expida normas que le permitan a las personas que así lo deseen portar armas con salvoconducto como mecanismo para proteger su vida y su patrimonio cuando las autoridades no estén disponibles para hacerlo.

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio